UN ‘NOIR’ TINTADO DE DENUNCIA

La nueva novela política es negra (en América Latina)

La literatura latinoamericana refunda el realismo y el policiaco en un mismo género. Se viste de ‘noir’ para contar -sin ser vista- corruptelas, autoritarismos, la ausencia de justicia y el fin del sueño revolucionario. Estos son sus protagonistas

La familia de un civil detenido por el ejército de Colombia durante un operativo contra la minería ilegal ruega al comandante de la operación para que no se lo lleve preso Álvaro Ybarra Zavala

Parece periodismo, pero no lo es. La literatura latinoamericana refunda el realismo, se viste de ‘noir’ para contar sin ser vista. El zurdo Mendieta permitió a Elmer Mendoza explorar las entrañas del narcotráfico mexicano. Remil, «hijo de las remil putas», mercenario y ex ... combatiente de las Malvinas, sirvió a Jorge Fernández Díaz para narrar el desmoronamiento argentino. El Dolores Morales de Sergio Ramírez ha contado la violencia, la corrupción y el fracaso del sueño revolucionario del sandinismo, así como la periodista Julieta Lezana y su ayudante, la exguerrillera Johana, asoman el paramilitarismo y la impunidad en ‘Colombian psycho’, la más reciente novela de Santiago Gamboa . Todos tienen en común un territorio, América Latina. Y una verdad: la debilidad del Estado y la ausencia de justicia.

El nicaragüense Sergio Ramírez

La galería de periodistas desencantados, comisarios escarmentados y policías de moral laxa reconvertidos en investigadores de ficción componen un árbol genealógico. Son gente rota que busca justicia con los métodos de quienes saben que no la encontrarán. En un lugar donde los crímenes los cometen los policías y el Estado opera en la sombra, el justiciero y el investigador incorruptible son criaturas inverosímiles. «Si Holmes hubiese ocurrido en México o Colombia, al tercer día haciendo preguntas incómodas contra los poderosos habría acabado en una zanja», ha dicho el mexicano Jorge Zepeda , creador de Los Azules, los protagonistas de una trilogía dedicada a u n México sin redención posible.

El paso de las dictaduras militares a la democracia encontró en el policiaco un territorio fértil. Uno de los autores ‘noir’ más conocidos es Jorge Fernández Díaz

Mientras la novela política se fraguaba en la obra de escritores como Vargas Llosa, Carlos Fuentes e incluso el propio G arcía Márquez , en los años sesenta y setenta surgió una corriente paralela al boom cuyos argumentos se desarrollaron en las fisuras de las incipientes democracias de la región. En ese entonces, autores como el brasileño R. Fonseca y el argentino Osvaldo Soriano echaron mano de la violencia, el crimen y el periodismo para construir un retrato de las sociedades en las que vivían. También se atribuye influencia al mexicano Paco Ignacio Taibo II y al Padura de los noventa, aunque sobre este último existen discrepancias, porque su detective Mario Conde tiene más del Montalbano de Camilleri o el Wallander de Mankell. Hoy, las cosas han cambiado. Y mucho.

Lo político

Argentina ha sido el país sudamericano con mayor cercanía al policiaco canónico. Borges y Bioy Casares se convirtieron en estudiosos y traductores del género. No sólo lo incorporaron a su obra, también crearon la colección ‘El séptimo círculo’ y editaron dos antologías con los mejores relatos. Autores como Ricardo Piglia siguieron aquella estela marcadamente europea. Emilio Renzi, ese investigador que apareció por primera vez en ‘Respiración artificial’, sirvió a Piglia como un álter ego, al mismo tiempo que recuperó el pulso del relato policíaco borgiano .

