La familia Parra esperaba una sentencia «ejemplar» para Ortega Cano
El 24 de abril se sabrá si José Ortega Cano es culpable de la muerte en accidente de Carlos Parra
A. ASENSIO
Con gran entereza, la familia Parra ha querido mantenerse en silencio a pesar del calvario que están viviendo desde que el 28 de mayo de 2011, en la carretera de Burguillos a Castilblanco de los Arroyos, la guadaña de la muerte les arrebatara a Carlos, ... su ser más querido. Un ciudadano hasta entonces anónimo que tuvo la mala fortuna de coincidir en el espacio y en el tiempo con José Ortega Cano, en un accidente que segó su vida para siempre.
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Pero, tras concluir el juicio, que tuvo lugar a mediados de marzo en la Audiencia de Sevilla, los Parra alzaron la voz para arremeter con dureza contra el torero, al que han criticado por no pedirles perdón cuando su abogado así se lo sugirió. «El peor recuerdo del juicio» describía la familia ese momento en un comunicado que hicieron llegar a los medios una semana después de cerrarse el proceso. Unas manifestaciones que ahora resuenan con más fuerza si cabe.
La familia denuncia que el torero no les pidió perdón, aunque su abogado se lo aconsejó
Y es que a pesar de que el diestro, que este miércoles ha sido citado en el juzgado para que le sea notificada la sentencia, condenado a 2 años, 6 meses y un día , ha manifestado en varias ocasiones que, tras recuperarse del fatídico accidente, hizo llegar a los familiares de Carlos Parra una carta pidiéndoles perdón, su viuda y sus hijos aseguran que la supuesta misiva jamás llegó a su destino. Por eso, y porque más vale tarde que nunca, hubiera sido una buena ocasión para dar la cara y pedir perdón por tan tremenda desgracia. «No tuvo coraje», manifestaron algunos allegados tras ver a la esposa de Parra, arropada por sus hijos y sus familiares, derrumbarse en el juzgado.
Golpes de pecho
Carlos, que nació el 20 de junio de 1962 en Charleroi (Bélgica), donde la emigración llevó a sus padres, llevaba tiempo luchando por encontrar un trabajo digno con el que dar estabilidad a su familia, pero el destino quiso que cuando iba camino de Sevilla para incorporarse a su recién estrenado puesto de trabajo se encontrará frente a frente con la muerte en una cerrada curva de la carretera. En aquel preciso instante todos sus sueños se hicieron añicos, dejando a su esposa, Manoli, y a sus hijos, Sara y Samuel, desolados.
La imagen de una frágil mujer, consumida por la pena, sentada en la sala donde tuvo lugar el juicio contra Ortega Cano, debería ser suficiente para remover las conciencias de aquellos que pasan por la vida dándose golpes de pecho.
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