muerte de eric hobsbawm
El leal marxista que llevó al laborismo británico al social-liberalismo de Blair
La muerte de Hobsbawm coincide con la conferencia de otoño del Partido Laborista, en cuya evolución son clave las ideas del historiador contemporáneo más leído
BORJA BERGARECHE
Pudo ser un mero especialista en un ya prehistórico siglo XIX, un simple historiador encerrado en su fidelidad a ese marxismo en el que nunca creyeron los partidos comunistas. Pero Eric Hobsbawm, fallecido este lunes por neumonía en un hospital londinense a los 95 años ... de edad, se convirtió él mismo en un personaje fundamental del siglo XX y llegó al XXI como el historiador más leído del mundo, un descifrador fundamental de nuestro mundo respetado a izquierda y derecha.
«Es más importante que nunca tener historiadores escépticos»
He vivido «casi todo en el siglo más extraordinario y terrible de la historia humana» , escribió el autor de una autobiografía –«Años Interesantes. Una Vida en el siglo XX» (Crítica, 2006)– consumida más como un testimonio vivo del siglo de la muerte que como el legado intelectual de un historiador que veía el rigor historiográfico como antídoto frente a la mentira y el fanatismo: «Se está inventando la Historia en cantidades ingentes, es más importante que nunca tener historiadores, sobre todo historiadores escépticos», dijo en 2002.
Influencia tras la crisis de 2008
La resonancia contemporánea de su obra tiene que ver con un infatigable deseo de ser fiel a su visión del mundo. Con 94 años, aún le quedaban fuerzas para publicar «Cómo cambiar el mundo» –su última obra-, una defensa de la relevancia del pensamiento de Karl Marx tras el colapso financiero de 2008. «El futuro, como el presente y el pasado, pertenece a economías mixtas en las que lo público y lo privado están entrelazados de una manera u otra. Cómo? Ese es el problema para todo el mundo hoy día, pero especialmente para la gente de izquierdas», escribía en un artículo en “ The Guardian ” en 2009.
Hace unos meses, Hobsbawm explicaba al historiador británico afincado en Columbia University, Simon Schama, que le gustaría ser recordado como alguien «que no solo siguió agitando la bandera sino que, al agitarla, mostró que se pueden lograr las cosas, aunque solo sea [escribir] buenos libros de lectura fácil». Esa bandera era el marxismo de un partido comunista en el que ingresó en la Alemania de Weimar con solo 14 años, al morir su padre y después su madre, y que cimentó en los círculos izquierdistas del Cambridge de los años 30. Una militancia de la que nunca se cansó, y que acabó solo cuando el Partido Comunista británico abandonó a Hobsbawm con su disolución en 1989 .
Los silencios culpables de un marxista «brechtiano»
«Fui un leal miembro del partido comunista durante dos décadas antes de 1956 [revolución húngara], y por tanto silente ante una serie de cosas sobre las que era razonable no haber callado», reconocería en una entrevista en 2002. Durante décadas, su fidelidad a una carné culpable de tantos silencios y omisiones le mantuvo alejado del gran público, aunque su marxismo, que siempre incluyó dosis de duda, fue siempre intelectual y « brechtiano » (según el historiador Ricardo García Cárcel).
Su capacidad de trascender los rígidos moldes del marxismo estaba inscrita en el ADN vital de un inglés continental -de padre británico de origen polaco y madre austriaca de religión judía- que nació en Alejandría (Egipto) en 1917, cuando la Rusia zarista saltaba del medioevo a la revolución, vivió en Viena y era un estudiante de secundaria en Berlín cuando Hitler alcanzó el poder.
En su autobiografía, explica así esa identidad de judío europeo perteneciente a aquel «mundo de ayer», de «vienas» y «berlines» y «parises» cosmopolitas, que describiría dolorosamente Stefan Zweig. Hobsbawm, fallecido en un hospital a escasos metros de su domicilio en el barrio de Hamsptead, se define como «alguien que no pertenece totalmente al lugar en que se encuentra bien como ciudadano británico entre centroeuropeos, bien como inmigrante del continente en Inglaterra, bien como judío, bien como antiespecialista en un mundo de especialistas, bien como una anomalía entre los comunistas».
Ascendente sobre los líderes laboristas
Encontró refugio en Cambridge, donde estudió, se licenció, y enseñó, dejando algo de tiempo para participar en la construcción de las barreras defensivas en la costa inglesa durante la Segunda Guerra Mundial (la inteligencia británica le cerró sus puertas por sus afinidades ideológicas). Allí se gestó una tarea intelectual con más de 30 obras, incluida una tetralogía («La era de...») de los siglos XIX y XX que le convertiría en maestro de historiadores y pensadores .
Una obra que, en el Reino Unido, tuvo una influencia fundamental para que el laborismo obrerista de los 80, con Neil Kinnock a la cabeza («Hobsbawm es mi marxista preferido», solía decir), aceptara el viraje hacia el social-liberalismo impulsado a finales de los 90 por Tony Blair. Este le condecoró cuando el historiador cumplió 80 años, aunque Hobsbawm confesaría más tarde su decepción con un “Nuevo laborismo” que, probablemente, no habría visto la luz sin su reinterpretación del pensamiento marxista.
Su muerte ha cogido al Partido Laborista en plena conferencia de otoño, bajo la batuta de un líder, Ed Miliband, miembro de una familia de intelectuales a quienes unía una amistad personal con el historiador fallecido. «Sacó a la Historia de las torres de marfil y la llevó a la vida de las personas», ha afirmado el líder de la oposición. «Pero no era solo un académico, le preocupaba profundamente la dirección política del país», cree Miliband. El laborismo británico, ahora sin Hobsbawm en el horizonte y con las encuestas a favor, hace frente al enésimo dilema socialdemócrata de elegir entre las raíces o el encumbramiento de su nueva estrella ascendente, Chuka Umunna, un ex abogado de la City con trajes caros a quien se algunos refieren ya como el «Blair negro» o un «Obama laborista».
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