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EL REINO DE TAIFAS

ELS SEGADORS

JORGE y JORGE

EN estos días se ha tenido la oportunidad de escuchar el himno «els segadors», porque parece que está de moda. No en el sentido más amplio de la palabra, sino como canción «de» Cataluña. Debido a la propuesta de Artur Mas, que no deja duda, e invita a valencianos y alicantinos a realizar una profunda reflexión sobre su autonomía. Porque si Cataluña sigue adelante, como ha insinuado, ¿qué hará el «País Valencià» en semejante tesitura? Según la UE, ni siquiera es propietaria de su lengua.

La Reconquista determinó rasgos étnicos y culturales que aún definen a muchas de las regiones españolas. Se recordará que allá por el 1013 la anarquía se había apoderado del imperio andalusí. Los poderosos beréberes imponían su ley, al tiempo que eran despreciados por la aristocracia y gran parte del pueblo. Surgieron las taifas, que en su mayoría correspondían a las antiguas divisiones en provincias del imperio andalusí. Muchos de estos reinos independientes estaban regidos por un grupo social determinado, los beréberes o los militares eslavos. Aunque esto sea un pasaje de la Historia, bien se puede observar un retroceso hasta antes de la Reconquista. Es decir, hasta los albores de los reinos de taifas, donde cada uno mantuvo la estructura monárquica-absolutista que levantaron los califas.

Pero, siguiendo la misma pauta, unos siglos más después nuestra provincia vivió una disyuntiva bastante similar que no trajo nada bueno para nosotros. Fue cuando nos posicionamos junto a Cataluña para luchar contra Felipe V, primer rey Borbón. Esta toma de posición, con la pérdida de la Batalla de Almansa en 1707, supuso la lesión de los derechos y fueros del «País Valencià» (el retrato de Felipe V aún cuelga boca abajo en algunas localidades de la Comunidad). Más recientemente (1872-1876) también nos embarcamos con catalanes, vascos y navarros en la Tercera Guerra Carlista, donde tampoco salimos bien parados. Salvo el tribunal de las aguas en Valencia, poco pudimos salvar de nuestros derechos al finalizar el reinado de Alfonso XIII, abuelo del actual Monarca.

Su figura representa una imagen de unión fuera de las fronteras de España. El Rey puede reflejar el conjunto del Estado en su misma figura. Pero lo que no anda bien es la estructura. ¿Por qué? Porque no es eficaz. Si la actual estructura que nos sustenta no funciona, como es obvio, quizá cabría considerar como interesante la idea de añadir a la «marca España» la estructura federal. El Estado debería haber asumido la innegable redistribución fiscal -no porque lo pida Cataluña, sino por ser vital para todas las demás comunidades- y no dedicarse, como ha hecho, a plantear conversaciones dilatorias y susceptibles de provocar una presumible consulta popular en Cataluña.

Retomando la redistribución fiscal, hay que subrayar que la provincia de la capital del Turia es la tercera que más aporta al PIB, con 53.364.782 miles de euros. Y que Alicante, con 35.352.621, se convierte en la cuarta provincia en aportación al PIB. De modo que lo que plantea Cataluña también podría aplicarse aquí. Lo que no queda muy claro es lo que se recibe a cambio, pues resulta que es bastante menos -sí, bastante menos- que lo que reciben los catalanes.

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