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Soldados en Normandía en el 70 aniversario del Día D

Al alba del 6 de junio de 1944, Normandía fue escenario de la mayor operación anfibia hasta la fecha. El historiador Antony Beevor comparte con ABC una reflexión vigente aún sobre aquel mítico combate

Soldados en Normandía en el 70 aniversario del Día D abc

por antony beevor

Han pasado 70 años desde la invasión aliada de junio de 1944 con la que empezó la liberación de Europa occidental de la ocupación nazi. Se podría haber esperado que el interés disminuyese con el paso del tiempo y la muerte de los participantes. Sin embargo, en Normandía hay más museos y visitantes que nunca.

Cuando los grupos de familias contemplan la gran bahía del Sena desde la playa de Sword cerca de Ouistreham o desde los acantilados que dominan la playa de Omaha, la mayor operación anfibia de la historia sigue cautivando la imaginación. Pero el protagonismo de las playas del desembarco distrae al visitante corriente de una verdad cruel. Aun con todos los horrores de la playa de Omaha, las bajas del Día D fueron muchas menos de las esperadas. La auténtica matanza tuvo lugar más tarde, tierra adentro, durante la batalla de Normandía.

Todas las naciones crean sus propios mitos, y en la depresiva realidad del mundo de la posguerra, los británicos sintieron la necesidad de exaltar las virtudes de su ejército en Normandía. Más tarde, algunos historiadores adoptaron un punto de vista mucho más crítico, afirmando que el Ejército alemán fue muy superior. Las diferencias entre los Ejércitos de las democracias y los de los Estados totalitarios constituyen un tema fascinante.

Más politizados

El Ejército británico estaba profundamente marcado por las tensiones sociales y políticas de los años de la guerra. Los soldados y suboficiales estaban mucho más politizados que la generación de sus padres en la Primera Guerra Mundial. En consecuencia, una cierta mentalidad sindical influyó en las actitudes con respecto a lo que se esperaba de ellos. Para los observadores estadounidenses y canadienses era sorprendente que los soldados británicos esperasen tener descansos para tomar el té y fumarse un cigarrillo, como si se tratase de un día de trabajo en la fábrica , incluso cuando estaban desembarcando en la playa bajo el fuego de artillería. «El Ejército británico no podía luchar tres minutos y medio sin tomarse un té», exageraba un canadiense con humor.

Los alemanes se dieron cuenta de que los británicos eran valientes en la defensa , pero a menudo exageradamente cautelosos en el ataque . Es posible que interviniese el factor de la psicología histórica. Los mitos militares británicos han tendido a centrarse en la defensa heroica. El ensalzamiento del ataque ha sido mucho menos frecuente. Hay que recordar también que en 1944 el país llevaba ya casi cinco años en guerra , y cuando el final estaba a la vista, los hombres querían sobrevivir. Se volvieron remisos a correr riesgos, sobre todo los que habían combatido en el Norte de África y en Italia. Gran Bretaña y Canadá también habían empezado a sufrir una grave escasez de mano de obra, y esa fue una de las razones de la prudencia del general Montgomery . Pero a los estadounidenses esto no les impresionaba. Pensaban que los británicos intentaban obligar a otros a luchar por ellos, lo cual era injusto teniendo en cuenta que en Normandía los británicos y los canadienses se enfrentaron a casi todas las divisiones acorazadas de élite. La respuesta alemana a la Operación Epsom del 26 de junio se caracterizó por ser la mayor concentración de divisiones acorazadas de las SS desde la batalla de Kursk.

En la prensa soviética de la época, Ilyá Ehrenburg tildó a las tropas que se enfrentaron a los aliados en Normandía de escoria del Ejército alemán. Casualmente, un oficial de enlace soviético llegó al cuartel general de la Séptima División Acorazada británica e hizo comentarios sarcásticos acerca de la lentitud de su avance en comparación con el del Ejército Rojo en el frente oriental durante la Operación Bagration. Un oficial británico dibujó un mapa del frente y pidió al coronel soviético que mostrase la posición de la unidad en la que había servido recientemente. Resultó que los adversarios alemanes tenían solo nueve divisiones para cubrir un frente de 950 kilómetros. El oficial le señaló que los británicos se enfrentaban a seis divisiones acorazadas y cuatro de infantería en un sector de tan solo 100 kilómetros.

Víctimas psicológicas

Las víctimas psicológicas del bando aliado durante la batalla de desgaste fueron innumerables. Solo en el Primer Ejército de Estados Unidos se registraron unos 30.000 casos . Más tarde, a los psiquiatras tanto estadounidenses como británicos les impresionó el hecho de que, excepto en los últimos momentos de la batalla de Normandía, daba la sensación de que relativamente pocos prisioneros alemanes sufrían fatiga de combate a pesar de haber estado sometidos a fuego de artillería y bombardeos mucho más intensos. Llegaron a la conclusión de que, en parte, se debía a los efectos de la propaganda nazi a lo largo de los últimos 11 años y al hecho de que el Ejército alemán simplemente no admitía el problema . Un médico militar alemán llamado Damman, que había sido hecho prisionero, lo confirmó. En su opinión, «la propaganda alemana que instaba a los hombres a salvar a su patria ha contribuido a limitar el número de casos de víctimas neuropsiquiátricas».

