Una nueva biografía de Mick Jagger reivindica su figura frente a los ataques de Keith Richards
«Jagger, rebelde, rockero, granuja, trotamundos» nos presenta una visión positiva del cantante de los Rolling Stones
pablo martínez pita
Es curioso que en la misma banda se hayan juntado los dos prototipos antagónicos del mundo del rock. Keith Richards y Mick Jagger son como la noche el día, el yin y el yang, el agua y el aceite. Y sin ... embargo están condenados a entenderse. Uno representa el lado oscuro, la vida al límite, las arrugas ganadas a pulso, el malo de la clase, el «cuidado conmigo». El otro es el tipo cabal, el amigo de la jet set , el «delegado de clase», el que mira por el negocio, el que mantiene la cabeza siempre en su sitio. Está claro que, de cara al público, el de los l abios carnosos lleva las de perder.
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Encima, Mick Jagger ha recibido amargos varapalos de su propio compañero en su autiobiografía, «Vida» , que se suman a los que ya le sacudió, en la suya, su novia de los años sesenta, Marianne Faithfull . Ellos han colaborado a crear esa imagen de mito demasiado lejana, autocomplaciente, calculador, frío como un témpano y de hombre de empresa sin escrúpulos. «Jagger, rebelde, rockero, granuja, trotamundos» ( Ed. Alba , 22,50 euros), obra del periodista musical y escritor Marc Spitz , trata de reivindicar, desde su mismo título, al cantante de los Rolling Stones como uno de los músicos más apasionantes que habita el Olimpo de la música popular contemporánea, y de comprender y explicar su comportamiento como personaje público, desde que decidió formar un grupo con su (¿ex?) amigo Keith, siendo un adolescente.
Sus orígenes de chico rebelde pero con buenas notas, su abultada lista de amantes, sus aportaciones al repertorio de los Stones, su visión de la industria musical ... La historia de Jagger viene a ser la del rock: la ingenuidad de los primeros tiempos dio paso al alejamiento de cualquier intención de cambiar el mundo. Y él tuvo que aprender a coger el paso de los tiempos. La experiencia del concierto de Altamont , en 1969, con un homicidio de por medio, marcó la ruptura de esos dos mundos, y dejó una profunda huella en el carácter del vocalista.
En los años setenta, y a raíz de su boda con Bianca Pérez Morena de Macías , se sumergió en la vida de los yates y la alta sociedad, mientras Richards pasaba por su particular calvario de funestas experiencias, como la muerte de su amigo Gram Parsons y su hija Tara , y, en gran parte consecuencia de ello, su dependencia de la heroína.
También se detiene en los pinitos como actor del cantante que, curiosamente, logra su más interesante aportación en su primera intervención, con «Performance» , filmada en 1968. Incluso trata de salvar los muebles de sus pasos en solitario.
Como es lógico, en este ameno libro Marc Spitz también refleja con detalle las aventuras conjuntas de desde sus ilusionados comienzos, pasando por la genialidad de Brian Jones y su trágica caída hacia el abismo. Y sus giras mastodónticas. Un libro poblado de anécdotas, de investigación, y que ofrece una nueva luz sobre uno de los más incomprendidos astros del espectáculo.
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