Buscaba una lectura ligera para el verano, cuando una amiga y otra amiga y otra me recomendaron 'Cincuenta sombras de Grey', de Erika Leonard James (Ed. Grijalblo). Había escuchado la polémica y, con la prevención que a veces despiertan los 'best-sellers', me interné en ... la Red y encontré comentarios del tipo: “Porno para mamás”; “adictiva y denigrante”, “echa por tierra los logros del feminismo”, “terapéutica y liberadora...”.
A medida que me adentraba en la historia, entendí que el contenido erótico no es suficiente para explicar que tantas estén aferradas a sus páginas y comprendí que 'Cincuenta sombras...' funciona como un mito y un cuento de hadas para adultas. El relato coloca fuera, en personajes de ficción, una fantasía femenina que con demasiada frecuencia se convierte en realidad: la entrega incondicional que hace decir “tus órdenes son mis deseos”, en nombre de una ilusión de redención que caracterizan esas relaciones infelices que describí en el libro 'Mujeres malqueridas' (Ed. La Esfera). Es decir, esa misteriosa contradicción entre el aspecto más denigrado de una pareja y el más idealizado.
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