El paso de las dictaduras militares a la democracia encontró en el policiaco un territorio fértil. Uno de sus autores más conocidos es el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, que comenzó como reportero de sucesos, dirigió la sección política de ‘La Nación’ y hoy firma una obra narrativa que lo ha convertido en el autor ‘noir’ más conocido. Su novela ‘El puñal’, protagonizada por un sujeto de moral elástica que igual salva la vida a puñetazos en un calabozo como recita a Ovidio, demuestra de qué forma la novela negra retrata la política argentina. «La práctica de gobierno en ese país es el calco del quehacer matonil y por tanto propicia para narrar la criminalidad perpetrada desde el Estado». La tesis de Fernández Díaz se confirma en ‘El decálogo del relato policial argentino’, un texto en el que el crítico Carlos Gamerro desgrana una serie de máximas sobre el género en ese país, la primera y más imponente de todas: «El crimen lo comete la policía». A esa continúan los siguientes imperativos: «El propósito de la investigación policial es ocultar la verdad» ; «las pistas e indicios materiales nunca son confiables: la policía llegó primero. No hay, por lo tanto, base empírica para el ejercicio de la deducción». Sin duda, la novena y décima aportan los rasgos esenciales del policiaco latinoamericano: «Los detectives privados son indefectiblemente ex-policías», por lo que se investiga con el propósito de descubrir «la verdad, nunca obtener justicia».

La argentina Claudia Piñeiro

A diferencia de Europa, donde el policiaco y el negro cuentan con una amplia nómina de autoras, en América Latina hay pocas. Destaca Claudia Piñeiro por la contundencia de su escritura. Ganadora de los premios LiBeraturpreis, Sor Juana Inés de la Cruz, Pepe Carvalho de novela negra y Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, Piñeiro tiene una visión certera sobre l a naturaleza híbrida del género. «Dice Mempo Giardinelli que cualquier escritor latinoamericano atento, que mire hacia los dos lados cuando escribe, termina haciendo una novela social, policial y yo agrego novela política. Sherlock Holmes es otra cosa, la que se hace en América Latina tiene que ver con la realidad. Pienso en el ‘Abril rojo’, de Santiago Roncagliolo , es una novela más política, pero indudablemente negra, porque da cuenta de una violencia que es común a toda la región».

Lo moral

En el relato negro anglosajón, un policía o un investigador tienen el respaldo de las leyes y las instituciones judiciales, explica Sergio Ramírez a propósito de su trilogía de novela negra protagonizada por el ex guerrillero y comisario Dolores Morales, una serie que relata la violencia y corrupción en Nicaragua. La saga comenzó con ‘El cielo llora por mí’, en 2008, continuó con ‘Ya nadie llora por mí’, en 2017, y continuó con ‘Tongolele no sabía bailar’, que le valió al escritor una orden de detención emitida por el régimen de Daniel Ortega.

«Para mí la novela negra se vuelve un método de explorar la realidad contemporánea. Siempre que la realidad política sea anormal, esa será la atmósfera en que mi inspector Morales se moverá, como personaje que tiene una historia ligada a la revolución, y debe vivir la contradicción entre lo que esa revolución fue, y el remedio que ahora es. Y enfrenta la corrupción, el abuso de poder, desde una perspectiva que deberíamos llamar ética», explica el Premio Cervantes Santiago Gamboa, que no pertenece a esa generación, pero comparte algunos puntos de vista con el nicaragüense.

El colombiano Santiago Gamboa

«De un modo más amplio, diría que es hoy la forma más común y verosímil de la novela realista. En el caso de Colombia, y supongo que también en Centroamérica, México o Venezuela, por poner sólo algunos casos, el escritor que indaga e interroga la realidad en la que vive acaba sumergido en una tal marea de crímenes, corrupción, cinismo y violencia que es imposible abstraerse de esto. Su anhelo estético de realismo acaba teñido por el ambiente que lo circunda». Identificada con la denuncia social y la posibilidad de arrojar luz sobre las desigualdades , la novela negra es una mirada crítica. Refleja aquellos aspectos de la realidad que son incómodos. Donde no llega el periodismo lo hace ella y así ha sido desde sus inicios. En tiempos de crisis, el negro se fortalece, pero cuando una sociedad vive inmersa en la violencia y la impunidad, en el desmán y el exceso, en la corrupción moral y política, pasa de ser una corriente literaria a transformarse en indicio de algo más profundo. Parece periodismo, pero no lo es.

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