James Cameron, aventurero en lo más profundo del océano

«Tocar fondo nunca fue tan placentero. No puedo esperar a compartir lo que he visto» , relató el director con sus seguidores en Twitter un instante después de alcanzar el abismo, localizado en la fosa de las Islas Marianas a casi 11 kilómetros de profundidad.

Cameron consiguió descender hasta el lecho del océano Pacífico dentro de una cápsula de un metro de ancho y 7 de alto llamada «Deepsea Challenger», diseñada por un equipo de científicos en Australia con el que Cameron ha trabajado estrechamente los últimos 7 años. «Es increíble que hace 7 años un viaje al abismo Challenger fuera imposible. Nuestro equipo ha construido un sumergible para una nueva era de exploración», apuntó Cameron en Twitter.

La nave sumergible, en la que solo cabe un único ocupante, portaba cámaras fotográficas y de vídeo con las que Cameron ha inmortalizado su viaje de aproximadamente nueve horas al fondo del mar . «Cameron llegó al fondo del mar equipado con la tecnología para recolectar datos científicos, especimenes e imágenes impensables en 1960», explicó National Geographic, que colabora con el proyecto y con la creación de un futuro documental sobre la zona. El «Deepsea Challenger» tardó mucho tiempo, dos horas y media, en recorrer la decena de kilómetros que lo separaban de la superficie, pero solo 70 minutos en ascender.

A ese punto de la Tierra solo había llegado otro sumergible con anterioridad. Fue en 1960 cuando el batiscafo Trieste , en el que viajaban el teniente de la Marina estadounidense Don Walsh y el explorador suizo Jacques Piccard, descendió hasta ese punto, el mismo que nadie ha podido volver a alcanzar en 52 años. Entonces, los ocupantes del Trieste pudieron permanecer solo 20 minutos en el lecho del abismo. El cineasta lo hizo durante casi 6 horas, algo que exigió de una preparación física y psicológica especial. A pesar de haber visitado el pecio del Titanic y haber realizado múltiples descensos de prueba con sumergibles, Cameron explicó al «New York Times» que preparó esta prueba practicando yoga, una técnica con la que entrenó sus rodillas para mantenerlas dobladas durante horas.

Los lazos entre la expedición de 1960 y la de Cameron aumentaron cuando Walsh se convirtió en asesor del cineasta y testigo de su gesta. «Fue un momento triunfal recibirlo en este club formado por tres personas», relató Walsh a National Geographic desde el barco que apoyaba la expedición.

Ahora falta esperar a que el equipo de trabajo de Cameron haga públicas algunas de las imágenes tomadas en ese lugar que solo han contemplado tres pares de ojos y al que, gracias a que la tecnología sigue avanzando, pronto muchos más podrán acceder.

Cameron, quien reconoció en una entrevista que no podría imaginar «una fantasía mayor que ser explorador y ver lo que ningún ojo humano había visto antes» , no puede disfrutar de la gloria de haber sido el primero en contemplar lo que esas profundidades esconden. Pero ahora que ha conseguido emular a sus antecesores en la hazaña, parece que ese detalle pierde relevancia frente al abanico de oportunidades que este logro suponen. El descubrimiento de cientos de nuevas especies es una de ellas. Otra, encontrar los escenarios perfectos para la secuela de «Avatar» , ya que el director ha anunciado que espera que la segunda parte de ese taquillazo sea una aventura subacuática.