Hostigamiento y literatura
Los populismos resucitan la censura contra los escritores
La persecución del régimen de Ortega a Sergio Ramírez o el veto de los gobiernos de Duque y Castillo a determinados autores ponen en evidencia una ofensiva contra la libertad de creadores e intelectuales en América Latina
Una ilustración de J.M Nieto
Tres casos en menos de un mes: la persecución y orden de detención dictada por la fiscalía del régimen de Daniel Ortega contra el premio Cervantes Sergio Ramírez; el veto del gobierno de Iván Duque a un grupo de escritores a quienes apartó de ... la representación oficial en la Feria del Libro de Madrid, así como la purga del Ministerio de Cultura de Pedro Castillo, que desestimó la presencia de al menos nueve autores en la delegación peruana en la Feria del Libro Guadalajara . Los hechos son más que elocuentes.
El afán de control sobre los discursos independientes rebrota bajo el ala de los nuevos populismos, pero también en el territorio de las satrapías canónicas que aún permanecen en pie, incluida Cuba. El fenómeno de la censura no tiene una forma única, pero sí una constante autoritaria propia de regímenes abiertamente dictatoriales como el de Daniel Ortega, que la emprendió contra Sergio Ramírez tras la publicación de ‘Tongolele no sabía bailar’, un libro sobre Nicaragua y el fin del sueño de la revolución, cuyos ejemplares fueron recogidos y embargados por el gobierno.
«Es una novela que desnuda los atropellos y la violación de derechos humanos que se produjeron en las calles de Managua y otras ciudades del país en 2018.», aseguró Ramírez, quien ahora se enfrenta a un exilio forzoso tras ser acusado de haber cometido ocho delitos, entre ellos el de conspiración.
Censura 2.0
El hostigamiento del poder político contra los intelectuales y creadores que disienten o se apartan del guion oficial no es un fenómeno nuevo. Shostakóvich vivió un calvario luego de que Stalin prohibiera ‘Lady Macbeth del distrito de Mtsensk’, por considerar que la mujer rusa no estaba representada en aquella ópera a su juicio «vulgar y depravada», Toscanini experimentó en carne propia la persecución del fascismo de Mussolini cuando se negó a tocar la ‘Giovinezza’ en el Teatro alla Scala y episodios como el encarcelamiento de Heberto Padilla o la persecución a Reinaldo Arenas permanecen aún frescos en la memoria.
Casi un siglo después de los fascismos europeos de los años treinta y tras las dictaduras militares que asolaron América Latina en la segunda mitad del siglo XX, surge un repunte del espíritu autoritario, que adquiere versiones sofisticadas y contemporáneas gracias al mecanismo amplificador que ofrecen las nuevas tecnologías. A la vieja pasión del poder por silenciar se añaden las redes sociales como campo de batalla, un lugar donde se lamina y pulveriza a quien disiente o intenta introducir un matiz en la gresca de turno. La dinámica de lapidación que caracteriza a plataformas como Twitter vigoriza el dogmatismo de quienes en nombre de un colectivo, una lengua o una identidad pretenden imponer una verdad sin fisuras.
El caso Duque
«La persecución de Daniel Ortega a Sergio Ramírez es rayana con el estalinismo», asegura el escritor Juan Gabriel Vásquez, quien no tiene duda alguna sobre un rebrote de la censura jalonada por la demagogia de nuevo cuño. «Parte de la cartilla de los nuevos populismos es identificar al mundo intelectual como una élite a la que hay que combatir, porque no está conectada con el pueblo. Es evidente que el papel de los escritores resulta especialmente incómodo para los espíritus autoritarios, porque no los controlan».
Vásquez, uno de los escritores contemporáneos más importantes de Colombia, declinó participar en la Feria del Libro de Madrid luego de que el gobierno de Iván Duque vetara, entre otros, a autores como Héctor Abad Faciolince o William Ospina. La decisión, que el gobierno de Duque justificó como un mecanismo para diseñar una delegación «neutra», tuvo más de segregación e infortunio que de neutralidad.
El fenómeno de la censura se modula según la naturaleza del poder que pretende ejercer el control y justo por eso varía tanto el repertorio como la intensidad y el alcance de su arbitrariedad. El señalado debe su castigo a la independencia y la oposición implícita en sus juicios y posiciones públicas, así lo cree el escritor colombiano Santiago Gamboa en ocasión de la reciente polémica en la Feria del Libro de Madrid. «En Colombia existe un hostigamiento contra los escritores, no por el trabajo literario o los libros, sino por las opiniones críticas contra al gobierno expresadas por determinados autores», sostiene Gamboa, quien también identifica una escalada regional del fenómeno.
