entrevista
Ryan Gosling: «Es rarísimo que me consideren un sex-symbol»
El actor protagoniza «Gangster Squad», thriller mafioso ambientado en Los Ángeles de finales de los 40
angélica martínez
De un tiempo a esta parte, la cotización de Ryan Gosling no ha hecho más que subir, demostrando que ni mucho menos es flor de un día, sino uno de los talentos en alza indiscutibles de Hollywood. «Drive», «Crazy, stupid, love», «Los idus de marzo» ... y la inminente «Blue Valentine» son los últimos trabajos de un actor que ha entrado en la órbita de todo un Terrence Malick y que volverá a sorprendernos con «Only God forgives», su nuevo filme junto a Nicolas Winding Refn. Ahora es uno de los protagonistas de «Gangster Squad» , filme basado en la vida real del mafioso Mickey Cohen, a quien da vida Sean Penn. La historia se sitúa en Los Ángeles en 1949, cuando la ley seca imperaba en el país y los delincuentes convirtieron la capital del cine en una ciudad sin reglas. Para cambiar las cosas llega el sargento Jerry Wooters, a quien da vida Gosling.
—¿Qué le atrajo del proyecto? ¿Quizá su estilo de cine negro clásico?
—Desde luego. Siempre he sentido gran afecto por esa época, principalmente porque en mi casa las únicas películas que veíamos eran las que encontrábamos gratis en las bibliotecas, que eran todas de los años cuarenta. Me encantaban las películas de The Andrews Sisters, por ejemplo. Y, desde entonces, me enamoré de esos años, así que rodar «Gangster Squad» ha sido una gran experiencia, sobre todo para alguien como yo que vive en Los Ángeles. Toda esta atmósfera tapizada en los sueños de la edad de oro del cine me encantaba, así como recorrer viejas y fantasmales calles donde se puede sentir la huella de un tiempo fascinante. Casi fue surrealista. A veces esperaba ver salir al escenario a Carmen Miranda cuando iba a un bar de copas (risas).
—¿Cómo describiría a su personaje, que le da un giro curioso al prototipo policiaco del género?
—Primero es importante apuntar que Jerry Wooters, el personaje, es muy distinto al Jerry Wooters, el hombre en que está basado el guión. El detective en cuestión era muy valiente y no dudaba a la hora de enfrentar a los mafiosos. En nuestra historia Jerry es alguien que ha ido a la guerra, ha perdido a sus amigos y ha conseguido sobrevivir y regresa a una ciudad tomada por los delincuentes. Está agotado y prefiere esconderse en un bar a beber y fumar.
—¿Se empapó de serie «noir» para preparar su personaje?
«En el rodaje, a veces esperaba ver a Carmen Miranda en un bar de copas»
—Bueno, sí que he tratado de familiarizarme con el género, recordando películas que adoraba de niños. como «Dick Tracy», de la que tenía todos los juguetes de Burger King. O. cómo no, la saga de «El Padrino». Pero «Dick Tracy» se acerca más a este filme.
—De hecho, tiene toques de comedia nada disimulados.
—Pues sí. ¿Y sabe quién me influyó para cazarlos al vuelo? Mi tío, un tipo fascinante que cantaba frente al espejo temas de Elvis Presley, y yo le imitaba. Y eso que él tenía bigote y era calvo (risas). Me pegué a él como si fuera una lapa, me convertí en su sombra y aprendí a llevar pañuelos y a caminar como él. De alguna manera me enseñó a actuar e hizo brotar esa teatralidad que aún permanece dentro de mí.
—Hablando sobre su carrera, uno de los momentos clave fue «El diario de Noa», película romántica de culto para los jóvenes. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
«Este filme es más "Dick Tracy" que "El Padrino"»
—Recuerdo que me paraban muchos fans por la calle, aunque ahora lo hacen por otros personajes... Pero cuando rodé «El diario de Noa» me sorprendió que el director Nick Cassavetes quisiera que yo representara el personaje. Hasta ese momento solo haba interpretado a un nazi judío, a un asesino psicótico y, en general, todo tipo de personajes raros. Nunca pensé que podía convertirme en estrella de películas románticas.
—¿Se esperaba todo lo que le ocurrió después gracias a ese filme?
—Para nada, fui el primer sorprendido. En ese momento pensaba que mis registros como actor iban a ser muy limitados y, de pronto, Nick Cassavetes me abrió los ojos. Pensé que se había vuelto loco, porque jamás me consideré un tipo atractivo, pero las películas te lavan el cerebro y ahora, de pronto, todo el mundo me considera un «sex symbol». Es rarísimo.
—¿De veras no se considera un tipo atractivo?
—Qué va, yo sigo siendo el mismo. Algo muy raro ha pasado. Me acuerdo de andar por la calle, ver los carteles que anunciaban tal o cual película, y muchas veces pensar en quién iba a comprar entradas para ese filme, con un actor tan poco carismático. Y ahora yo soy el protagonista de esos carteles, pero sigo creyendo que todo debe ser un error (risas).
—¿Tanto le sorprende verse como protagonista de una película?
«La fama te afecta el día a día, es increíblemente surrealista»
—Sí, es extraño, muy extraño. Pero es algo que yo he buscado y, como comprenderás, no voy a quejarme. Pondré un ejemplo que igual suena rocambolesco: tengo un amigo cuya abuela baña las langostas en vodka antes de hervirlas, luego la mete en la cazuela y, poco a poco, va subiendo el fuego con lo que la langosta, borracha perdida, no sabe lo que le está pasando. Pero disfruta mientras pasa un suplicio. Es una analogía: yo me siento como la langosta y, de paso, como la buena señora al mismo tiempo (risas). Digamos que me hice esto a mí mismo.
—Hablando de suplicios, a veces la fama le juega malas pasadas, como la foto suya publicada en Twitter que daba a entender que se había perdido en Nueva Zelanda, lo que dio el pistoletazo de salido a algo así como «la cacería de Gosling». ¿Que opina de estas situaciones?
—Fue algo de locos, pero lo que más me molestó fue que mis amigos en Nueva Zelanda se enfadaron conmigo porque pensaron que había viajado allí y no les había llamado. Me pasé mucho tiempo convenciéndoles de que no era yo quien aparecía en las fotos. Y creo que aún me la tienen guardada. La fama te afecta el día a día, es increíblemente surrealista, y vuelvo a la metáfora de la langosta: es algo que me he hecho a mí mismo, aunque es cierto que esta industria ha cambiado mucho desde que yo era un niño y empecé en esto, por culpa de los blogs, los paparazzis, los programas de cotilleos, los móviles... Ahora todo es más complicado, sin ese componente romántico y hasta aventurero.
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