De Eton a Cuéllar, en un solo encierro

Alexander es alto, proviene de una familia de banqueros y en su currículum figuran dos nombres clave: Eton y Oxford . Ronda los 30 años, se sabe guapo y ha hecho de la chaqueta de su colegio su amuleto , además de una prenda que le distingue entre la masa de corredores. Porque Fiske-Harrison participa en los encierros ataviado con parte del uniforme rojo con rayas blancas de Eton. «Resulta que tiene los mismos colores que los Sanfermines, me da suerte , pero también me sirve para que me reconozcan, por eso la sigo usando», relata en inglés. El castellano lo domina pero, después de «sentir la muerte por primera vez» y de más de doce horas despierto en una jornada que empezó subiendo la cuesta de la calle Las Parras y acabó con una corrida de rejones, Xander, como le llaman sus amigos, prefiere hablar en su idioma natal.

Su idilio con los toros comenzó en Sevilla en el año 2000 : «Mis padres me llevaron a una corrida, era del Fandi, y toreaba a Puerta Gayola, ahora no es de mis favoritos pero me fascinó». Esa tarde despertó algo en un licenciado en biología «que participaba en varias asociaciones ecologistas». Pero la curiosidad pudo más que sus creencias de entonces. «Cuando la corrida es mala, me aburro y, cuando es buena me emociono, eso es mágico», relata.

Entonces escribió un artículo sobre la feria de Abril en « Prospect magazine », y le pidieron un libro. «Hemingway había escrito el libro de referencia sobre toreo, yo no podía hacer lo mismo ». Sin embargo, la suerte y sus ganas de saber más le dieron las armas para escribir «Into The Arena», un tomo sobre la Fiesta narrado por un torero inglés. Porque Adolfo Suárez Illana , gran amigo de Alexander, le abrió las puertas para matar a un becerro: «Adolfo es mi padrino, él y una señora de Londres que es Orléans Borbón. Me presentó a Padilla y a Perera, me llevó a tentaderos...», recuerda. Y el tour taurino terminó en 2009 con tres estoques a un novillo. Fiske-Harrison se convertía en novillero y escribía un libro para contarlo.

Todo lo recuerda frente a la puerta de un restaurante de Cuéllar, empalmando cigarros, con un ron en la mano y un mechero dorado en el que ha grabado su hierro y sus fechas claves: su primer encierro, su primer tentadero y el primer novillo que mató. Dentro del local nos espera el fotógrafo Jim Hollander , con más de un centenar de encierros a sus espaldas, a sus 64 años está retirado del asfalto y ha cambiado las zapatillas por el objetivo «solo volvería si mi hija, de 28 años, quisiera correr», dice; Rob Watkins , que no bebe alcohol y se muestra encantado con la alegría española; Erik Whiteway (canadiense) y Victor Lombardi (estadounidense), juntos llevan dos semanas recorriendo la geografía nacional y atesoran desternillantes anécdotas sobre los más de 30 encierros disputados. Lombardi está en el club «Fifty fifty» – 50 años y 50 encierros – y sortea como si de astas de toro se tratara la copa de vino que se acaba de derramar delante de él.

Fiske-Harrison bromea sobre su primer encuentro con la muerte , porque en el encierro del lunes se torció un tobillo y eso le hizo caer. «El toro me miró unos segundos, por suerte pasó de largo pero ha sido la primera vez que he visto la muerte», según explica, el miedo de antes de que lleguen los toros se le va cuando corre, pero ese día se dio cuenta de algo: «He pensado que es un poco absurdo morir haciendo algo por lo que no me pagan».

Pero la mañana siguiente su chaqueta de Eton destaca entre la irregularidad de uniformes de los corredores. Le acompañaban los mismos que en la cena y una eminencia en el mundo de los encierros: Larry Belcher . Un estadounidense que lleva más de 40 años corriendo. Da igual que el encierro haya sido un caos con mucho riesgo provocado por toros llegaban descolgados, después de que la policía decretara su final , Larry confesaba sonriente: «Fun eh? En un encierro en Cuéllar corres varias veces, no es como San Fermín». Su alegría la compartía el conocido jinete Richard Dunwoody : «Hoy es mi primer encierro, estoy muy nervioso», desvelaba con un café a las ocho de la mañana. Dunwoody va a repetir hoy.

Quien también se unirá al grupo es Anthony Fane , conde de Westmorland y amigo de Alexander. Él está convirtiendo a sus amigos en aficionados: «Sus esposas me amenazan con no volver a hablarme», bromea. Su novia no tiene ningún problema con su afición, ella, Antalya Nall-Cain corrió en los últimos Sanfermines. También bromea cuando relata las excusas que puso Nicolás Osorio, hijo del duque de Alburquerque, para no correr el domingo.

Si quieren discutir de toros con Alexander, vayan antes a una corrida; si le quieren proponer el modelo portugués, en el que no se mata al toro, le tendrán que dar la razón cuando dice que es una « corrida hollywoodiense » porque el animal muere lejos del público; pero, sobre todo, si quieren reconocerle, busquen la chaqueta de Eton y la camiseta de Hemingway entre los corredores.