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Rubens, íntimo y privado

La casa del pintor en Amberes reúne, 400 años después, los retratos más personales y queridos del maestro flamenco: los que hizo a sus dos mujeres, sus hijos, su hermano, sus amigos…

Rubens, íntimo y privado Liechtenstein Museum, viena

natividad pulido

Fue pintor, escultor, arquitecto, diseñador, coleccionista, escritor, filósofo, diplomático… pero también un hombre de familia, casado dos veces: la primera, en 1609, con Isabella Brant, hija de un importante funcionario de Amberes, con quien tuvo tres hijos (Clara Serena, Nicolás y Alberto). La segunda, en 1630, con la hermosa Helena Fourment -Helena de Amberes superaba en belleza a la mismísima Helena de Troya, según testimonios de la época-, de tan solo 16 años -él tenía 53-, que volvió loco y rejuveneció al maestro (fue su apasionada amante y musa de obras como «El juicio de Paris»).

Era la más joven de los once hijos de un comerciante de sedas y tapices de Amberes. Con ella tuvo cinco hijos más (Clara Johanna, Frans, Isabella Helena, Peter Paul y Constancia Albertina, esta última póstuma: nació ocho meses después de morir el pintor). El hermano mayor de Helena estaba casado con Clara Brant, hermana de la primera esposa de Rubens. Si a ello unimos que el padre del artista, Jan, fue acusado de adulterio con Ana de Sajonia, arrestado y perdonado por su esposa, María Pijpelinckx, tenemos un folletín del Flandes barroco que haría las delicias del mejor guionista de Hollywood

15.000 entradas ya vendidas

La Casa de Rubens en Amberes , que compró en 1610, donde estableció su taller y donde murió en 1640, a los 62 años, fue ideada por el artista a la manera de un hermoso palacio italiano. El pórtico y el pabellón del jardín, los únicos elementos originales que se conservan, van a restaurarse de aquí a 2017. En 1937 fue adquirida por la ciudad de Amberes y en 1946 abrió como museo. A esta casa, donde el pintor fue tan feliz, regresan, 400 años después, sus retratos más queridos. Una veintena de ellos cuelgan, del 28 de marzo al 28 de junio, en la exposición «Rubens en privado» , que promete ser todo un éxito: antes de su inauguración ya se han vendido 15.000 entradas. Ben van Beneden, director de la Casa de Rubens, es su comisario. [ Vea aquí las mejores obras de la exposición ]

Se ha atribuido a Rubens un segundo retrato de su hija Clara Serena

Al no ser pintados por encargo, sino por amor, son éstos los más bellos e íntimos de su producción retratística. Son informales, pintados con inmediatez y frescura. Genial, el retrato de su hija mayor, Clara Serena, a los cinco años, de la colección del Príncipe de Liechtenstein. Una preciosa y vivaracha niña rubia de ojos azules y mofletes sonrosados, pintada con toda la ternura del mundo, nos mira traviesa. Se creía el único conservado. Pero uno de los descubrimientos científicos de la muestra es la atribución a Rubens de un segundo retrato de su hija , de una colección privada de Londres. Fue vendido por el Metropolitan a través de Sotheby’s en 2013 . Se cree que lo hizo tras la muerte de la niña, a los 12 años. La pinta con ojos tristes.

Lo mismo que a su Felipe, el más querido de los seis hermanos de Rubens (Jean Baptist, Blandina, Clara, Hendrik y Bartholomeus), con quien vivó en Italia y al que también retrata tras su muerte, a los 37 años. Este retrato, que cuelga en la exposición y es propiedad del Detroit Institute of Arts, decoró originalmente su tumba en el monasterio de San Miguel de Amberes. Rubens tuvo, además, un hermanastro, fruto de la relación de su padre con Ana de Sajonia. De sus hermanos solo se conservan retratos de Felipe, al que pintó en tres ocasiones. Era un humanista; llegó a ser bibliotecario y secretario del cardenal Colonna y secretario de la ciudad de Amberes.

