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Éramos tan jóvenes...

La obra de Ana Diosdado «Los ochenta son nuestros» vuelve a las tablas

ABC

J. B.

Una fiesta de nochevieja organizada por un grupo de jóvenes acomodados es el escenario en el que transcurre «Los ochenta son nuestros», una obra escrita por Ana Diosdado a partir de su propia novela homónima. Estrenada hace veintidós años con gran éxito, ahora se puede ver de nuevo en el teatro Häagen-Dazs / Calderón en una producción dirigida por Antonio del Real y protagonizada por un puñado de jóvenes actores, varios de ellos con vitola de populares televisivos: Natalia Sánchez, Gonzalo Ramos, Blanca Jara, Borja Voces, Claudia Molina, Álex Barahona, Juan Luis Peinado y Antonio Hortelano.

Asuntos como el amor, la muerte, la violencia, la sexualidad, la consciencia política, se plantean en esta comedia que dos de sus protagonistas, Blanca Jara y Borja Voces, como un «texto con intención, nada ligero. No deja indiferente a los espectadores, y tampoco nos deja indiferentes a los actores. No es una obra vacía de contenido. Es un puñetazo a los ideales, a los comportamientos sociales».

Han transcurrido más de dos décadas desde su estreno, pero los dos intérpretes coinciden en asegurar que no ha perdido vigencia ni actualidad alguna. «Este montaje no se ha trasladado —explican—; transcurre en el mismo año, la nochevieja de 1989, en que lo situó la autora, Ana Diosdado. Apenas se han eliminado unos párrafos políticos que sí habían quedado algo anticuados. Pero el resto no ha necesitado de adaptación». Y es que, reflexionan los dos actores, «ha cambiado el contexto, pero los jóvenes seguimos teniendo hoy las mismas preocupaciones que tenían los jóvenes de entonces. Ha cambiado la forma, pero no el contenido». «Hablamos de otra manera —añade Borja—, la tecnología ha modificado absolutamente todo, pero hay asuntos que siguen presentes: el racismo, la sexualidad, las desigualdades sociales... Y todas están en el texto de Ana Diosdado, tratadas además de una forma muy moderna. La reacción que tiene el grupo de jóvenes al saber que uno de ellos es homosexual es la misma que podríamos tener ahora: no les sorprende ni les escandaliza. A menudo nos creemos que somos especiales, pero las preocupaciones son siempre las mismas. El público seguro que se siente identificado de alguna manera con lo que está pasando en escena, porque sentirá que también le ha pasado a él».

Nochevieja es, en la vida real y en la obra, símbolo de cambio. «La vida de los chicos no será igual a partir de esa noche —explica Blanca—. Cambian de año, de década, y cambias de vida. Se cierra una etapa y se abre otra».

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