Jesús García Calero

Realidad y ficción del jefe de Tongolele

La Academia Nicaragüense de la Lengua (ANL) puede ser muchas cosas pero no un agente extranjero. Desde que se fundó en 1928 trabaja en Nicaragua por la cultura. En su escudo hay símbolos de mestizaje y un verso de la ‘Salutación del optimista’, el ... poema de Rubén Darío: «En espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua». Con el cierre decretado de la ANL, Daniel Ortega señala la importancia del idioma y la cultura como último baluarte de la libertad, ese precioso don que nos dieron los cielos, amigo Sancho. Cualquier intelectual debería responder hoy a este ataque. Ojalá los más comprometidos y concienciados no nos defrauden esta vez por la sencilla razón de que el tirano es de izquierdas.

En realidad, lo que Ortega no soporta es que pueda haber académicos sin su permiso, gente que no le lama las botas, y en especial le molesta que ahí siga figurando el escritor Sergio Ramírez, que se tuvo que exiliar por escribir una novela policiaca, ‘Tongolele no sabía bailar’, que transparentaba la sangrienta represión del dictador a su pueblo. A Ortega le gustan más las academias de mercenarios, de Tongoleles. Pero eliminando por decreto la ANL, como pretende, no se queda el mundo sin palabras. El diccionario sigue siendo un semillero para el pensamiento libre. Este sátrapa ha logrado en la realidad un hito muy difícil en la ficción: que la estupidez supere al crimen.

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