TOUR DE FRANCIA 15 ª etapa
Nadie espera a nadie
Contador aprovecha un fallo mecánico de Schleck para vestirse de amarillo y el luxemburgués clama venganza
J. GÓMEZ PEÑA
Nadie espera camino de Luchon. 12 de julio de 1971: el líder del Tour es Luis Ocaña, castellano pasional y atrevido. Francia le quiere porque ve en él al verdugo de Merckx. Ese día toca tormenta en el col de Mente. Cielo de pizarra y ... el diluvio repentino. Merckx no para quieto un metro y se lanza en el remolino de curvas del descenso. Sobre el barro. Patina y arrastra a Ocaña, que por detrás recibe el impacto de un gregario del belga. Queda zombie. Partido. Y grita mientras su Tour se escapa a la estela de Merckx. Nadie espera. Sólo un par de corredores de su equipo velan ese desconsuelo. La desgracia no frena al ciclismo. Es la ley. La Grande Boucle corre carretera abajo a lomos de Merckx. En Luchon gana Fuente y el «caníbal» belga recoge el maillot amarillo. No se lo pone por respeto al español caído.
Ayer, también camino de Luchon y a tres kilómetros de la cima del col de Bales: Andy Schleck viste de amarillo. Es ambicioso y ha mandado a su equipo, el Saxo Bank, embrutecer la subida. Ahogarla. Se levanta, con la bici bien encajada al cuerpo, y acciona el acelerador. Por un momento, se va solo. Vinokourov, escudero de Contador, hace de lapa. El madrileño reacciona tarde. «Estaba cerrado y he tenido que irme al otro lado de la carretera», contó. Arranca al fin Contador. Está en su tinta, en la montaña. A por Andy, que atiza sus pedales veinte metros por delante. Ahí se desencadena el Tour.
Schleck sufre o comete un fallo mecánico. Cambia de marcha y la cadena pierde su sitio. Queda atrapada. En seco. Casi vuelca hacia delante. Tiene que pararse unos 45 segundos. El corazón le late a golpes. Le sube la temperatura de la sangre. Le hierve la adrenalina. No consigue desatascar el entuerto y ve cómo Contador, Samuel Sánchez y Menchov le pasan de largo. «No sabía que Andy había tenido un fallo mecánico. Para cuando me lo han comunicado, ya estaba lejos y con la carrera lanzada», alegó Contador. Menchov iba a lo suyo: «Ha sido un buen día para mí. En dos etapas le he quitado un minuto a Schleck». El ruso en su burbuja.
Samuel Sánchez sí vio sobre arenas movedizas a Schleck. «Pero no sabía si era un pinchazo o una avería». Eso sí, vio que era un rival menos. Y sobre esa certeza pedalearon a trío Contador, Samuel y Menchov en el descenso hacia Luchon. Donde nadie espera. Donde el francés Voeckler ganó la etapa. Y donde Schleck perdió 39 segundos y el liderato. Contador no hizo como Merckx y sí se vistió de amarillo. «Ya esperé a Andy el día de Spa, cuando mandé parar a mi equipo sin saber si los demás iban a hacerlo», recordó el madrileño, líder por ocho segundos. «En la etapa del pavés, Andy no esperó a nadie y también hubo muchas caídas», añadió. Le escocía la polémica.
El lío irá a más. Andy azuzó el fuego: «Yo no querría ganar el Tour así». Clamó venganza para hoy y el jueves en el Tourmalet. «No lloraré por esto. Todavía no se ha terminado el Tour. Quiero la revancha». Cuando subió al podio levantó un dedo, el del número uno. Rabiaba. Y el público de Luchón le aplaudió a rabiar. Ya es su ídolo. A Contador, en cambio le recibieron divididos: pitos y aplausos. El medio minuto largo que ayer sacó le costará una semana de silbidos. Arriba, en la tarima donde le entregaron el maillot amarillo, le aguardaba Bernard Hinault. El viejo bretón no lo dudó: le abrazó. «La carrera es así. ¿Qué ciclismo es éste en el que hay que andar esperando al rival?», preguntó. Ni él ni Luchon han esperado nunca.
Victoria de Voeckler
La polémica encendió una etapa plana pese a tanto puerto. Otro día claro, de sofoco, con el filo de la montaña al descubierto. Esta vez, en cambio, sí triunfó la fuga. La de Voeckler, el guipuzcoano Pérez Arrieta y Ballan. Llegaron con nueve minutos a la base del duro, áspero y abrasado puerto de Bales (21 kilómetros al 6,1%). A Voeckler le bastó para recoger su tercera etapa de Tour. Su tercera y merecida aguja en el pajar. Detrás, apenas nada.
La emoción la puso una cadena. La de Andy Schleck, que cerca ya de la cima armó sus piernas, su talento y su ambición, y arrancó a por el Tour de Francia. Para cuando Alberto Contador respondió, al luxemburgués se le había atascado la cadena. Y el ciclismo no espera. Ahora hay dos líderes, encadenados: el líder real, que es Contador, y el líder popular en Francia, que es Schleck. Los dos caben en ocho segundos. Que decida el Tourmalet.
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