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«Velas y vientos»

ANDRÉS AMORÓS

Es un verso del gran poeta valenciano Áusias March, popularizado por el cantante Raimon: «Veles i vents...» En la Plaza, además del frío polar, soplan rachas huracanadas. El viento hace tremolar capotes y muletas, banderas y colgaduras: difícil imaginar una tarde más desapacible para el público, más incómoda para los diestros. Hoy, ¿quién no echa de menos la vela de la proyectada cubierta?

La novillada de Javier Molina, seria, encastada, plantea muchos problemas a los novilleros. Lógicamente, los resuelven con más facilidad Duffau y Álamo, ya figuras de su escalafón, que el debutante valenciano Duque.

¡Qué falta nos hace que sigan surgiendo buenos toreros en Francia! Thomas Duffau tiene la fortuna de que le correspondan los dos novillos menos violentos. Está muy puesto, muy fácil; todavía más, con el capote. Al primero lo recibe con muletazos cambiados; al cuarto, de rodillas, también en el centro. Engancha bien al novillo y logra circulares invertidos. Acierta con la espada: una oreja. Se le ve muy placeado pero su toreo no dice mucho. Remata los muletazos por arriba, abusa del cite con la pierna contraria retrasada, descargando la suerte: son vicios habituales de la actual tauromaquia, que copian los jóvenes.

Debuta en Valencia con picadores Jesús Duque, alumno de la Escuela de Tauromaquia de su tierra. Su primer novillo, brusco, plantea dificultades excesivas para su escaso rodaje: su afán le lleva a escuchar un aviso antes de entrar a matar. Mejora en el sexto, un precioso jabonero, al que pegan mucho en el caballo y lidia poderosamente Montoliú. El joven Duque se esfuerza en un trasteo voluntarioso, pasa apuros con la izquierda, liga mejor por el derecho y, como mata con decisión, consigue una oreja cariñosa de los paisanos. Debe placearse más y lograr mayor soltura con el capote.

El momento de más interés lo protagoniza Juan del Álamo en el segundo, un novillo muy exigente, al que planta cara con valor y oficio. En una serie de naturales, parece dominarlo. Mata con el brazo estirado (vicio actual) y corta una oreja. También se faja con el quinto, incierto. No cabe juzgarle con severidad cuando el viento impide el manejo de las telas. Sigue siendo uno de los novilleros más prometedores pero debe dar un aldabonazo para llegar con fuerza a la alternativa. Y mejorar las estocadas.

Recuerdo un título de Jardiel Poncela: «Espérame en Siberia, vida mía». Aquí seguiremos, mañana, si Dios quiere.

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