Rodrigo Cortés: «Robert De Niro es el mejor actor de todos los tiempos»
El autor de «Buried» presenta su nuevo thriller, «Luces rojas», protagonizado por el actor norteamericano y Sigourney Weaver
GLORIA SCOLA
En el hotel Marriott de Park City, sede del Festival de cine de Sundance, Rodrigo Cortés atiende amablemente a ABC en una charla tan interesante como fluida. Es su segunda vez en el certamen creado por Robert Redford, y aunque no ha ... podido conocer a su anfitrión —«estaba invitado a un brunch, pero por problemas de agenda no he asistido ninguna de las dos veces», dice—, siente satisfacción por haber presentado allí dos de sus películas. En 2011 «Buried (Enterrado)», aclamada en todo el mundo, y el pasado enero «Luces rojas», una película 90% española vendida a todos los territorios. Rodada en Barcelona y Toronto, con capital español y reparto internacional, destaca, sobre todo, Sigourney Weaver.
—La teniente Ripley está de Oscar.
—Estoy muy orgulloso de lo que ha hecho. Escribí el papel pensando en ella, y fue antes de «Buried».
—¿Le envió el guión directamente?
—No. Tu agente se pone en contacto con su agente y es una especie de pack. Se le envía el guión y se le ofrece ver «Buried», que todavía no se había estrenado, en una proyección personal en Nueva York. La vio, leyó el guión, dijo que quería conocerme, nos vimos en un pequeño café, conversamos… Y dijo sí.
—Y a De Niro le llegó a través de su agente, que lo descubrió por casualidad. ¿Usted le llama Bob?
—Sí, pero cuando se va dejas de llamarle Bob, porque no eres tan idiota como para creer que te has ganado ese derecho (risas).
—¿Intimida?
—No. Es un hombre de pocas palabras y es posible que eso resulte intimidante. Además, más vale que no tengas la posición de un fan.
—¿Y él es inseguro?
—En el set, no. Es el mayor actor de todos los tiempos, el tipo de persona que, si conociera al Papa, al que le haría ilusión sería al Papa. Es fascinante verle trabajar.
—¿Cómo se le dirige?
—Es muy sencillo. Incluso hizo todos sus insertos de manos, de pies… Es muy cercano, y desde el primer día te deja claro, por su actitud y sus palabras, que tú eres el jefe. Cuando interpreta no piensa hacia dónde se dirige ni tiene la ansiedad de llegar ahí, sino que solo se concentra en ser. Hablamos mucho, por teléfono, por Skype…
—¿Con cámara? ¿Recién levantado?
—Sí. Él empieza el día muy temprano, hablábamos cuando en Nueva York eran las cinco de la mañana…
—Quizá aún no se había acostado...
—No (risas). Madruga mucho. Yo le daba referencias de psíquicos, sanadores, predicadores, incluso de políticos.
—En «El último exorcismo», de Daniel Stamm, también se tratan los fraudes paranormales. ¿Cree en estas cosas?
—Me gustó mucho esa película. No me interesa creer o no, sino comprender. Soy escéptico de manera literal.
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