Avi Loeb: «Nuestra civilización no irá más allá de unos pocos siglos»
El célebre astrónomo de Harvard expone sus ideas sobre el fin de la Humanidad. Nos queda poco tiempo, pero aún podríamos evitarlo

En un nuevo artículo recién publicado en ' Scientific American ', el hasta hace un año presidente del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard Avi Loeb , célebre por su último libro sobre el supuesto origen artificial y extraterrestre del objeto interestelar ... Oumuamua , hace una extensa reflexión sobre el tiempo de existencia que le queda a la Humanidad. Un tiempo que, si hacemos caso de la estadística, no irá más allá de unos pocos siglos .
«En una reciente conferencia a ex alumnos de Harvard -escribe el científico, que también es miembro del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del presidente de los Estados Unidos- me preguntaron cuánto tiempo espero que sobreviva nuestra civilización tecnológica. Mi respuesta se basó en el hecho de que, en general, nos encontramos en la parte media de nuestra existencia ».
Para Loeb, en efecto, hay muy pocas posibilidades de que seamos una civilización recién nacida, y muchas (en una proporción de 10.000 a 1) de que hayamos pasado ya a una fase adulta. Por lo tanto, y «en el caso más probable de que estemos siendo testigos de la edad adulta de nuestra vida tecnológica, es probable que sobrevivamos algunos siglos, pero no mucho más».
Sin embargo, según el científico este horrible ' destino estadístico ' no sería del todo inevitable. De hecho, «hay un rayo de luz esperándonos al fondo. Algo que implica la posibilidad de que poseemos libre albedrío », gracias al que podríamos responder al deterioro de las condiciones que nos están llevando a la destrucción. Ese libre albedrío, razona Loeb, podría proporcionarnos «un futuro más largo que unos pocos siglos». Por ejemplo, una política pública sensata «podría mitigar el riesgo de catástrofes tecnológicas asociadas con el cambio climático, pandemias autoinfligidas o guerras ».
Sin embargo, «no está claro si nuestros responsables políticos realmente responderán a los desafíos que tenemos por delante y nos salvarán del veredicto estadístico anterior. Los seres humanos no son buenos para hacer frente a riesgos que nunca antes habían enfrentado, como lo ejemplifica la política del cambio climático».
¿Tenemos libre albedrío?
¿Pero tenemos realmente libre albedrío? Por un lado, opina Loeb, el Modelo Estándar de la física nos dice que todos estamos hechos de partículas elementales, y de nada más que eso. Por lo tanto, como sistemas compuestos, « no poseemos libertad a un nivel fundamental , porque todas las partículas y sus interacciones siguen las leyes de la Física. Desde esa perspectiva, lo que nosotros llamamos 'libre albedrío' simplemente encapsula las incertidumbres asociadas al complejo conjunto de circunstancias que afectan a las acciones humanas».
Dichas incertidumbres, enormes cuando consideramos a cada individuo aislado, disminuyen y 'se promedian', sin embargo, cuando se trata de grandes grupos de personas. «Los seres humanos y sus complejas interacciones -escribe Loeb- evaden un sentido de previsibilidad a nivel personal, pero quizás el destino de nuestra civilización en su conjunto sí que esté determinado por nuestro pasado en un inevitable sentido estadístico».
Determinar el tiempo que nos queda antes de desaparecer como civilización sería sencillo de predecir si tuviéramos «información estadística sobre el destino de civilizaciones como la nuestra que nos precedieron y vivieron bajo limitaciones físicas similares». Es decir, si conociéramos la historia y el destino que sufrieron sociedades tecnológicas en otros mundos. «La mayoría de las estrellas -prosigue Loeb- se formaron miles de millones de años antes que el Sol y pueden haber fomentado civilizaciones tecnológicas en sus planetas habitables que ya perecieron. Si tuviéramos datos históricos sobre la vida útil de un gran número de ellos, podríamos haber calculado la probabilidad de que nuestra civilización sobreviva durante diferentes períodos de tiempo».
Por supuesto, no conocemos ninguna otra civilización con la que podríamos compararnos, por lo que solo nos queda el triste destino que nos depara la estadística.
Queda una posibilidad
A pesar de todo, aún nos quedaría una posibilidad. Y es que una vez que nos enfrentemos a la distribución de probabilidad de supervivencia, que nos lleva a una pronta destrucción, «el espíritu humano podría optar por desafiar todas las probabilidades y comportarse como un valor atípico estadístico. Por ejemplo, nuestras posibilidades de supervivencia mejorarían si algunas personas optan por alejarse de la Tierra».
En la actualidad, la Humanidad tiene «todos los huevos puestos en la misma cesta», y aventurarse en el espacio «ofrece la ventaja de preservar nuestra civilización» de un desastre en un único planeta, que nos llevaría a todos hacia un final inevitable.
«Aunque la Tierra nos sirve como un hogar cómodo en este momento -escribe el astrónomo- en última instancia nos veremos obligados a reubicarnos porque el Sol evaporará toda el agua líquida de la superficie de nuestro planeta dentro de mil millones de años».
Muchos, sin embargo, se oponen a seguir invirtiendo grandes cantidades de dinero en la exploración espacial. «Se puede argumentar -prosigue Loeb- que tenemos suficientes problemas en casa» y preguntarse la razón por la que perdemos tiempo y dinero en empresas espaciales ajenas a nuestras necesidades más urgentes aquí, en la Tierra.
Según el científico, «debemos reconocer que prestar atención estrictamente a los objetivos mundanos no nos proporcionará el conjunto de habilidades más amplio necesario para adaptarnos a las circunstancias cambiantes a largo plazo». Renunciar a nuestra expansión como especie, por lo tanto, es algo que nos llevará inevitablemente hacia nuestra extinción.
«Es cierto -concluye Loeb- que debemos centrar nuestra atención inmediata en los problemas locales, pero también necesitamos inspiración que eleve nuestra perspectiva a una escala mayor y abra nuevos horizontes. (...) Una perspectiva más amplia fomenta la cooperación en respuesta a los grandes desafíos globales. Y no hay nada mejor para tal perspectiva que la ciencia, lo único que puede extender la vida útil de la Humanidad. Como señaló Oscar Wilde : 'todos vivimos en las cloacas, pero algunos miramos a las estrellas'».
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