LIBROS
Matar y morir en batalla a lo largo de los siglos
Margaret MacMillan dibuja una cartografía de la guerra en los cinco continentes con disciplina, rigor y obstinación
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Iniciar sesiónDurante la mayor parte de la historia de la humanidad, la guerra ha gozado de una excelente reputación . Tanto por su papel en la defensa de monarcas y dinastías, como en el nacimiento y evolución de imperios y naciones, ha sido considerada parte ... de una evolución positiva del ser humano a escala global. La actitud filobelicista no tiene que ver con el supuesto etnocentrismo europeo , al que últimamente corresponde cargar con todas las culpas. Por el contrario, la guerra ha forjado fronteras y naciones en todos los continentes . Como innovador método de liquidación de enemigos, ha sido practicada en todas las partes y tiempos. Ha aparecido en la pacífica Suecia, la milenaria China, el Japón feudal, o el imperio de los aztecas, que la colocaron en el centro de su visión del mundo.
En esta síntesis, tan necesaria en tiempos de confusión entre la mentirosa memoria de 'buenos y malos' y la verdadera historia, la gran historiadora de Oxford Margaret MacMillan aborda el problema como corresponde, con disciplina, rigor y obstinación. La guerra, nos cuenta en los nueve capítulos que componen el volumen, nos saca lo mejor y lo peor . Por un lado, la «parte bestial» de nuestro ser, la «marca de Caín». Por otro, un componente heroico, generoso y angélico. Su pretensión radica en convencer al lector de que «la guerra no es una aberración, algo que es mejor olvidar lo antes posible. Tampoco es simplemente la ausencia de la paz, que sería el estado normal de las cosas». En su convincente opinión, existe un vínculo íntimo entre guerra y sociedad humana. Ni estamos a salvo de ellas, ni podemos explicar nuestro presente sin tenerlas en cuenta. Otro elemento crucial, en opinión de la autora, radica en que «la guerra es, en esencia, violencia organizada, pero las distintas sociedades libran diferentes tipos de guerra». Los nómadas la hicieron en movimiento. Los sedentarios levantaron murallas y fortificaciones. En tierra y mar, la participación en la guerra se consideró derecho y deber de los ciudadanos. Lejos de cierta historiografía seudopacifista , dedicada a reiterar que los «pobres ciudadanos» eran encaminados por sus gobiernos al matadero que era el campo de batalla, aquí la perspectiva es la opuesta. Las opiniones públicas, avasalladoras, obligaron a los gobiernos europeos, caso habitual durante el nacionalista siglo XIX, a involucrarse en conflictos terribles.
Tanto en agosto de 1914 como en septiembre de 1939, si pensamos en ambas guerras mundiales, fue tal el desprecio y la enajenación mental respecto a los enemigos, considerados infrahumanos . La economía de la guerra, razones, recursos, tipo de combate y formas de jerarquía militar, gran especialidad de la autora, se analizan en distintos capítulos. En el octavo, 'Controlar lo incontrolable', MacMillan llega a una sabia conclusión: «No es el momento de apartar la mirada de algo que puede parecernos abominable. Hoy más que nunca, tenemos que pensar en la guerra». El reciente despliegue de tecnología destructiva , su capacidad de aniquilación humana total, lejos de ponerla en duda, le otorga toda la razón.
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