LA DOLCE VITA
Eça de Queiroz, en la estela de Flaubert
Reino de Cordelia recupera una deliciosa novela póstuma de José María Eça de Queiroz, donde el asunto del adulterio se impregna de retranca lusitana
El escritor portugués José María Eça de Queiroz
Los celos que «aún del aire matan», el adulterio -que término tan lejano hoy-, su proyección en la literatura decimonónica, constituyeron uno de los asuntos si no preferidos, si frecuentados por novelistas, libelistas y público en general. Gustave Flaubert se llevó la palma (y ... un juicio) con ‘Madame Bovary’ . La mecha prendió rápidamente y fueron legión, por aquí también, en esa obra cumbre de la novelística española que es ‘La regenta’, de Leopoldo Alas «Clarín», y otras menos cumbres. No era la moda, era la obsesión. No es lo mismo.
José María Eça de Queiroz (Póvoa de Varzim, 1845-París 1900), a nadie sorprenderá, es uno de los grandes novelistas europeos de la segunda mitad del siglo XIX. Junto a Fernando Pessoa los dos referentes universales de las letras portuguesas, tan olvidadas por aquí, más allá de estos dos autores. Reino de Cordelia, cuya labor de recuperación editorial es encomiable, publica una pequeña (por la extensión, no por su calidad) obra maestra: ’ (136 páginas. 14,95 euros). Obra póstuma de Queiroz, la rescataría su hijo en 1925.
Pero cualquier lector curioso y cómplice de ironías literarias lo agradecerá si no eternamente, al menos durante su lectura. Sí, es una novela en la estela de Flaubert pero con una inmensa retranca lusitana. Inmensa. Hay que moverse con enorme sentido de la ironía para crear la historia del exportador para ultramar, Godofredo da Conceiçao Alves, su socio el gentil y alegre, Machado y la dulce, encantadora y bellísima mujer de Godofredo, Lulú. Quien piense que lo que se encontrará es un triángulo amoroso, que lo olvide: Historia de adulterio, ya se verá. Desmoronamiento de Godofredo, sin duda. Papel de Machado, además de supuesto traidor a su socio, en lo más doloroso, incierto, según los desvaríos del pobre Godofredo aumentan en cada página.
Bodegas Ricla
Una visión deliciosamente crítica y entrañable de una burguesía lisboeta que vive en el más genuino anacronismo de sí misma. Pero José María Eça de Queiroz le da u na vuelta de tuerca al relato y va del costumbrismo al asombro, del asombro a la retranca, de la retranca al final ¿feliz? He ahí la prueba del nueve para el lector. La frase final es la novela, es Queiroz y es su profunda modernidad al abordar la estela de Flaubert. Deliciosa mil veces.
Mayo, Madrid, esas calles que han visto desfilar el cielo y el infierno, a veces el purgatorio, ahí siguen. Cuchilleros es una de ellas, y hacia el número 6 nos encontramos con Bodegas Ricla. Siempre es tiempo de callos en Madrid, y si son los que cocina Ana, el paso es perentorio, obligado, gozoso. Hay vermú, sí, y cecina, y mejillones, pero l os callos revelan una singular hechura. Claro que las tabernas merecen una peregrinación, en año santo o no. Esta es una de ellas.