LIBROS
Novela negra japonesa, el crimen con códigos propios
En el «noir» nipón se da una mirada nativa, tamizada por los protagonistas de su Historia, pero también foránea, que sitúa sus ficciones en un escenario tan contenido como perturbador. He aquí los nombres de una literatura muy en boga

El sushi, las geishas, el manga, Haruki Murakami , Marie Kondo , Oliver y Benji , Candy Candy , los videojuegos de Sega, el harakiri… es infinita la lista de símbolos y tópicos que Occidente atesora sobre Japón. Antes de la pandemia ... y gracias, entre otras razones, al abaratamiento de los vuelos y la gran oferta de narrativa en librerías, y de películas y series niponas en las plataformas digitales, el mundo comenzaba a superar tímidamente el eterno concepto de «fascinación», asociado ipso facto a la cultura japonesa, para empezar a hibridarse con ella más allá de los estereotipos.
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Ahora, el confinamiento ha cancelado viajes y agotado el gusto de muchos por el consumo de contenidos audiovisuales, pero la literatura, y sobre todo la literatura más negra, se ha salvado de la quema, convirtiéndose en uno de los pocos canales activos para favorecer la mencionada fusión cultural, en la que ocupa un lugar destacado la comprensión de Japón a través de su crimen. Buena muestra de ello es la reciente publicación en nuestro país, por parte de Salamandra, de Seis Cuatro , el éxito internacional de Hideo Yokoyama (Tokio, 1957), una novela con apariencia de thriller que desafía las convenciones del género y, tal y como explica su editora en España, Anik Lapointe, «sumerge al lector en un universo desconocido, que hipnotiza más por la prosa que por la acción».

Labor editorial
«En Seis Cuatro , Yokoyama relata el dolor de un padre ante la pérdida de su hija y, a partir de esta emoción particular, profundiza en la complejidad de las relaciones interpersonales en una sociedad muy cerrada que aquí, gracias al excelente trabajo del autor tokiota, se abre un poco a nuestra mirada occidental. Se trata de una novela que no se parece a ninguna otra, de un texto escrito con una ambición cumplida con creces; de un descubrimiento». Las palabras de Lapointe pueden parecer exageradas, pero no lo son. Todo el que sea capaz de adentrarse en las páginas del libro y doblegarlas -porque Seis Cuatro también es un reto- no tendrá más remedio que compartirlas. Lo que logra Yokoyama con su historia, cuyo título hace referencia al expediente de un caso de secuestro no resuelto y a punto de prescribir, nombrado con la fecha en que se produjo, el último año de la era del emperador Hirohito, es generar en el receptor la inquietud poco común que solo provoca la duda entre la realidad y el delirio.
Hay más tristeza, poesía y sensibilidad que en la novela negra americana o nórdica
Construida con una maestría que recuerda el vértigo azuzado por el Nobel británico Kazuo Ishiguro en Los inconsolables (Anagrama), una de sus obras menos conocidas y, sin embargo, más magnéticas, Seis Cuatro se convierte en la punta del iceberg que consolida la difusión en nuestro idioma de la ficción criminal japonesa contemporánea; un proceso que tiene su base en la encomiable labor de las editoriales especializadas Quaterni y Satori, responsable la primera, entre otros muchos rescates, de la publicación de Asesinato en la estación termina l, uno de los populares misterios de trenes de Kyotaro Nishimura (Tokio, 1930), y la segunda, de la transgresora producción de Edogawa Rampo (Nabari, 1894), padre de Los casos del detective Kogoro Akechi y creador del Ero-guro, un movimiento artístico que se centra en lo grotesco y multiplica por mil el efecto del Pulp .