Los mandos castrenses alemanes habrían sacudido sus cabezas con asombro ante la suave disciplina aliada. El Ejército alemán sencillamente no reconocía la fatiga de combate como una enfermedad. Sus nuevos soldados llegaban obligados , y si se disparaban a sí mismos en una mano o en un pie, eran ejecutados . Un cabo primero de la 91ª División de Asalto Aéreo escribió a su casa el 15 de julio contando que «Kramer, un chico valiente y competente, ha cometido la tontería de dispararse en la mano. Ahora lo van a fusilar».

Las unidades alemanas tenían más bien otro problema. Un odio visceral provocado por la muerte de amigos en combate, o de parientes o novias víctimas de la campaña de bombardeos aliados, originó el fenómeno de los denominados verrückte Helmuts, o «Helmuts locos» . Al parecer, en casi cada compañía hubo varios de estos personajes, que sentían que habían perdido toda razón para vivir, pero que lo único que querían era matar para vengarse .

Lo importante, sobrevivir

Ahora bien, ¿eran todos los soldados alemanes tan fanáticos como ellos o como las SS? En las divisiones de infantería normales las actitudes podían ser muy diferentes. Eberhard Beck , de la 277ª División de Infantería escribió que «para nosotros hacía tiempo que la guerra estaba perdida. Lo importante era sobrevivir». Sin duda, esa era la opinión de la mayoría de los soldados mayores. «Eran más maduros», aclara, «conscientes, paternales y humanos. No querían heroicidades ». Beck y sus compañeros solían hablar de cuál era el tipo adecuado de Heimatschuss, lo suficientemente grave -pero no demasiado- como para que los tuviesen que enviar a un hospital de Alemania. «Solo pensaba en heridas», escribía Beck, «en el hospital de evacuación, en mi casa, en el final de la guerra. Lo único que quería era salir de esa miseria».

De hecho, los soldados de las fuerzas de élite aliadas -grupos de operaciones especiales, paracaidistas y tropas de choque- eran mejores que los de la SS. Y si se analiza la actuación de las tropas normales, por oposición a las de élite, las pruebas indican que solo una pequeña parte de las fuerzas de primera línea, ya fuesen británicas, estadounidenses o alemanas, pusieron auténtico empeño en el combate. Los estudios realizados durante la guerra y después de ella han mostrado que la mayor parte de los hombres reclutados rara vez dispararon sus fusiles . Los soldados del Ejército Rojo tampoco eran diferentes. Los oficiales soviéticos sostenían que inmediatamente después de un enfrentamiento con el enemigo se debían realizar inspecciones de las armas . Todos aquellos a los que se les encontrasen los cañones limpios serían ejecutados al instante como « desertores ».

Formación en camaradería

Pero, ¿qué se puede decir de los miembros de las SS, a los que tuvieron que enfrentarse los británicos? Antes de la invasión, sus oficiales les hicieron saber que todos aquellos que se rindiesen al enemigo sin estar gravemente heridos serían tratados como traidores . Quizá la historia más espeluznante de la disciplina de las SS sea la que contó un alsaciano reclutado para la Primera División Acorazada de las SS Leibstandarte Adolf Hitler . Un compañero alsaciano del Primer Regimiento de las SS de la Leibstandarte, que también había sido alistado a la fuerza, desertó e intentó escapar con una columna de refugiados franceses. Algunos miembros de su regimiento lo localizaron y le obligaron a volver. Acto seguido el comandante ordenó a integrantes de su misma compañía que lo matasen a golpes . Arrojaron el cadáver con todos los huesos rotos al cráter de un proyectil. El capitán declaró que había sido un ejemplo de Kameradenerziehung, « formación en camaradería ».

No es muy sorprendente que los británicos y los canadienses capturasen a tan pocos miembros de las SS vivos. En el hospital de la base principal, cerca de Bayeux, el coronel Fraser , el oficial médico de más rango, estaba reconociendo a un soldado de las SS malherido que necesitaba una transfusión de sangre . «Pero cuando la aguja ya estaba dentro, el apasionado joven nazi preguntó de repente si era sangre inglesa . Cuando le dijeron que sí, se la arrancó proclamando ‘Muero por Hitler’ Y, efectivamente, eso fue lo que hizo», apostillaba Fraser. Resulta difícil imaginar que un prisionero británico o canadiense quisiese morir de esa manera por Churchill o por el rey Jorge VI, o que un soldado estadounidense desease hacerlo por Roosevelt. Una joven enfermera británica confesó que logró mantener bajo control a un joven fanático de la 12ª División Acorazada de la SS Hitler Jugend amenazándole con «hacer que le hiciesen una transfusión de sangre de un judío ».

Nadie debería haber esperado que un ciudadano normal y corriente de una democracia occidental combatiese de la misma manera que los adoctrinados por una sociedad totalitaria. Lo importante es que hombres de a pie de toda condición estuvieron dispuestos a arriesgar e incluso perder sus vidas para salvar a Europa de la terrible ocupación nazi. Su victoria les costó cara, y nosotros tenemos toda clase de razones para estarles agradecidos.

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