Jorge Fernández Díaz - CONTACTO EN BUENOS AIRES
José Claudio Escribano, una leyenda viviente
Lector incansable e interlocutor de tantos escritores, acaba de retirarse de la subdirección del diario argentino ‘La Nación’
Jorge Fernández Díaz
Cenamos una noche con Carlos Fuentes en el Jockey Club de Buenos Aires, y nos explicó en detalle por qué ni él ni García Márquez se habían dejado engañar nunca por el «socialismo del siglo XXI». El anfitrión era su gran amigo ... José Claudio Escribano , que acababa de retirarse de la subdirección del diario ‘La Nación’ . Escribano fungía entonces como mi jefe máximo y le habíamos organizado hacía pocas semanas una despedida multitudinaria en la redacción, acorde a lo que realmente era: una leyenda viviente de la prensa latinoamericana.
Traicionar la confianza de muchos
Esa noche, mientras Escribano cruzaba confidencias con Fuentes, le pregunté por lo bajo a su mujer cómo se tomaba el retiro. Rita me hizo una mueca escéptica , y yo insistí: «Dijo que se abocaría a sus memorias». Rita negó con la cabeza: «Nunca las va a escribir», susurró. Tal vez le suceda –pensé– lo que a muchos memorialistas: abandonan la empresa porque para hacerla jugosa y picante deben traicionar la confianza de muchos, y Claudio es incapaz de violar siquiera un ‘off the record ’.
Los años transcurrieron y las memorias brillaron por su ausencia, pero grande fue nuestra sorpresa cuando hace unos días apareció en la Argentina un libro robusto donde dos reporteros incisivos lo interrogan: ‘Escribano, 60 años de periodismo y poder ’ (Planeta).
«Grande fue nuestra sorpresa cuando hace unos días apareció en la Argentina un libro robusto donde dos reporteros incisivos lo interrogan»
Allí el gran columnista y editor recorre su frondosa vida profesional, que se funde con la mismísima historia del país . Lo que importa a este artículo, sin embargo, es la vocación cultural de Escribano y la fábrica literaria de un periódico sudamericano fundado por un escritor ( Bartolomé Mitre ), donde publicaron de manera habitual Darío y Martí , donde se ganaron la vida Ortega y Gasset y Unamuno , y donde Escribano compartió oficina con Manuel Mujica Láinez , fue compañero de Tomás Eloy Martínez , intentó seducir infructuosamente a Osvaldo Soriano y recibía consejos periodísticos por escrito de Adolfo Bioy Casares .
Todavía no explica el Hombre (como lo llaman en la sala de redacción) quién sustrajo del archivo los originales de ‘Funes, el memorioso’, mítico cuento de Borges que se publicó por primera vez en el viejo suplemento; también desaparecieron de allí los manuscritos de ‘Límites’ y de ‘El poema de los dones’.
Más larga que la literatura argentina
La última vez que Escribano vio a Borges fue en ese mismo diario, donde cenaron tardíamente unos espaguetis . A pesar de su ceguera, Borges los manejaba con habilidad, pero esa noche estaba malhumorado con ‘La historia de la literatura argentina’, de Ricardo Rojas. «Notable que tenga tantos volúmenes –dicen que sostenía con sarcasmo-. Es más larga que la literatura argentina». Y comenzó a criticar concepto por concepto, y a rematar siempre con la misma letanía: «Y Rojas de eso no se acordaba» .
Hasta que al final le dijo a Escribano: «Rojas era de una desmemoria minuciosa». Quizá la imagen que describe mejor al Hombre, al lector incansable y al interlocutor fervoroso de tantos escritores, se encuentre en la página 206 del libro. Durante la penúltima mudanza del diario, cuando ya no quedaba nada, y como un capitán que abandona a último momento su buque adorado, Escribano salió finalmente por la puerta: cargaba con amor un busto de Rubén Darío.
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