La tembladera, una enfermedad de las ovejas, que refutó el dogma de Francis Crick

Cuando Francis Crick , el codescubridor de la estructura de la doble hélice del ADN, lo propuso (1958) defendía la unidireccionalidad. Así, en su diagrama de flujo el ADN es transcrito en ARN mensajero y éste, a su vez, traducido a proteínas en los ribosomas, las factorías de la vida.

El científico británico postulaba que únicamente el ADN podía replicarse y, por tanto, reproducirse y transmitirse a la descendencia y que, además, lo hacía fielmente, es decir, que la información no se modificaba durante la transmisión.

Sin embargo, la ciencia es dinámica, no se asienta en dogmas y algunos virus y ciertas proteínas se «negaron a dar la razón» al inglés y desmontaron su esquema molecular.

El primer golpe que se le asestó al dogma llegó desde la virología. Se demostró que algunos virus, como el virus de la inmunodeficiencia humana, guardan su información genética en forma de ARN y que, con la ayuda de una enzima (transcriptasa inversa), son capaces de duplicarla en ADN. Cuando estos virus se introducen en una célula huésped convierten su ARN monocatenario en ADN bicatenario, que es finalmente introducido en el genoma celular.

La transcriptasa inversa es una enzima con ciertas singularidades que la hacen muy interesante, una de ellas, quizás la principal, es que comete muchos errores cuando copia el material genético. Esto genera variantes que son menos eficaces biológicamente pero que, al mismo tiempo, incrementan la variabilidad.

En 1982 se dio un paso más para poner en jaque al dogma central de la biología al descubrir la existencia de ribozimas , moléculas de ARN con capacidad catalítica, lo cual echaba por tierra que todas las enzimas fueran proteínas.

Las ribozimas son moléculas de ARN capaces de acelerar reacciones químicas y específicas que llevan a cabo la maduración del ARN y la síntesis proteica.

Además, hay determinadas proteínas – priones - carentes de ácido nucleico pero con capacidad para autoperpetuarse, al ser capaces no solo de formar cúmulos proteicos sino también de contagiar a otras proteínas y convertirlas en defectuosas.

En el siglo XVIII fueron varios los pastores de rebaños merinos españoles los que describieron el extraño comportamiento que tenían algunas de sus ovejas. Al parecer sufrían alteraciones del movimiento (tembladeras), picores intensos que las obligaban a rascarse contra las cercas, lamidos excesivos y chasquidos de labios.

Esta enfermedad la tembladera, scrapie o prurigo lumbar es una enfermedad neurodegenerativa y la primera en entrar a formar parte de una entidad que se ha denominado encefalopatía espongiforme transmisible (EET) y en donde se encuentra, por ejemplo, la enfermedad de Creutzfeld-Jakob y el mal de las vacas locas.

Ahora sabemos que el scrapie se debe a una proteína priónica anómala que traduce parte de la estructura helicoidal alfa (estructura secundaria) de la proteína normal en un plegamiento en lámina beta. Esta proteína, de poco más de doscientos aminoácidos, se atrevió a contradecir el dogma de un Premio Nobel más de cien años antes de que se hubiera formulado.

En honor a la verdad, tiempo después el científico inglés reconoció su error y que no debería haber usado la palabra 'dogma' en su enunciado sino 'hipótesis central'.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.