Miquel Barceló: «África es mi medida de todas las cosas»

Pero con Mali convertido en un "centro de tráfico de armas y de todo", por lo que en los veranos de 2009 y 2010, el artista mallorquín recorrió la cordillera del Himalaya en compañía de Ach, un amigo francés, “asceta y autista, al que sólo le interesan los monumentos de más de quinientos años”.

En su periplo asiático, no dejó de tomar notas en su libreta Moleskine, dibujar o pintar acuarelas sobre papeles artesanales del Nepal. En su bagaje lector, las experiencias místicas de Alexandra David-Néel, la mujer que en los años veinte llegó a la ciudad prohibida de Lhasa y, también, las viñetas de “Tintín en el Tibet”. La India, Cachemira, Katmandú, el río Gandaki, Mustang… componen la toponimía que Barceló recrea desde su mirada en los “Cuadernos del Himalaya” (Galaxia Gutenberg).

A diferencia de los “Cuadernos de África”, que condensan las experiencias estéticas y vitales de doce años en Mali, en estos “Cuadernos del Himalaya” la imagen domina sobre la escritura. En las cuevas del Nepal, Barceló siente el animismo y el budismo tántrico de un asceta “que no se sabe muy bien si está vivo o muerto”; camina con un monje cojo y visita al rey del Mustang, “tan pobre que nadie intenta destronarlo”. Coteja matices: “El Tibet que Hergé nunca pisó es blanco, el de los lamas es rojizo y el mío, ocre terroso o grisáceo”.