ARTE
La lúcida voz salvaje de Ana Barriga
La andaluza, que parte la pana en el extranjero, no se olvida de Sevilla, donde tiene sus orígenes como referente pictórico. Nueva serie en la galería Birimbao
Iván de la Torre Amerighi
Deprisa, deprisa. Como el filme de Carlos Saura . Siempre mirando hacia adelante. Así es como fluye la vida de muchos artistas cuando alcanzan el reconocimiento internacional (ya sea por la fortuna crítica o mercantil). Sin mirar atrás. Ana Barriga (1984), sin embargo, ... es una persona (por encima, de creadora) sencilla, agradecida, que mira hacia adelante, hacia sus proyectos en México, Nueva York, Seúl, Hong Kong… Pero también valora sus orígenes como fórmula para mantenerse serena en la vorágine. Volver a Sevilla, la ciudad a la que se trasladó desde su Jerez natal, donde estudió y vivió, es acercarse a un entorno familiar, seguro.
Un referente, al alza
Apenas al entrar en la galería Birimbao se nota. Cautiva. El lenguaje de Barriga es tan personal, tan propio, que se hace inmediatamente reconocible. Ello no implica que no se puedan rastrear raíces estéticas e incluso generacionales , esas que ha sabido moldear a su gusto, otorgándoles una forma genuina. Situada entre una nómina de pintores andaluces -especialmente hispalenses- que frisa la cincuentena, de la que aprende y toma consejo en su etapa formativa, y una que apenas cuenta con veintipocos, para la que se alza como referente.
Siempre hay conexión entre obra y vida. O mejor, entre arte y vivencia, ya de una realidad constatable, ya de una realidad ensoñada, quizá visionaria. También con la Historia del arte: la mezcla de técnicas -esmaltes, espray, óleo, rotulador- la acercan a las fronteras de lo liminar, urbano, contracultural; el conocimiento de los resortes de la tradición se modula con inteligencia desbordante: baste observar la generación de la profundidad sin fondo, como en 'Reina de corazones' (2021) o 'Besitos en la playa' (2022), sobre la forma o, más bien, dentro de ella.
En otras ocasiones, el grafiti retoca la forma, magnifica la representación de un pentimento , que paradójicamente se invierte y revela: el bello corcel nacarado e impoluto transformado en unicornio en corveta sobre un rostro desconcertado. O la vandálica cruz premonitoria sobre la sonrisa de una 'bella salvaje', en 'Vida loca' , que recuerda a las beatas bretonas de Gauguin o a las pícaras holandesas picassianas.
¡Y tan 'cuqui'!
Explicar las fuentes de la que bebe no es sencillo. La artista trasdosa con inteligencia el ámbito de los lenguajes y también subvierte el estricto marco de lo pictórico. Mucho se ha escrito sobre la influencia del Pop en su obra, y se hace evidente la revalorización del objeto cotidiano, mundano, prescindible y 'kitsch', pero reinterpretado al modo de Oldenburg en 'The Store'; mucho también sobre el optimismo y la alegría de vivir que desprenden sus piezas. Ello únicamente sería un análisis superficial de una propuesta que exige mucho más. Tras la apariencia inocente queda una sensación de extrañeza y desasosiego imprecisos, un sesgo de la estética actual -como lo define May en 'El poder de lo cuqui' (controvertida traducción del término inglés 'cute').
Volvámonos hacia 'Candy Eye'. Enmarcados entre dos piezas independientes forradas de negro terciopelo (luto y lujo) , signos de admiración, interrogación o ambas cosas, dos rostros, cual máscaras teatrales griegas de Melpómene (tragedia) y Talía (comedia), se superponen inseparables. Alegría y llanto tras un breve gesto y una inapreciable lágrima. Barriga ha entendido mejor que muchos el sentido de la vida y la función última del arte.
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