LIBROS
Maggie O'Farrell: ser o no ser, esa es la cuestión
La muerte del hijo de Shakespeare es el suceso alrededor del cual gira la última historia de la autora irlandesa, ‘Hamnet’
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Iniciar sesión‘Sigo aquí’, en la que Maggie O’Farrell (Irlanda, 1972) memorizaba su cercanía con la muerte se titulaba, en su idioma ‘I Am I Am I Am’ acaso respondiendo al eterno dilema del torturado y torturante príncipe dinamarqués . De ahí que pueda ... bromearse en serio con que su aproximación a lo shakesperiano era inevitable. Lo que también podía preverse es que una escritora original y sutil como ella lo haría de la mejor manera posible. Así ‘Hamnet’ (omnipresente en listas de lo mejor del 2020, así como merecedora de varios premios respetables) se inscribe en esa suerte de subgénero que es la novela con figura de alguien muy conocido de manera lateral y, a menudo, a partir de un vínculo familiar. Pero lo de O’Farrell tiene una gracia añadida: porque se sabe que aquel de quien tan poco se sabe, William Shakespeare, puede funcionar como persona tanto como personaje.
Así, O’Farrell aquí teje con los escasos hilos de lo verificado para acabar colgando un tapiz donde la figura principal no es «El Gran Bardo» sino su mujer: la huérfana Anne «Agnes» Hathaway , a quien un Shakespeare de dieciocho años desposó en Statford-upon-Avon, cuando ella tenía veintiséis y ya estaba embarazada de tres meses (la suya no es una relación sencilla aunque sí apasionada, y O’Farrell apuesta aquí a favor de la idea de la musa muy carnal).
Peste bubónica
El tercero de los hijos de la pareja -favorito del padre- nacerá en 1596, será bautizado como Hamnet (variación aceptada y común del nombre Hamlet) y morirá a los once años por causas desconocidas. O’Farrell propone que fue una de las tantas víctimas de la peste bubónica (el tramo en el que se describe la llegada de la peste desde los puertos del Mediterráneo es magistral) y subraya lo que se supone cierto más allá de toda incertidumbre: Shakespeare jamás se repuso de la pérdida . Y teoriza que esa ausencia constante fue la semilla para la creación, cuatro años después, de acaso el más grande entre sus ‘greatest hits’ (una reciente y buena película dirigida por Kenneth Branagh , ‘All Is True’, explora el mismo crepuscular territorio).
Pocas cosas hay más universales que el comienzo del amor y el dolor por la muerte de un hijo
Así la novela de O’Farrell acaba siendo una vasta exploración del pesar sobre las tablas de un pequeño y privado escenario que también consigue representar al mundo entero , porque pocas cosas hay más universales que el comienzo del amor y el dolor por la muerte de un hijo.
Paciente inglés
Envolviendo a estos corazones en llamas primero y rotos después, una brillante puesta de lo isabelino , la pequeña pero terrible mordida de una pulga, y la esquiva y lejana sombra del dramaturgo (O’Farrell nunca lo llama por su nombre; el pasaje en el que Agnes viaja a Londres en su busca es otro de los grandes momentos de la novela) con prosa que pasa de la turbia calma al plácido arrebato. Todo cortesía de Agnes -a quien Shakespeare legó en testamento «mi segunda mejor cama»- inscribiendo su nombre en esa tradición en la que, probablemente, su cumbre sea aquello que hizo Michael Ondaatje al reinventar al cartógrafo y conde húngaro László Almásy en su obra maestra de 1992. Y, sí, de algún modo, y a su manera, el expirado pero tan inspirador joven Hamnet es otro paciente inglés.
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