Elián y la «batalla mundial de opinión» entre Cuba y EE.UU.
Hoy tiene 15 años y vive en Cuba, como un adolescente más. Pero hace diez, cuando tan sólo contaba cinco primaveras, su rescate en alta mar y la muerte de su madre, junto a la de otros diez cubanos más que trataban de huir ... de la isla, se convirtió en motivo de enfrentamiento entre Cuba y Estados Unidos … eclipsando, incluso, su propia tragedia.
«Rescatado de alta mar, que lame con tanta furia como dulzura (según humores) las costas de Cuba y las de Estados Unidos, el Día de Acción de Gracias, Elián había salido de Cuba con su madre y otros diez cubanos hartos de Fidel Castro», contaba el corresponsal de ABC en Estados Unidos, Alfonso Armada.
Sin embargo, aquel sueño se convirtió en tragedia, cuando el mar devoró el pequeño bote de aluminio con motor defectuoso que trasportaba a los tripulantes, dejando al pequeño Elián asido a un pedazo de goma, durante dos días, merced del océano.
«Los responsables del viaje desmontaron el motor desahuciado y lo tiraron en el mar para aligerar la carga. Pero la barca, descompensada, dio una voltereta de costado y todos los pasajeros cayeron al agua. Sin embargo, una suposición de expertos es que la voltereta pudo haber roto las frágiles soldaduras de los tubos de aluminio, y la barca se hundió», escribía el Nobel de Literatura colombiano, Gabriel García Márquez , para El País, en una crónica sobre la peripecia de Elián, titulada «Naufrago en tierra firme».
«El niño balsero», que sabía nadar, y otros tres de los cubanos huidos, sobrevivieron con la cámara de neumático, tras varios días a la deriva. El niño, que más tarde contó a su padre cómo había visto ahogarse a su madre, fue rescatado por dos pescadores y entregado al servicio de Guardacostas de los Estados Unidos, tal día como hoy hace diez años.
Al fallecer la madre en la travesía, sus tíos de Miami reclamaron a Elián, a los que fue entregado contra la opinión de su padre, Juan Miguel González , «retratado en la prensa estadounidense, en su casa de Cárdenas, al este de La Habana, con una fotografía del Che Guevara con atuendo de revolucionario colgando detrás».
En este momento, todos los medios de comunicación centraron su objetivo en la tragedia del niño, primero, y en la batalla desatada después, por la tutela del niño , entre la pequeña isla comunista y el gigante «imperialista».
El padre, que continuaba en la isla, instó rápidamente al Ministerio de Asuntos Exteriores de Cuba a emprender acciones legales contra el enemigo vecino . Entonces, la politización se desató: Castro afirmó el 5 de diciembre que Cuba iba a librar «una batalla mundial de opinión» por el regreso a la isla del niño y emplazó al gobierno de EE.UU. a anunciar antes de 72 horas su «devolución» de lo que calificaba un «flagrante delito de secuestro».
Los tíos, disidentes, aseguraban que el niño no quería volver, y que si lo hacía, traicionaría el espíritu de su madre, que había dado «la vida en el mar para ser libre». «Dejadle volver o el espíritu de su madre os perseguirá», gritaba el padre desde la isla.
El caso, que se convirtió en «la prioridad» de Fidel, implicaba no sólo cuestiones de asilo político, sino también un conflicto relativo a la custodia de Elián . Después de muchas negociaciones y discusiones, el gobierno cubano, el Servicio de Inmigración y Naturalización y el departamento de Justicia de Estados Unidos, acordaron que la cuestión de la custodia prevalecía y que «el niño balsero» debía ser devuelto a su padre en Cuba .
La polémica se intensificó. La casa en la que reside Elián en Miami es rodeada de reporteros de medios de comunicación de todo el mundo. El gobierno castrista organiza multitudinarias manifestaciones exigiendo la vuelta del chaval, pero los parientes de Miami rehúsan cumplir el ultimátum del 13 de abril, fecha límite para que lo entregaran a la justicia.
El 22 de abril, el Departamento de Justicia ordena que Elián sea sacado a la fuerza de la casa, proporcionado una imagen que daría la vuelta al mundo y que ganaría después el Premio Pulitzer: agentes del INS vistiendo uniformes de combate y armados con subfusiles automáticos tomando la casa para llevarse a Elián.
En abril de 2000, Richard Cohen describió en su columna del Washington Post aquella tragedia y su polémica posterior: «Elian y Juan Miguel González, hijo y padre. El primero es un niño inocente. El segundo un hombre al que le quitaron a su hijo. Elián se ha comportado como un típico niño de seis años, Juan Miguel como un típico padre. Y la mayoría de los políticos como típicos idiotas».
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