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¿Prehumanos en los Balcanes hace 7 millones de años?

Unos antiquísimos restos sugieren que nuestro linaje se separó del de los chimpancés en el Mediterráneo y no en África, según una controvertida investigación

Mandíbula inferior del graecopithecus de 7,1 millones de años, hallada en Pyrgos Vassilissis, Grecia Wolfgang Gerber, Universidad de Tübingen
Judith de Jorge Gama

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Un equipo de investigadores canadienses y europeos acaba de lanzar una controvertida hipótesis sobre los orígenes de la humanidad que dinamita una parte esencial de lo que creíamos saber hasta ahora. La mayor parte de la comunidad científica asume que el linaje de los chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, y el nuestro divergieron hace entre cinco y siete millones de años en África, donde se desarrollaron nuestros ancestros directos. Sin embargo, la audaz teoría que recogen dos artículos publicados en la revista PLoS ONE sugiere que esa separación se produjo varios cientos de miles de años antes de lo que se creía y, lo que es aún más sorprendente, no ocurrió en el continente negro, sino en el Mediterráneo oriental . Las pruebas, escasas, dos fósiles ya conocidos de un raro homínido llamado Graecopithecus freybergi , una mandíbula inferior hallada en Grecia y un premolar superior de Bulgaria que, para los autores del estudio, pertenecen a un antiquísimo hominino de hace más de 7 millones de años.

Premolar superior de 7,2 millones de años Wolfgang Gerber, Universidad de Tübingen

El equipo internacional, dirigido por Madelaine Böhme, del Centro Senckenberg de Evolución Humana y Paleoambiente en la Universidad de Tübingen, y Nikolai Spassov, de la Academia de Ciencias de Bulgaria, empleó tomografía computarizada para estudiar la mandíbula descubierta en 1944 en Pyrgos Vassilissis, cerca de Atenas, considerada durante décadas los restos de un mono, y el premolar hallado en Azmaka, cerca de la ciudad de Chirpan, cuya descripción apareció en 2012 en el Journal of Human Evolution. De esta forma, los científicos visualizaron las estructuras internas de las piezas y demostraron que las raíces de los premolares están ampliamente fusionadas, un rasgo que las acerca a la familia humana.

«Mientras que los grandes simios tienen típicamente dos o tres raíces separadas y divergentes, las raíces de graecopithecus convergen y se fusionan parcialmente, una característica de los humanos modernos, los primeros seres humanos y varios prehumanos, incluyendo Ardipithecus y Australopithecus», explica Böhme.

La mandíbula inferior, apodada «El griego» por los científicos, tiene otras características que sugieren que la especie graecopithecus freybergi podría pertenecer al linaje prehumano. «Nos quedamos sorprendidos con nuestros resultados, ya que hasta ahora solo se conocían prehumanos en el África subsahariana», reconoce Jochen Fuss, investigador de Tubinga que llevó a cabo esta parte del estudio.

Los fósiles de graecopithecus tienen entre 7,24 y 7,175 millones de años, varios cientos de miles años más que el supuesto prehumano más antiguo de África, Sahelanthropus del Chad, datado de seis a siete millones de años. La especie es la única prehumana conocida en Europa, y su posible ancestro podría ser Ouranopithecus, de unos 9 millones de años de antigüedad, localizado también en Grecia.

Europa, una sabana

Pero, ¿qué llevo a esos prehumanos hasta el Mediterráneo? Quizás drásticos cambios ambientales, según los investigadores, quienes han bautizado su hipótesis como «la historia del lado Norte» frente a la «historia del lado Este» del paleontropólogo francés Yves Coppens, quien en 1994 señaló que cambios climáticos habían cumplido un importante papel en la aparición del ser humano en África.

El graecopithecus vivió «en el inicio del Messiniense, una edad que finaliza con la desecación completa del Mar Mediterráneo», apunta Böhme. Tras analizar los sedimentos en los que fueron encontrados los fósiles, el equipo concluyó que el desierto del Sahara se originó hace más de siete millones de años. El hecho es que, aunque geográficamente distantes, los limos de color rojo de un grano muy fino y con diferentes sales podrían ser clasificados como polvo del desierto, trasladado por las tormentas hasta el Mediterráneo.

Imagen de microscopio electrónico de una partícula de polvo redondeado por el transporte eólico. Se originó en el desierto del Sahara y se encontró sedimentos de 7,2 millones de años de antigüedad en Grecia Ulf Linnemann

Este proceso también es observable en la actualidad. Sin embargo, el modelado de los investigadores muestra que, con un máximo de 250 gramos por metro cuadrado y año, la cantidad de polvo en el pasado supera más de diez veces las últimas cargas de polvo en el sur de Europa, lo que era comparable a la situación en la zona del Sahel actual en África.

Además, los análisis de fragmentos microscópicos de partículas de carbón vegetal y silicato de planta, llamados fitolitos, parecen demostrar que al mismo tiempo que el Sahara se desarrollaba en el norte de África, una sabana se extendía por Europa. Este paisaje encaja con los restos de jirafas, gacelas, antílopes y rinocerontes que fueron encontrados junto con graecopithecus.

«La incipiente formación de un desierto en el norte de África hace más de siete millones de años y la propagación de las sabanas del sur de Europa pueden haber desempeñado un papel central en la separación de los linajes de humanos y chimpancés», afirma Böhme.

David M. Alba, jefe del Grupo de Investigación de Faunas del Neógeno y Cuaternario del Instituto Catalán de Paleontología (ICP), es crítico con el estudio: «Decir que es un hominino no está justificado, es una exageración. No es imposible, pero no se puede demostrar. La evidencia es muy pequeña», asegura.

Spassov reconoce a ABC que su teoría puede ser recibida con controversia por la comunidad científica. «Algunos colegas aplaudirán el descubrimiento, pero a otros les será difícil aceptarlo, al menos no inmediatamente», dice. Sin embargo, confía en que nuevos fósiles del graecopithecus «puedan aparecen en los Balcanes y probablemente en otras regiones del Mediterráneo oriental». Lo mismo cree Böhme. «Espero discusiones polémicas. A algunos le gustará la idea proporcionada por nuestros datos, algunos se mantendrán escépticos y otros no la aceptarán en absoluto. Pero una discusión objetiva es lo que empuja la ciencia. Los científicos deben ser escépticos y escudriñar los datos, pero también estar abiertos a nuevas ideas», argumenta. Quizás el hallazgo de nuevos fósiles pueda resolver el misterio. «Estamos trabajando en ello», anuncia la investigadora.

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