José Luis Garci - TELEGRAMAS CINÉFILOS
Ethan Edwards: una interpretación
‘Centauros del desierto’, de John Ford, es un western de belleza excepcional. Una obra sombría, misteriosa, sensible y dura
José Luis Garci
Una calurosa tarde de junio, muy oscura, de esas de bochorno, salí disparado del Banco Ibérico -donde trabajaba de auxiliar administrativo- pasadas las siete y diez. Subí la Gran Vía a paso ligero, como los atletas marchadores. El Ibérico estaba en el número ... 18 de la (entonces se la llamaba así) Avenida de José Antonio. Para llegar al cine Callao , tenía que recorrer alrededor de ochocientos metros. Lo cierto es que antes de las siete y veinte ya había sacado mi ‘señorial’ butaca de Entresuelo -no tuve que guardar cola- y hasta me sobró tiempo para echar una última mirada a John Wayne, ‘Ethan’, en pleno Monument Valley , montado a caballo y con el rifle en la mano derecha, un Wayne que ocupaba toda la fachada principal del cine; en la otra cartelería, la que daba a la calle Jacometrezo, también estaba John, pero compartiéndola con Jeffrey Hunter y Vera Miles . Entré en la sala lamentando haberme perdido el No-Do , pues, en su sección de Deportes, anunciaba un reportaje sobre ‘Sugar’ Ray Robinson . Nada más sentarme, se apagaron las luces y apareció en la pantalla, a todo color y en VistaVisión , todavía a través de las cortinas, que se descorrían con lentitud, ‘Warner Bross. presents’ . Un par de horas después, al salir a la calle, aún era de día, mientras caminaba hacia la Puerta del Sol por una abarrotada calle Preciados en busca del ‘20’ (el autobús que me llevaba a casa), seguía aturdido, como sonámbulo, sin recuperarme del impacto que me había producido contemplar una de las más grandes obras maestras que nos ha regalado el cine. Como sabemos, John Ford no tiene, al contrario que otros colegas suyos, ‘una’ mejor película. Su ‘mejor película’ son diez o doce. ‘La diligencia’, ‘Qué verde era mi valle’, ‘El hombre tranquilo’, ‘Escrito bajo el sol’, ‘Cuna de héroes’, ‘Misión de audaces’, ‘Fort Apache’, ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ , ‘La taberna del irlandés’, ‘7 mujeres’ … y, desde luego, ‘Centauros del desierto’ . Podría añadir ‘Las uvas de la ira’, ‘Mogambo’, ‘El sol siempre brilla en Kentucky’, ‘La legión invencible’ o ‘Pasión de los fuertes’ . Insisto, cada una de ellas ‘es’ la mejor película de John Ford. Con todo, ‘Centauros del desierto’ tiene algo especial. (Por una vez, reconozcamos que el título español supera el original, ‘The Searches’ , ‘los rastreadores’.) ‘Centauros’ es un western de belleza excepcional, donde la presencia del aire la captó Ford igual que Velázquez en ‘Las Meninas’ . Una obra sombría, misteriosa, sensible y dura, tan abstracta e impenetrable como alguna de Lang , serena y crispada al mismo tiempo, y con la presencia -como siempre en Ford- de un paisaje con vocación de eternidad, que aquí te deja sin aliento. El color, gracias al sistema VistaVisión, se transforma en un personaje más. Todos los buenos aficionados conocen este film, quizá, hoy, el más respetado y admirado del maestro. Por eso, ahora sólo quiero añadir que, desde aquella mi primera vez en el cine Callao, siempre he creído que Debbie , la niña de nueve años raptada por los apaches, no es la sobrina de Ethan, sino su hija, y que tanto él como la madre, Martha (la esposa de su hermano Aaron ), siguen amándose incluso más que cuando se conocieron. Pienso que al quedarse Martha embarazada, Ethan decidió, antes que enfrentarse a su hermano, y, probablemente matarlo, abandonar el rancho, desaparecer, irse, primero, a la Guerra de Secesión , donde peleó en el bando perdedor, y luego, al terminar la contienda, no hay que descartar que vagabundeó por el lado oscuro. Es posible que atracara bancos en la frontera mexicana. Su hermano siempre sospechó. Recordemos que, al regresar Ethan, no le recibe con ningún afecto. Enseguida le pregunta cuánto tiempo piensa quedarse. Como respuesta, Ethan le lanza sobre la mesa un puñado de monedas relucientes, ¿producto de un robo? Aaron observa cómo Martha mira a Ethan. No es el único que intuye ese gran amor. El reverendo Sam Clayton , al mando de una patrulla de colonos organizada para ayudar las granjas vecinas de los ataques indios, también se da cuenta del cariño con que la mujer acaricia el capote militar de Ethan (igualmente, sabemos que Clayton no lo comentará jamás). Casi todo Ford son remembranzas de amores perdidos. Ethan es el personaje con más vida interior, y anterior, que filmó ‘Pappy’ -y no me olvido de ‘Spig’ Wead ( ‘Escrito bajo el sol’ ), Tom Doniphon ( ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ ) o Nathan Brittles ( ‘La legión invencible’ )-, un tipo taciturno, amargado y asocial -nunca tendrá hogar; su hogar es el desierto-, un hombre solitario (como Shane) que atesora la miticidad de los héroes trágicos de Homero o Esquilo. Y cuando Ford le rodea con el tema musical ‘Ann Rutledge’ , su preferido -lo había usado en ‘El joven Lincoln’ y después volverá a introducirlo en ‘Liberty Valance’-, me parece que, justo entonces, brotan los momentos más hermosos, conmovedores y melancólicos que nos ha regalado el cine a lo largo de cien años de historia. Nadie que haya visto el comienzo y el final de la película, podrá olvidar esos planos. ‘Let’s go home, Debbie’ , le dice Ethan a su hija. La devuelve a su hogar. Ethan Edwards asume finalmente que Debbie, a la que ha buscado durante años, ha sido la mujer del jefe apache, y por primera vez, piensa en ella y no en él. Tras dejarla unida de nuevo a los suyos, vemos como él, antes de que se cierre la puerta, se encamina hacia el horizonte convertido ya en un fantasma.
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