Madrid debe eliminar más de la mitad de las cabras del Parque Nacional

Según las estimaciones de los expertos, la población óptima de la cabra debería rondar los 1.500 ejemplares para que ni este bóvido ni el resto de especies corrieran peligro. Para ello elaboró un plan de actuación a diez años, en diciembre del año pasado, en el que se autorizó su caza con armas de fuego una vez que se levantara la veda. Hasta ahora, los bóvidos, que carecen de depredadores naturales, se apresaban con jaulas-trampa y se abatían con arco, unos sistemas poco eficaces para los expertos.

El plan, que tendrá que ser coordinado a través de los propios órganos de gestión del parque –tanto con Castilla y León como con el propio Organismo Autónomo de Parques Nacionales–, aún no se ha puesto en marcha. Durante su elaboración se previó la muerte del 75% de los animales que sobran, mientras que el 25% restante se capturará vivo para ser trasladado a otras reservas nacionales . Fuentes de la consejería explicaron a ABC que las próximas semanas se celebrarán varias reuniones para tomar una decisión.

La veda sobre esta especie se levantó el pasado día 15 de septiembre. Los biólogos y la Federación Madrileña de Caza desconocen todavía cuándo y cómo se va a reducir el número de ungulados en el Parque Nacional. Pablo Refoyo, profesor asociado de Biología de la Universidad Complutense de Madrid , asegura que esta zona tiene la densidad más alta de esta especie en Europa. Sigue sus pasos desde su reintroducción en el ecosistema madrileño en los años 90, tras extinguirse a principios del siglo XX. «En el año 2.000 había 200 ejemplares. Su crecimiento en los últimos 15 años ha sido exponencial . En 2.014 había 3.340. Su densidad media es de 44 ejemplares por kilómetro cuadrado. El paraje más problemático es La Pedriza, donde vive el núcleo más numeroso de cabras, con más de 3.000 ungulados», explica.

Aunque desconoce cómo serán finalmente las «extracciones», en el plan estaba previsto que correrían a cargo de funcionarios –las conocidas «guarderías» a cargo de especialistas en gestión cinegética– o personal designado por el Parque Nacional. Una medida que dejaría fuera a la caza deportiva como método para reducir ese 75% de los ejemplares que sobran. Los criterios en principio son, según Refoyo, de conservación, nunca por el valor recreativo ni económico del trofeo.

Una decisión polémica tanto para las asociaciones ecologistas, preocupadas por cómo compaginar el disfrute de este Parque Nacional con el empleo de armas, como para los cazadores. Estos últimos no comprenden por qué no se puede hacer un aprovechamiento deportivo de esta superpoblación. Rodrigo Moreno de Borbón, presidente de la Feria Cinegética de Madrid , opina además que de confirmarse la exclusión de la caza deportiva como parte de la solución «se estaría perdiendo una importante oportunidad económica para los municipios de la zona y la propia Comunidad». El coste por abatir una cabra va desde los 300 euros –en el caso de una hembra– hasta los 3.000 de un macho adulto que suponga un trofeo, según Moreno de Borbón. Por su parte, el presidente de la Federación Madrileña de Caza, Nicanor Ascanio, está pendiente de las reuniones que se celebrarán este mes de octubre y en las que representará los intereses de los federados madrileños.

Según los estudios que se han realizado hasta la fecha, esta situación de superpoblación podría provocar un impacto irreversible sobre el medio y sobre la propia especie , aunque los especialistas aseguran que ya ha invertido su tendencia de reproducción. «En los últimos censos hay más hembras que machos, con un ratio de crías de una por cada dos hembras. Hace unos años llegó hasta tres», explica Refoyo.

A ellos se suman otros problemas de regeneración de la vegetación y aparición de procesos erosivos que afectan a especies de flora endémica y protegida, muchas de ellas especies únicas por las cuales la Sierra de Guadarrama fue declarada Parque Nacional. También se teme el desplazamiento de otras especies de fauna con las que la cabra comparte territorio y el peligro de aparición de epidemias como la sarna. «De momento, ninguna de las cabras analizadas ha presentado síntomas de esta enfermedad», asegura este profesor.

A la espera del pistoletazo de salida de la temporada de caza y de la puesta en marcha de este plan, cazadores, biólogos y senderistas esperan que la gestión de este problema se realice «con las máximas garantías» para todos. La idea inicial era realizar el control durante los meses de menos afluencia de visitantes, evitando los fines de semana y los periodos de reproducción de esta especie.