Las listas en Perú
El actual presidente peruano, Pedro Castillo, no sólo llegó al poder en unas elecciones confusas y accidentadas, sino que ha estrenado su mandato en medio de polémicas que salpican a su gabinete, hasta el punto de inaugurar una crisis de gobierno cuando no ha cumplido ni siquiera los cien días. Castillo, que se ha convertido en el presidente peruano más impopular al inicio de su mandato de los últimos 20 años, ha emprendido una ofensiva contra quienes le critican, especialmente en el campo del periodismo y la cultura.
Para marcar territorio, Castillo ha elegido una de las citas literarias más importantes, la Feria del libro de Guadalajara, de la que Perú es el país invitado. La lista con los 60 nombres de los escritores elegidos se hizo pública antes del cambio de gobierno, pero eso no impidió confeccionar una nueva. Nada más ocupar su cargo, Ciro Gálvez, el ministro de Cultura de Castillo, anunció que revisaría la delegación oficial para mostrar una mayor diversidad cultural del país.
La nueva selección a cargo de Castillo elevó el número a 69 participantes y eliminó a siete autores, entre ellos, los narradores Renato Cisneros, Cronwell Jara y Jorge Eslava, así como las escritoras Katya Adaui, Karina Pacheco y Gabriela Wiener, quienes aseguraron haber sido vetadas por sus posiciones feministas. Hasta el momento, cerca de 30 participantes han renunciado a participar por la discrecionalidad y sectarismo de la delegación resultante.
López Obrador contra todos
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha puesto todo su empeño en reescribir la historia de la conquista y exigir una reparación de España, incluso con la colaboración del Papa. Sin embargo, su ofensiva en el ámbito histórico y cultural ha dirigido sus objetivo directamente contra los claustros académicos. Hace apenas diez días, la fiscalía mexicana imputó a 31 científicos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a quienes acusó de malversar 244 millones de pesos durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. La medida ha encendido las alarmas en distintas instituciones. La UNAM ha alzado su voz para señalar la gravedad de lo ocurrido y escritores como Alberto Ruy Sánchez han criticado duramente la naturaleza «estalinista» y autoritaria de la acusación de López Obrador.
A los intentos por controlar e intimidar se suma una polarización amplificada por las nuevas tecnologías, así lo cree la escritora mexicana Ana García Bergua, que identifica la radicalización como un fenómeno tanto regional como global: «La invisibilidad de la moderación tiene ejemplos como el de Sergio Ramírez, que es el ejemplo de la evidente y reprobable censura desde el poder, pero a eso se añade la presencia en las redes de una especie de multitud ciega que no piensa, no lee, sino que reacciona. Esa reacción multitudinaria abona el insulto antes que al diálogo».
¿El sur también censura?
La gresca y la crispación se expande como una mancha de aceite, todavía más en medio de la pandemia y el recorte de libertades puesto en marcha para controlarla. Uno de los países que también ha tenido que sortear episodios de este tipo es Chile, recientemente sacudido por las protestas callejeras y que se encuentra ahora a las puertas de una constituyente. Ese proceso político jalonado por el malestar social, y la corriente de fondo de una revisión a la democracia chilena, ha propiciado la marginación según las ideas que se defiendan, así explica a ‘ABC’ el escritor Carlos Franz.
«A medida que la crispación política se amplifica, la censura se ha desembozado. En nombre de causas muy generosas y muy atendibles, hay grupos que exigen y tratan no sólo de imponer formas de lenguaje, sino que además piden el castigo para quien no las acate. Hoy Chile es también un ejemplo de intolerancia en nombre de la tolerancia», explica el autor de ‘Santiago cero’ y ‘El lugar donde estuvo el paraíso’.
La escritora argentina Selva Almada tiene una visión muy distinta sobre la posición del escritor para opinar y disentir según determinados temas o debates públicos. «No tengo la sensación de que la libertad esté amenazada», puntualiza. «En Argentina escribimos y nadie nos dice nada. Conozco el caso de Sergio Ramírez, y sin duda genera preocupación, pero yo en lo personal no siento la presión del Estado ni de la sociedad por tocar determinados temas, tampoco el fantasma del autoritarismo ni la política de la cancelación. No lo vivo así en mi país».
Noticias relacionadas