Peter Sellars: «Hoy hay gente en el infierno a la que no podemos abandonar»
El considerado «enfant terrible» de la ópera en los años 80, presenta un doble programacon obras de Chaikovski y Stravinski
SUSANA GAVIÑA
Cuando acaba el ensayo, Peter Sellars (Pittsburgh, 1957) abraza a los cantantes, a los bailarines y también al director musical (Teodor Currentzis). El director americano, que se mueve sobre el escenario como un pequeño duende, luce un corte de pelo que recuerda a Tintín y ... muestra una eterna sonrisa que le confiere una aureola de transcendencia espiritual . El que fuera considerado el «enfant terrible» de la ópera en la década de los años 80 —trasladó a Don Giovanni a Harlem y «Las bodas de Fígaro» a un lujoso apartamento en la Trump Tower de Nueva York— suelta una carcajada cuando vuelve a escuchar esta antigua y manoseada etiqueta: «Ya soy tan mayor...». La desacralización de los grandes clásicos abrió un camino que muchos otros siguieron, con mayor o menor éxito. «Todo aquello que se convierte en un cliché es malo. Todo tiene que estar fresco, vivo, tiene que ser un descubrimiento. Hay que seguir explorando. Cada vez que algo se convierte en un cliché, muere», señala Sellars a ABC .
El director estadounidense se encuentra estos días trabajando en el Teatro Real de Madrid, donde el próximo sábado estrenará un programa doble que incluye «Iolanta», de Chaikovski, y «Perséphone», de Stravinski. «Amo profundamente estas dos obras aunque el mundo no las quiere tanto», bromea. Sobre la partitura de Chaikovski, cuyo libreto está inspirado en «La hija del rey René» de Henrik Hertz , considera que ha sido una obra maltratada: «Desde su estreno estuvo abocada al fracaso porque fue presentada bajo los cánones tradicionales del siglo XIX. Yo quiero darle ahora una oportunidad». Gustav Mahler, sin embargo, sí supo apreciar las cualidades de la partitura cuando la dirigió en su estreno en Hamburgo en 1893. La calificó «de obra maestra». «Era una música visionaria que no representa el final del siglo XIX, sino el comienzo de una nueva era. El principio del simbolismo ruso, el teatro de vanguardia en el que se planteaban preguntas espirituales».
Junto a ella se representa ahora «Perséphone», compuesta por Stravinski cuarenta años después. «Esta obra funciona como un cuadro cubista, pues se combinan en ella música, poesía, danza, artes visuales... Todo al mismo nivel y con la misma intensidad». En ella se da además una curiosa colaboración, la del intelectual de izquierdas André Gide, «que apoyaba el experimento comunista en la URSS», con Stravinski, «que tuvo que exiliarse».
Sellars ve ciertas similitudes entre aquel estreno, en 1934, «cuando se produce el terror de Stalin y el ascenso de Hitler», y la actualidad. «Existe una lectura claramente política en esta “Perséphone” en la que Stravinski cambió el mito griego. Aquí es ella la que quiere ir al infierno . Es una persona independiente y con coraje que quiere solidarizarse con los que están en el infierno. Igual que entonces, hoy hay gente en el infierno a la que no podemos abandonar. Estamos escuchando los ecos de la crisis económica y el regreso del fascismo a Europa». A pesar de su contenido político, el director asegura que es una obra muy sutil. «No se trata de levantar el puño a la audiencia. Es profunda, sensible. Invita a sentir y a reflexionar. Es poética, como “Iolanta”. Entre tanto balance económico es necesario algo de poesía», bromea.
Mortier, alma gemela
Sellars ha encontrado en Gerard Mortier, director artístico del Real, a su alma gemela. «Él realmente entiende la ópera como una función social, no solo como un decorado o un pasatiempo de gente que no tiene nada más que hacer . La ópera te permite sentir de una manera más profunda. No es un negocio, ni nada rutinario. Lo que nosotros pretendemos es provocar sentimientos fuertes en el público». Con Mortier ha colaborado en el Festival de Salzburgo —«San Francisco de Asís»— y en la Ópera de París —«Tristán e Isolda», con Bill Viola—. En el festival austriaco trabajó junto a compositores como Kaija Saariaho —«L'amour de loin»— y Ligeti —«Le Grand Macabre»—. ste último criticó duramente al norteamericano por su puesta en escena. «La cuestión es mucho más simple —señala—. Ligeti se dio cuenta de que tendría más publicidad si odiaba la producción. No tenía nada que ver con el trabajo. Fue un movimiento muy calculado», se ríe.
Con Saariaho la relación ha sido más fluida y tiene previsto otro proyecto del que prefiere no hablar. Su compromiso más inmediato es el estreno en mayo, en Los Ángeles, de la obra «La pasión», compuesta por John Adams; con él mantiene una estrecha colaboración («Nixon en China»). «Ya hice con él la obra “Niña” sobre el nacimiento de Cristo. Ahora, como entonces, abordaremos la historia de la Pasión pero desde la perspectiva de las mujeres que estuvieron ahí aunque no aparezcan en la Biblia». En julio, Sellars volverá a Madrid para estrenar en España su montaje «Ainadamar» de Golijov, sobre la muerte de García Lorca vista por la actriz Margarita Xirgu. «Para mí será un momento histórico».
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