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Mary Beard, un péplum impecable

Lo mejor de la historiadora británica Mary Beard, flamante premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, está en «SPQR», síntesis de sus estudios sobre la antigüedad romana

Mary Beard, autora de «SPQR» Shutterstock
Luis Alberto de Cuenca

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El péplum cinematográfico actual equivale a lo que llamábamos cuando éramos pequeños, allá por los últimos 50 y primeros 60 del siglo XX, «cine de romanos». Pues bien, Mary Beard , catedrática de Clásicas en el Newnham College de Cambridge, Inglaterra, y responsable de temas grecolatinos en el «Times Literary Supplement», publicó en 2015 una monografía de Historia romana, traducida ahora al español por Silvia Furió, que podría perfectamente convertirse en el guión de un péplum del siglo XXI, pues está narrado con una capacidad extraordinaria de sugerir imágenes en el lector . Beard parte de la obra de Marco Tulio Cicerón (veintiocho volúmenes en la edición bilingüe de la Loeb Classical Library), en la idea de que, leyendo al orador y filósofo romano nacido en Arpino, asiste uno en primera fila de patio de butacas a la vida romana del siglo I antes de Cristo sin necesidad de montarse en la máquina del tiempo inventada por H. G. Wells .

Fecha fabulosa

Cicerón nació en 106 a. C . y fue asesinado por orden del triunviro Marco Antonio en 43 a. C. La Historia de Roma de Beard es mucho más amplia: comienza en la fecha fabulosa de la fundación de Roma, 753 a. C., y se prolonga hasta la época del emperador Caracalla (211-217 después de Cristo), concretamente hasta el segundo año de su reinado, 212 d. C., cuando por orden suya se extiende la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del imperio. Pero una y otra vez la historiadora británica vuelve a Cicerón , sirviéndose de abundantes «flashforwards» y «flashbacks» que van desarrollando la marcha de la Historia romana desde sus orígenes míticos y monárquicos a los gloriosos tiempos de la república y a los dos primeros siglos del imperio.

Como clasicista que soy, me fascinan las historias de Grecia y de Roma bien contadas, pues de Grecia y de Roma venimos cuantos formamos parte hoy del mundo democrático occidental , de Grecia y de Roma aprendimos cuanto sabemos de filosofía y de derecho, en Grecia y Roma se originan nuestros géneros literarios, y nuestra concepción de la ciencia es, sin duda, de raíces grecorromanas.

No hay una Historia tan permeable al «voyeurisme» como la romana, y no solo referido a guerras internas, sino también a intimidades de sus protagonistas

Pero entre la Historia de Grecia y la Historia de Roma ha habido siempre, en mi opinión, una clara y notoria diferencia a favor de la segunda en lo que atañe al interés lector. Tanto la monarquía romana, contada por Tito Livio en su «Historia» -parcialmente llegada hasta nosotros-, como la república, con su política de expansión de las águilas de Roma por todo el Mediterráneo, y el imperio, con esa morbosa y siempre novelesca acumulación de poder en una sola persona , son etapas apasionantes para ir siguiéndolas en las narraciones que de ellas nos han dejado los cronistas antiguos y nos ofrecen a diario los modernos historiadores.

No hay una Historia tan permeable al cotilleo y al «voyeurisme» como la romana, y no solo referidos a guerras internas, trifulcas sociales o enfrentamientos con enemigos exteriores, sino también, y sobre todo, a intimidades de sus protagonistas, siguiendo el curso de las noticias conservadas acerca de las monarquías helenísticas, especialmente sobre la corta y heroica vida del gran conquistador Alejandro Magno . Las obras históricas de autores como Tácito y Suetonio resultan paradigmáticas en este sentido. Por ellos conocemos la letra pequeña de la Roma cesárea, su intrahistoria más recóndita.

Emperatriz de Roma

De Mary Beard ha dicho mi maestro y amigo Carlos García Gual , como puede leerse en la sobrecubierta del libro, que «escribe con singular maestría y sabe unir la erudición actual más refinada con un estilo narrativo tremendamente vivaz ; refleja el dramatismo de los momentos clave de la Historia y retrata a sus personajes con tremenda agudeza». Y nuestro aclamado novelista de temas romanos Santiago Posteguillo se refiere al libro que nos ocupa en los siguientes términos: « "SPQR" es la obra cumbre de Mary Beard : un auténtico viaje al pasado para entender la antigua Roma desde los reyes hasta los emperadores. Siempre rigurosa, ingeniosa y amena, Mary Beard es, para mí, la augusta Beard, la auténtica emperatriz de Roma en el siglo XXI». Una Beard que ha esperado décadas antes de redactar esta síntesis definitiva de sus estudios históricos sobre la antigüedad romana, y que desde la atalaya de sus sesenta años -a esa edad exacta publicó la edición original de «SPQR», ya que nació en enero de 1955- es capaz de ofrecernos una visión cabal y completísima de la Historia institucional y socioeconómica de Roma sin renunciar por ello a narrar de forma más que fascinante, al estilo «herodoteo» o «gibboniano» , los apasionantes episodios que jalonan su devenir.

Mapas, bibliografía, cronología, ilustraciones e índice alfabético ayudan a configurar el plano de excelencia comunicativa -informativa y formativa a la vez- por donde discurre esta Historia de Mary Beard, auténtica proeza de una autora que ya nos había deleitado con otras obras historiográficas muy bien estructuradas y enjundiosas, como «Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana» (Crítica, 2009, sobre la que la BBC realizó una espléndida serie documental), o «La herencia viva de los clásicos». «Tradiciones, aventuras e innovaciones» (Crítica, 2013, un viaje guiado por el mundo grecorromano, desde el palacio de Minos en Cnoso (Creta) hasta el imaginario poblado de Astérix, último bastión de los galos frente al poderío de Roma.

Nadie se llamó Cayo

Y no caigo en el tópico de afirmar que SPQR se lee como una novela, porque hay novelas aburridísimas, y no quiero que nadie piense que la Historia romana de Mary Beard se lee como una novela de Faulkner o de Proust. Hay que pensar en novelistas chispeantes como Stevenson, Zévaco o S. S. Van Dine para dar una idea del placer que proporciona la lectura de esta obra de Beard.

Ni el hecho de encontrarnos con numerosos «Cayos» a lo largo del libro (¡cuántas veces habremos de repetir que nadie se llamó Cayo en la antigua Roma, y que la C inicial de personajes como César o Casio no es más que una grafía arcaica que enmascaraba nuestra G!) ha impedido nuestro intenso disfrute de esta Historia de la antigua Roma, que recomiendo por igual a cualquier tipo de lector, desde el especialista más conspicuo hasta cualquier víctima de la LOGSE que quiera redimirse.

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