Las últimas balas del Pistolero

Fino, con el pelo encanecido y la misma sonrisa juvenil que hace tres décadas, el irlandés Stephen Roche atendía a la prensa unas semanas atrás en Belfast, donde participó en una prueba de Gran Fondo Giro d’Italia , una especie de challenge abierta a aficionados que se disputa en varios países, donde es posible encontrar viejas glorias y también corredores en activo como Richie Porte. «Claro que es posible hacer el doblete Giro-Tour el mismo año. Y el reto está al alcance de Alberto Contador», dijo. Una utopía imposible en el siglo XXI.

Roche es de los pocos que han conseguido encadenar victoria en las dos grandes carreras por etapas del mundo. En esa nómina están Fausto Coppi, Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault, Miguel Induráin y Marco Pantani , el último que lo consiguió, en 1998. El irlandés, además, sumó a esos logros el campeonato del mundo, todo en un mágico 1987, igualando la hazaña de Merckx en 1974. «Aquel Tour fue extraordinario, con ocho cambios de líder y ataques todos los días, con una emoción de las que ya no se viven hoy. La pena para ustedes es que se lo gané a Pedro Delgado por solo 40 segundos», bromeaba Roche con los periodistas españoles.

Un ciclismo sin «pinganillos» para recibir órdenes de equipo ni potenciómetros , con un punto de locura, ataques lejanos, desfallecimientos y resurrecciones. Roche sufrió un colapso y necesitó oxígeno en la meta de La Plagne ; pero en la jornada siguiente, en el descenso del Joux Plane camino de Morzine , atacó a Delgado y recuperó tiempo. Un ciclismo sin las hojas de cálculo de las que presume el todopoderoso Sky de Chris Froome, favorito para ganar el Tour de Francia 2015. Un ciclismo, en fin, a la vieja usanza con el que enlaza Contador, el inconformista, que morirá matando, arriesgándose, cayéndose, perdiendo quizás más tiempo, pero disturbando la siesta de los aficionados.

El madrileño ha llegado a la Grande Boucle fatigado después de ganar un Giro de Italia donde se ha repartido estopa a diario. A sus 32 años (la edad a la que se retiró Induráin) lleva 14 grandes en sus piernas, de las que ha ganado siete de forma oficial (le quitaron el Tour de 2010 y el Giro de 2011 por el asunto del clembuterol). Además, se ha topado con unos rivales de nivel y más descansados, entre ellos un ganador del Tour (Froome) y un candidato claro a serlo algún día (Nairo Quintana). Y ha tropezado con ese fatalismo con el que ha tenido que luchar desde siempre, como las caídas que le suman tiempo y le restan salud. Ayer, todavía dolorido por la costalada en el Col d’Allos , confesó que había sido una de las etapas más duras de su vida.

Para Bernard Hinault , el último corredor francés en ganar el Tour (acaban de cumplirse nada menos que 30 años del evento) , Contador es el mejor ciclista-fondista de la última década. Le admira porque, como él, es agresivo en carrera, busca el espectáculo, demarrar cuando queda un mundo por delante. Con un ataque así en el puerto de Serranillos, en Ávila, Hinault destrozó a Julián Gorospe en la Vuelta de 1983. En la edición de 2012 Contador asestó un golpe parecido a «Purito» Rodríguez en el Collado de La Hoz , en una etapa que acabó en Fuente Dé y que acabó dándole el triunfo en la Vuelta.

Al «Caimán» bretón le habría gustado que la utopía del doblete se cumpliera este año con Contador. El ciclista de Pinto ha reconocido que no repetirá la experiencia, que la próxima temporada –tal vez la última de su carrera– tendrá que ser más selectivo. Giro o Tour, pero no los dos. Pero hoy y mañana (cuando se llega a Alpe D’Huez), el Pistolero gastará sus últimos balas contra Froome. Aunque sean de fogueo.