Munar sigue siendo aún Munar
Las primeras imágenes de la expresidenta del Consejo de Mallorca seis meses después de su ingreso en prisión evidencian un sensible cambio físico, pero no de carácter ni personalidad
JOSEP MARIA AGUILÓ
En los Juzgados centrales de Palma había ayer una gran expectación mediática ante la prevista declaración de Maria Antònia Munar por el nuevo caso de corrupción en el que ha sido imputada. Pero ese interés no era tanto por lo que pudiera decir ante ... el juez, sino sobre todo porque se trataba de su primera salida de la cárcel desde que el pasado 24 de julio ingresase en la prisión provincial de la capital balear, tras la condena de seis años fijada por la Audiencia Provincial por fraude y revelación de secretos por el «caso Can Domenge».
Existía ayer, nadie lo negaba, una gran curiosidad por saber cuál podría ser el aspecto físico y el estado anímico de la expresidenta del Consejo de Mallorca, que pronto cumplirá 60 años, tras seis meses en que nadie había conseguido una fotografía o unas palabras de ella. Las últimas imágenes que se recordaban de Munar eran las de aquel día de julio, en que apesadumbrada pero con una cierta entereza y con la misma elegancia de siempre, entró en el coche que le condujo directamente a la cárcel.
La incertidumbre sobre la nueva comparecencia de quien también fue presidenta de Unió Mallorquina y del Parlamento regional se mantuvo además hasta el último instante, pues su abogado había pedido al juez que pudiera declarar desde la cárcel a través de una videoconferencia, solicitud que el magistrado finalmente rechazó. Para añadir algo más de desasosiego a esta situación, en la noche del jueves empezaron a circular insistentes rumores relativos a una supuesta indisposición de Munar, que le impediría acudir a los Juzgados al día siguiente.
Pero fueron sólo eso, rumores, porque a las nueve y media de la mañana de ayer un vehículo policial condujo a Munar desde la prisión hasta las dependencias judiciales, tal y como estaba ya previsto. Entre una nube de flashes, la expresidenta del Consejo de Mallorca descendió del coche con decisión y se encaminó con paso rápido hacia la puerta de entrada del edificio. A algunos periodistas lo primero que les llamó la atención fue el hecho de que no fuera esposada, mientras que a otros lo que verdaderamente les sorprendió fue comprobar su aspecto visiblemente desmejorado, su envejecimiento súbito, su extrema delgadez.
Y sin embargo, pese a todo, en su altiva manera de andar, en la frialdad con que intercambió unas pocas palabras con los funcionarios que la acompañaban o en la elegancia con que portaba la bufanda violeta que llevaba como único complemento, se percibían aún algunos de los rasgos de su carácter y de su personalidad que, junto a su inteligencia y a su falta de escrúpulos, hicieron que fuera durante años la política más poderosa, que no querida ni respetada, de Baleares. Tras dos condenas por un total de 11 años y medio de prisión, dos nuevas imputaciones, varios contactos de su abogado para intentar llegar a futuros acuerdos con la Fiscalía y por ahora seis meses de cárcel ya, Munar sigue siendo aún, pese a todo, Munar.
Munar sigue siendo aún Munar
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