Anne Perry: «No se puede ser bueno si no existe la opción de ser malo»
ANTONIO ASTORGA
Anne Perry trabajó como azafata de vuelo, asistenta, dependienta, recepcionista de hospital, secretaria, auxiliar de limusinas... hasta que triunfó con «Los crímenes de Carter Street» tras 20 años de sequía.
- Necesitaba comer, y el género tenía éxito.
—Confiesa usted que, cuando sucedieron aquellas « ... tragedias de su infancia» (asesinó junto a una amiga a la madre de ella) era una niña enferma a la que trataron con medicina experimental. ¿La manipularon a sus quince años?
—Sí. Espero que no me vuelvan a manipular más, y sobre todo espero no manipular yo a nadie. Tú puedes perdonar a un niño por cosas que a un adulto no le perdonarías. El error es humano, el perdón es divino, pero insistir en el error es de necios, es algo estúpido.
—Por qué el ser humano hace el mal, mata?
—Bueno, no siempre, porque si no hay mal no hay bien tampoco. No se puede ser bueno si no existe la opción de ser malo. Tiene que haber contraste en todo, oposición. Si no existe la posibilidad de hacerlo mal, ¿qué sentido tiene hacerlo bien?
—La fe es la mejor herramienta para luchar contra el mal, contra el diablo, contra los malos pensamientos, contra la infamia, vileza, de matar?
—Sí, porque así puedo creerme más de lo que veo. Es una fortaleza de convicciones. Hay que creer que las cosas valen la pena sea cual sea el precio que hay que pagar. Casi todas las culturas han creído en algo más que trascendía. Las personas más bárbaras son capaces de la oración y de reverenciar, aunque sea sólo contemplar las estrellas en el firmamento, o la regeneración de la tierra cada primavera. Existe algo más de lo que vemos.
—¿Qué aprecia usted más allá?¿Cuál es su fe?
—Soy cristiana, soy miembro de la Iglesia de Jesús de los Últimos Días, que ustedes conocen como...
—...Mormones.
—Sí, pero somos cristianos. Nosotros no creemos en el pecado original. Pensamos que cada bebé que nace llega limpio y puro.
—¿Cuándo sucede el pecado?
—Cuando uno tiene conocimiento y discernimiento. ¡El ser humano es hijo de Dios! Y lleva en sí la posibilidad de ser como un Dios, también. Por el momento, nos parecemos más bien poco. El ser humano es como una pequeña oruguita que algún día se convierte en una mariposa, después de una larga evolución. Estamos pendiente de evolucionar.
—¿Su fe le completa, le llena?
—¿Usted es cristiano?
—Sí.
—¿Conoce usted la parábola de los talentos?
—Claro.
—Si uno devuelve el doble de lo que ha recibido es perfecto. Si te dan cinco, debes dar diez.
—Pero eso es inviable en este mundo insolidario, donde lo que se hace es la guerra, no la caridad.
—El mandamiento es amar al prójimo como a ti mismo, con toda tu fuerza, alma y corazón, por encima de todas las cosas. El prójimo es cualquiera. Cristo lo dijo, y «ahí se resumen todas mis enseñanzas y sabiduría»: si uno profesa admiración hacia Dios y la Tierra, debe portarse lo mejor que puede con su prójimo; eso es lo más que se le puede pedir.
—¿El ser humano nació para el bien o el mal?
—Hay una tendencia al egoísmo, pero yo propongo que se viaje. Yo lo he hecho por España, Francia, Alemania, América, EE.UU. son amables conmigo. —¿Se arrepiente de las tragedias y errores de su infancia?
—Sí, sí, por supuesto. Cada día. Siempre, o frecuentemente, cometemos errores. Pero los grandes errores no los vuelves a cometer.
—¿Usted perdonaría si la hirieran?
—Sobre la necesidad de ser perdonado, uno aprende a perdonar también. Yo sé lo que es ser manipulado.Tengo que perdonarles, aunque no es fácil.
—Ahora, con «El brillo de la seda», pasa ¡del crimen victoriano a Constantinopla!
—No se preocupe. Es un libro nada más. Volveré a la novela victoriana. Ha sido el reto y la libertad de poder hacer algo distinto. Es divertidísimo, créame, porque con la novela de crímenes tienes a la gente intrigada: en una obra aislada uno puede hacer la debacle, ¡matar hasta el apuntador!
—¿Le hubiera gustado vivir en el siglo XIII?
—No, no. No había dentistas. ¡Qué horror! Las mujeres tenemos ahora mucha más libertad.
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