Siguiendo el rastro de estos sellos monográficos e incluyendo en sus catálogos, más variados, el suspense japonés, Emecé presentó entre sus novedades hace ya algún tiempo la injustamente descatalogada Out , de la novelista Natsuo Kirino (Kanazawa, 1951), un ajuste de cuentas con intenciones comerciales, tintes feministas y mucha sangre, muy alejado de la sobriedad que caracteriza las propuestas de Seicho Matsumoto (Kotura, 1909), la elección de Libros del Asteroide, que hasta ahora se ha hecho con dos de sus tramas, El expreso de Tokio y La chica de Kyushu , narraciones de estructura clásica, donde resulta evidente la influencia de las grandes figuras del policiaco anglosajón.

Sin embargo, salvando este contagio estilístico, la intriga nipona posee una huella propia y peculiar, cercana a la cadencia a medio camino entre el romanticismo y la barbarie del cine de Takeshi Kitano. Para el librero especializado en noir Raúl Blasco, «en ella hay una tristeza mayor que en la novela negra americana o en la nórdica, un grado más de sensibilidad y de poesía, concentrado en la dureza de los personajes y de un relato que, por lo general, recurre a la violencia, pero descrita con una sutileza muy particular».
Blasco destaca otra característica: el hecho de que Tokio no solo sea el escenario escogido por los novelistas nacidos en Japón, considerado por las estadísticas uno de los países más seguros del mundo, sino también un punto clave en la cartografía literaria universal más actual, como en otro tiempo lo fueron París o Nueva York; el lugar donde se cometen los crímenes imaginados de numerosos creadores extranjeros , atraídos por la hermética estructura social y la gélida visión del delito de la nación insular.
Visión del delito
A propósito de esta última, también se pronuncia el periodista Antonio Lozano, autor del novísimo ensayo sobre narrativa criminal Lo leo muy negro (Planeta) y filtro del catálogo policiaco de RBA, que cuenta en su lista de true crimes con la excepcional crónica Devoradores de sombras , de Richard Lloyd Parry (Reino Unido, 1969), la revisión de uno de los crímenes más sobrecogedores acontecidos en Japón, el de la azafata británica Lucie Blackman a manos del violador en serie Joji Obara ; un A sangre fría a la japonesa que, a partir de la misteriosa desaparición de Blackman disecciona con pericia el sistema judicial nipón. «En Japón -reflexiona Lozano- el grupo está por encima del individuo y cualquier crimen, ya sea pasional, financiero o motivado por la corrupción, trasciende lo particular para erigirse en una ofensa a la comunidad, multiplicando así la perplejidad que genera. Además la inflexibilidad de las jerarquías y la reglamentación de la conducta provocan que a menudo el ataque sea escabroso, enfermizo y retorcido… cae el muro de contención y la pulsión se libera de un modo cruel».
La intriga nipona posee una huella peculiar y propia entre el romanticismo y la barbarie
Así lo vemos, por ejemplo, en Ella duerme aquí (Siruela, 2018), de la francesa Dominique Sylvain (Thionville, 1957), que nos lleva de la mano por el sórdido barrio de Kabukicho; o en Tokio, año cero (Reservoir Books, 2013), del implacable David Peace (Reino Unido, 1967); y por supuesto en La luz azul de Yokohama (Salamandra, 2019), de Nicolás Obregón (1984), inspirada en el asesinato real y todavía sin respuesta de una familia al completo. Para este escritor británico, de padre español, «Japón es un gran personaje repleto de contrastes ; de rascacielos corporativos sobrecogedores y una densidad de población abrumadora; pero también de islas deshabitadas y templos solitarios, perdidos en bosques de bambú; una invitación constante a describir algo que se niega a ser definido».
Además, enfatiza Obregón para concluir su reflexión sobre este país que, en lo referente a la sangre se cuenta a dos voces , la nativa, tamizada por los protagonistas de su Historia, y la foránea, incapaz de resistirse a ubicar sus ficciones en un escenario tan contenido y, a la vez, tan perturbador, «en Japón, donde la policía puede detener a una persona durante 23 días sin imputarle delito alguno y más del 99% de los casos enjuiciados terminan en condena, continúa vigente la pena de muerte . El método es la horca».
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