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Blas de Lezo, la estatua basada en hechos reales tras una intensa investigación

Mariela Beltrán y Carolina Aguado son las asesoras del escultor Salvador Amaya y han confirmado cada detalle de su historia para que sea fidedigna

Blas de Lezo, la estatua basada en hechos reales tras una intensa investigación archivos del Ministerio de cultura

jesús garcía calero

Tenía solo 15 años en 1704 cuando en la batalla de Vélez-Málaga una bala de cañón le arrancó media pierna. Blas de Lezo estuvo curándose en esa capital andaluza y allí debieron de fabricarle la prótesis de madera al futuro «Mediohombre», según las investigaciones de Mariela Beltrán y Carolina Aguado, comisarias de la exposición sobre el marino que se celebró el año pasado en el Museo Naval . No han detenido su investigacíon y ahora ese trabajo ha servido para que la estatua de Blas de Lezo, obra de Salvador Amaya, sea fidedigna de la figura histórica.

En 1705, un año después de aquella batalla, ya estaba embarcado y participaba en acciones de combate. A los 25 estaba manco y tuerto. A los 52 moriría, unos meses después de infligir la mayor derrota naval de la historia a Inglaterra. Entonces, ¿por qué no se estudia en los colegios españoles a Blas de Lezo? La respuesta es fácil, aunque triste: porque no se le conoce.

El monumento que Madrid inaugurará el próximo sábado es una llamada de atención y un acto de justicia. Mariela Beltrán y Carolina Aguado han asesorado al artista para que el resultado sea el más fiel a la figura histórica. El propio Amaya lo reconoce a ABC: «Carolina y Mariela son las personas que más saben de don Blas. Mariela me dio mucha caña los primeros días. El primer boceto tenía algún fallo histórico que no nos podíamos permitir, así que se puso manos a la obra y preparó un informe completo sobre la uniformología del siglo XVIII. Me envió incluso unos patrones de la época que fueron definitivos para hacer la casaca. Desde luego, su ayuda fue fundamental».

Intensas conversaciones

Las excomisarias sonríen al recordar aquellas «intensas y productivas conversaciones, que hablaban sobre el traje y la postura misma del teniente general de la Armada». No han dejado de investigar las fuentes originales desde la exposición y ahora están más cerca de la figura histórica. Han ido a la caza de sus cartas y los testimonios de quienes le conocieron. Han querido comprobar incluso el origen y el alcance de sus lesiones, estudiando las prótesis de la época y quién le hizo la suya.

Hablan con el entusiasmo de quien conoce íntimamente a don Blas: «Tenía una personalidad arrolladora, porque era determinante e impulsivo, pero hay que huir ya de la imagen de su gusto por el riesgo inconsciente y loco; y no era un dandy. Nada de eso era verdad. Fue un hombre que pasó -enfatizan la dureza que expresa el hecho- toda su vida embarcado y que participó en mil combates». ¿Y su vida privada? «Interesantísima y... complicada. Tuvo siete hijos y además de cumplir su deber como marino, hasta donde sabemos, también cumplió los deberes familiares. Le ayudaba mucho su padre a mantener la hacienda. Y después de su muerte en 1741, y la de su mujer -mucho más joven que él- en 1743 con una niña de 3 años, el padre se hizo cargo de todo».

Fiel a la historia

El monumento será más que fiel a una casaca y a la espada sobria que portaba. Más que al marino enterrado en una tumba anonima y sin el honor que mereció su gesta. Será fiel a la mejor historia de España, la que no hemos sabido contar.

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