Nunca están solos, mezclan edades y se les consuela de inmediato: Lo que las tribus pueden enseñarnos para criar niños más felices

Investigadores de la Universidad de Cambridge creen que la infancia de los cazadores-recolectores ofrece pistas para mejorar el bienestar de los menores en los países occidentales

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Miembros de la tribu Mbendjele BaYaka del norte de la República del Congo Gul Deniz Salali

La infancia de los Mbendjele BaYaka del norte de la República del Congo poco tiene que ver con la de cualquier niño occidental. Tan pronto como aprenden a caminar bien, los hijos de estos cazadores-recolectores seminómadas se unen a grupos de juego con ... compañeros de 2 a 16 años. Activos todo el día, están al cuidado de un gran número de personas y el llanto, si sucede, es consolado de inmediato por alguien cercano que no es necesariamente ninguno de sus padres biológicos.

Nikhil Chaudhary, catedrático de Antropología Evolutiva en la Universidad de Cambridge, los ha estudiado de cerca y cuenta cosas fascinantes: chiquitines que acaban de sostenerse sobre dos pies aprenden a usar machetes. Con solo cuatro años, cuidan de sus hermanos más pequeños. Adolescentes ofrecen su pezón para calmar el llanto de los bebés. O los cargan y les cantan mientras tamborilean en su espalda. Quizás por ello, «todos los niños tienen habilidades musicales excepcionales: son increíbles cantantes, bailarines y percusionistas».

Chaudhary y Annie Swanepoel, psiquiatra infantil, creen que algunos de los hábitos de crianza de los Mbendjele y de otras tribus como como los Aka de la República Centroafricana, los Efe del Congo o los !Kung de Botswana, también pueden beneficiar a las familias de los países desarrollados. No han probado que los niños de estas sociedades que viven de forma similar a como se hacía en el Paleolítico sean más felices. Tampoco idealizan su estilo de vida -el 40% de los niños mueren antes de llegar a la edad adulta-, pero, como explican en 'Journal of Child Psychology and Psychiatry', sus costumbres pueden sugerir «pequeños ajustes» para mejorar cómo criamos a nuestros hijos en los hogares, escuelas y guarderías occidentales, aunque nuestros entornos sean tan diferentes.

Muchos cuidadores

Ya lo dice el famoso proverbio africano: «Para educar a un niño hace falta la tribu entera». La aloparentalidad, cuando personas distintas de los padres biológicos ayudan a criar a los hijos, es generalizada en las sociedades de cazadores-recolectores. El ratio de cuidadores por niño puede superar el 10:1. Los bebés Efe tienen 14 cuidadores por día cuando cumplen 18 semanas de edad. «Los niños nunca están solos y reciben niveles excepcionalmente altos de contacto físico y cuidado atento«, afirma Chaudhary. Esto contrasta con la unidad familiar nuclear y más aún con las guarderías de los países ricos. De acuerdo con las regulaciones del Departamento de Educación del Reino Unido, las guarderías requieren proporciones de un cuidador por tres niños menores de 2 años, o un cuidador por cuatro niños de 2 a 3 años.

Cuando los bebés lloran, «la madre solo responde la mitad de las veces. Las otras veces lo hacen tíos, hermanos o amigos de la familia. Esto significa que el bebé tiene a alguien cada vez que lo necesita, al tiempo que es mucho menos agotador para la madre», añade Swanepoel. Otro aspecto positivo de que haya tantos cuidadores potenciales es que puede reducir los efectos psicológicos negativos en caso de que el niño esté expuesto a algún tipo de estrés en su familia nuclear.

Aprendizaje activo y entre pares

El aprendizaje de los niños cazadores-recolectores es muy activo, exploratorio y ocurre dentro del contexto de 'grupos de juego' compuestos por compañeros de entre 2 y 16 años que aprenden por imitación. «Por el contrario, en Occidente, la enseñanza en el aula es sedentaria, pasiva, dirigida por el maestro y separa a los niños por edad y capacidad», indica Chaudhary.

El investigador reconoce que las habilidades de recolección son muy diferentes a las requeridas para ganarse la vida en las economías de mercado y no pretende reemplazar la enseñanza en el aula, pero cree que los educadores deberían «pensar creativamente sobre cómo incorporar un aprendizaje más activo, como se hace con los experimentos científicos prácticos», al tiempo que se podría «involucrar a estudiantes mayores en la enseñanza de los de menor edad. Los niños también son grandes maestros».

Por experiencias en escuelas primarias, los autores afirman que juntar a niños de diferentes edades ayuda a reducir el acoso escolar (los más pequeños pueden pedir ayuda a los mayores) y desarrolla la confianza y la responsabilidad de los de más edad.

Ayuda frente al TDAH

Los investigadores creen que si los niños han desarrollado adaptaciones para un aprendizaje altamente activo durante miles de años (el 95% de la historia de nuestra especie), esto puede ser parcialmente responsable de la alta incidencia del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en la actualidad.

Estos menores tienen dificultades especiales con la forma de aprendizaje pasiva, en la que deben permanecer sentados y escuchar. Un estilo de aprendizaje más parecido al de los grupos de cazadores-recolectores podría beneficiar a estos alumnos, por ejemplo, permitiéndoles que hagan ejercicio entre clases, tocar un instrumento o llevar un juguete al aula.

Menos depresión materna

Para los autores, los cazadores-recolectores pueden enseñarnos mucho sobre el bienestar psicológico de las madres. En Occidente, los padres, y las madres en particular, carecen muchas veces de grandes redes de apoyo social. «Algunas personas incluso sostienen la peligrosa y errónea creencia de que es natural que las madres usen sus 'instintos maternales' para cuidar a los niños por sí mismas.

En realidad, sabemos que a lo largo de nuestra historia evolutiva las madres estuvieron rodeadas de una red de amigos y familiares que ayudaron en la crianza. Por lo tanto, no sorprende que en Occidente la falta de apoyo social sea un gran factor de riesgo para la depresión materna, tanto durante el período posparto como más allá», reflexiona Chaudhary. Sentirse apoyadas mejora el estilo de crianza de las madres y reduce el riesgo de abuso infantil.

Contacto físico

A pesar de la creciente aceptación del porteo y los masajes para bebés en los países desarrollados, los niveles de contacto físico con los pequeños son mucho más altos entre los cazadores-recolectores. En Botswana, por ejemplo, los bebés !Kung de 10 a 20 semanas de edad están en contacto físico con alguien durante aproximadamente el 90 % de las horas del día, y se responde a casi el 100 % de los ataques de llanto, casi siempre con consuelo o amamantamiento. Las regañinas son extremadamente raras.

El contacto piel con piel tiene efectos positivos en el bienestar psicológico de bebés y madres, al reducir el riesgo de depresión maternal.

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