Autorretratos, tarjeta de presentación

Tres de los cuatro autorretratos individuales conocidos de Rubens cuelgan juntos en una pared de la exposición. Rubens (1577-1640) se pinta siempre con sombrero, con porte elegante . Nunca como pintor, sino como aristócrata. Junto al excepcional autorretrato de la colección de la Reina de Inglaterra se exhiben el de la Casa de Rubens, restaurado para la ocasión en la National Gallery de Londres, y el del Kunthistorisches Museum de Viena, pintado solo un año antes de su muerte, ya anciano y con artritis. Estos autorretratos le servían como tarjeta de presentación para promocionarse como pintor y diplomático.

Ni rastro en la exposición de sus padres, de quienes no se conservan retratos

Por las salas de la muestra desfilan, en óleos y dibujos cedidos por museos de todo el mundo como el Louvre, la National Gallery de Washington, los Uffizi o el Hermitage, retratos de sus cuñados (Clara Fourment y su esposo, Peter de Hecke), sus amigos –con los que se autorretrata, junto a su hermano, en Mantua-, sus mujeres e hijos. Ni rastro de sus padres, de quienes no se conserva ningún retrato. Sí, en cambio, de sus abuelos paternos, Bartholomeus y Barbara, cuyos retratos, realizados por Jacob Claesz van Utrecht con motivo de su boda, abren la exposición. Tiene morbo ver en un precioso dibujo del British Museum a su primera esposa retratada en el anverso, mientras que en el reverso se autorretrata Rubens con su segunda mujer .

A Isabella, que también aparece en la exposición retratada por Van Dyck, discípulo de Rubens que vivió durante un tiempo en su casa de Amberes, la pinta siempre con ojos vivos, mirada juguetona y sonrisa pícara. A Helena, muy exuberante, luciendo la última moda francesa e incluso con el vestido de boda y joyas que pertenecieron a Isabella Brant. Cuando ésta murió, en 1626, escribió Rubens en una carta: «He perdido a una excelente compañera, que se podía amar merecidamente; es más, uno no podía sino amarla, porque no tenía ninguno de los vicios típicos de su sexo: no era caprichosa ni débil».

El retrato más íntimo y sugerente

Lamentablemente, no ha sido prestado por el Kunsthistorisches el retrato más íntimo y sugerente que hizo Rubens de Helena . Bautizado «La piel» por el propio artista, en él la pinta semidesnuda, apenas cubierta por un manto de piel. Es el retrato hecho por un hombre enamorado. Ningún otro artista pintó a su esposa de esta manera. La joven no nos mira a nosotros, sino a su marido. Y lo hace con deseo. No la idealiza, la retrata como una mujer real, de carne y hueso, incluso con celulitis, pero con una pasión arrebatadora que traspasa el cuadro.

Gracias a un análisis con macroescaneo de fluorescencia, llevado a cabo por investigadores de Lovaina y Amberes, ha aparecido en la parte derecha del cuadro una fuente, en cuyo pedestal había un «Mannenken Pis» que tiene connotaciones eróticas, de fertilidad, de juventud… La fuente acabó oculta. Quizá le pareció demasiado osado al viejo maestro, incluso para ser una obra privada. En su testamento, Rubens expresó su deseo de que los retratos de sus esposas no podían venderse. Quizás siempre quiso que permanecieran en la intimidad. Pero ese deseo no se ha cumplido.

Obras muy frágiles

Al ser retratos privados todos ellos, no concebidos para su venta, y pese a la desahogada posición económica de la que gozaba, Rubens trataba de ahorrar pintándolos sobre paneles de madera ensamblados, lo que les hace muy frágiles y por ello no suelen prestarse. «La piel», por ejemplo, fue pintado uniendo seis paneles. Junto a los retratos, se muestran en la exposición algunas cartas personales sobre eventos familiares.

Anexo a la Casa de Rubens se halla el Rubenianum, un centro de investigación que está elaborando el catálogo científico de la obra de Rubens, el más ambicioso llevado a cabo nunca sobre un artista. Comenzó a gestarse en 1968 y se espera que esté concluido en 2020. El artista atesora más de 3.000 obras.

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