La serpiente de Kekulé, el sueño que resolvió un gran enigma científico
ciencia por serendipia
Exhausto ante la imposibilidad de encontrar la estructura del benceno, August Kekulé se quedó dormido frente a la chimenea. Una ensoñación surrealista le ayudó a resolver el enigma
Por qué es bueno consultar con la almohada: grandes ideas que aparecieron en sueños

August Kekulé fue un químico alemán que vivió en el siglo XIX. Un apasionado científico que estaba obsesionado con una molécula: el benceno. Este compuesto, de fórmula química C₆H₆, tenía propiedades únicas e intrigantes que desafiaban las teorías químicas de la época.
Se conocía ... su fórmula química, pero la estructura, esto es, cómo estaban unidos los átomos de carbono, era un verdadero rompecabezas. Era como intentar armar un cubo de Rubik sin saber cuántas caras tiene.
El benceno fue aislado por primera vez en 1825 por Michael Faraday, un gigante de la ciencia. Lo obtuvo a partir de los residuos del gas utilizado para el alumbrado público. Faraday quedó intrigado por este compuesto y pesar de sus numerosos esfuerzos no pudo determinar su estructura.
Más tarde, otros químicos -como Eilhard Mitscherlich- lograron determinar la masa molecular del benceno, pero la disposición de sus átomos siguió siendo un enigma. La fórmula molecular (C₆H₆) sugería una estructura muy insaturada, con tres dobles enlaces, lo cual chocaba con las propiedades químicas observadas. Y es que el benceno era mucho más estable de lo que se esperaría para una molécula con tantos dobles enlaces.
Aquí es donde entró en escena nuestro protagonista. Día y noche, Kekulé se sumergía en sus cálculos y experimentos, pero todo era infructuoso, la estructura del benceno se le escapaba como un jabón resbaladizo. Su cerebro estaba a punto de explotar.
Una noche, agotado y frustrado, Kekulé se durmió frente a la chimenea. En sus sueños, vio una serpiente que se mordía la cola, una imagen tan surrealista como una serpiente en un barco pirata.
Al despertar, una bombilla se encendió en su cabeza: la serpiente que se mordía la cola era la clave. La estructura del benceno tenía que ser un anillo. ¡Un anillo de átomos de carbono!
¿Casualidad o destino?
Ahora bien, ¿fue realmente una serpiente la que le dio la solución? Algunos dicen que Kekulé exageró un poco la historia para hacerla más interesante. Todo es posible. Quizás fue un sueño más abstracto, una imagen que representó la conexión cíclica de los átomos de carbono.
Lo cierto es que, serpiente o no, Kekulé había tenido una revelación. La estructura del benceno, ese anillo de seis carbonos, era la pieza que faltaba en el rompecabezas. Con este descubrimiento, se abrieron las puertas a una nueva rama de la química: la química orgánica aromática.
Pero la historia no termina ahí. Algunos investigadores han sugerido que la famosa serpiente de Kekulé podría haber sido una alucinación causada por el exceso de café. La cafeína, como sabemos, es un estimulante que puede alterar la percepción y los procesos cognitivos.
Así que, quizás, solo quizás, la serpiente de Kekulé no fue más que un efecto secundario de su adicción al café.
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De lo que no hay duda es que el descubrimiento de la estructura del benceno tuvo un impacto profundo en la química orgánica. Permitió a los químicos comprender mejor la reactividad de los compuestos aromáticos y desarrollar nuevas síntesis. Además, sentó las bases para el desarrollo de la teoría de la resonancia, una herramienta fundamental para describir la estructura electrónica de las moléculas.
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