La fiesta de la vida

Algo de eso se aplaudió ayer. Y para hacerlo un buen grupo de admiradores se congregaron en la Plaza de Oriente dispuestos a contemplar en un monitor, a pesar de la gélida temperatura y aun pudiendo hacerlo a través de la televisión, el concierto homenaje que se tributó al cantante en el Teatro Real. Dentro la «gente fina» y otros afortunados asimismo movidos por el entusiasmo y crecidos ante una celebración de robusta consistencia artística y poderosa carga emocional.

Actuaron cerca de una veintena de cantantes confirmados en el último momento y entre los que hubo ausencias notables como reveló el programa de mano. Lo más importante es que los que asistieron lograron mucho y bueno tras un tambaleante y wagneriano comienzo. Los nervios eran obvios, pero las cosas fueron a mejor con las actuaciones de Deborah Polaski, Angela Denoke y Anja Kampe. Claro, tuvo que llegar Verdi, que también paseó por Madrid en su tiempo y dejó una afición que aún colea, para poner las cosas en su sitio. Tras un prólogo con una muy interesante incursión de Paul Groves y Bryn Terfel en «Los pescadores de perlas» de Bizet, se escuchó la voz de cuchillo de Dolora Zajick atrapada entre robustez expresiva de Juan Pons y Terfel, quien con el «Te deum» de «Tosca» dejó el espectáculo en alto antes del descanso.

Muchas cosas sucedieron en la segunda parte. La actuación muy aplaudida de René Pape, la vibrante presencia de Inva Mula, la solidez de Lado Ataneli y los bravos que recibió Ainhoa Arteta. Y aún el gusto de José Bros cantando a Tosti y la cordialidad de Sonya Yoncheva ante Lehár para abrir definitivamente el concierto desde la seriedad a la sonrisa. El imprescindible guiño a la zarzuela lo puso Ana María Martínez y el punto de comicidad Erwin Schrott cantando el aria del catálogo de «Don Giovanni» mientras mostraba un programa del concierto dedicado a Domingo. La buena traza argumental todavía encontró un punto culminante con el estreno de «Pla-ci-do», obra encargada para la ocasión al compositor chino Tan Dun y en la que tuvieron su momento gloria particular el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real y el director James Conlon.

Iñaki Gabilondo, presentador de la gala, dio al final algunas pistas sobre el espectáculo a las que hay que añadir la significativa presencia de varios de los intérpretes por primera vez en el escenario del Real. Señaló que siete de ellos habían estado en Operalia, el concurso de canto fundado por Domingo, como ejemplo de difusión y escuela, y que si algo merecía la pena dejar como moraleja a partir de la herencia de aquel a quien se homenajeaba era la «alegría de vivir». Fue otra forma de explicar el valor que puede tener el admirarse por todo, como lo ha hecho Plácido Domingo durante el medio siglo de carrera y lo ha querido ahora hacer Madrid en su cumpleaños. Con toda razón todavía, antes de las emotivas palabras de Teresa Berganza y del propio Domingo, sonó anoche la gran fuga final del «Falstaff» de Verdi.