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La muerte con acento furero

El Liceo estrena el sábado una monumental puesta en escena deLa Fura de la ópera «El gran macabro»

La muerte con acento furero ABC

PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

Después de pasearse por Bruselas, Roma, Londres, Buenos Aires y Adelaida (Australia), la ópera de György Ligeti «El gran macabro» aterriza a partir de este viernes próximo, y hasta el 1 de diciembre, en el Gran Teatro del Liceo; lo hace de la mano de la muñeca «Claudia», una espectacular creación de Àlex Ollé y Valentina Carrasco, de La Fura dels Baus, personaje «escenográfico» que da forma a la propuesta . En una entrevista con ABC , ambos directores comentan la que consideran su mejor creación en el ámbito lírico, un trabajo al alimón que no ha significado mayores problemas a la hora de repartirse el trabajo: «Yo comencé con otros ocho codirectores —aclara Àlex Ollé—, o sea que tengo experiencia... Y entre dos es más o menos lo mismo. Con el tiempo, de alguna manera, tomas responsabilidades en determinados ámbitos. En este montaje Valentina ha estado más por los cantantes y yo por el concepto general». «Pero en “El gran macabro” ambos hemos hecho de todo —apunta la codirectora—. Cuando empezamos a desarrollarlo hablamos de la obra y juntos nos íbamos convenciendo de ideas comunes, discutíamos... Al final todo se va uniendo, pero antes de comenzar con los ensayos casi el 80 del trabajo está hecho sobre papel».

La producción se estrenó en Bruselas en marzo de 2009 y desde entonces ha viajado bastante. Ollé apunta que, en este tiempo, «el montaje ha ido adquiriendo madurez propia, sobre todo con el trabajo con los cantantes, pero esencialmente es el mismo», aunque Valentina Carrasco subraya que sí se han cambiado algunos detalles técnicos: «Pero el concepto es el mismo. De hecho, las luces en Buenos Aires eran completamente nuevas . El trabajo de la creación, que se va haciendo durante los ensayos del estreno, te impone unos tiempos. Por eso las reposiciones te permiten hacer algún retoque, porque incluso vas conociendo más la ópera y sabes cuándo es mejor que entre determinado efecto».

La obra es musicalmente complicada y presenta múltiples dificultades, pero ambos reconocen haberse sentido fascinados por el poder de la música de Ligeti. «En un principio, musicalmente me costaba —afirma Ollé—, pero todo lo que esta ópera tiene de complicada lo tiene de atractiva. En seguida te arrastra porque es tan sólido el punto de partida de la historia, y es tan obvio que Ligeti acompaña cada una de las cosas que suceden y que aparecen, que fascina... Además, es muy divertida». «Sí, te atrapa —continúa Carrasco—, sobre todo porque además el tema es interesante y da para mucho: el anuncio de la muerte inminente y del fin del mundo. Pero es la locura de la pieza lo que te abre las puertas para crear».

¿Y cómo se llega a la idea de la muñeca, el centro de la propuesta?

Àlex Ollé apunta el origen: «Buscábamos la esencia de la pieza y llegamos a la idea del miedo a la muerte, de ese pánico que le tenemos y del que se contagian todos los personajes ante el anuncio del fin del mundo. Esta idea la quisimos trasladar a algo físico y pensamos en un personaje que representara ese miedo; se nos ocurrió hacerlo a través de alguien real, en este caso la cantante Claudia Schneider, y por eso a la muñeca le llamamos “Claudia”». Así nació esta muñeca de 18 x 7 metros y 7 toneladas de peso. En todo caso nos condicionaba esa primera escena, que sucede en un cementerio. Se pensó en un cuerpo humano desmembrado, en la pintura del Bosco... Hasta que un día el escenógrafo del grupo, Alfons Flores, apareció con una maqueta de una mujer en una postura que después se modificó, «pero que al verla supimos que era eso lo que queríamos», sentencia Ollé.

El director furero afirma sentirse encantado en este mundillo, «porque creo que la ópera es la máxima expresión de lo multidisciplinar, aunque en el teatro de prosa hay más espacio para trabajar con los actores. Además, el público es muy diferente, y por más que estemos viviendo una renovación del público operístico gracias a agitadores culturales como Gerard Mortier, estamos hablando de un público “burgués” o, mejor, más encorsetado que el que va al teatro. Me gusta combinar ambos lenguajes, pero es que tenemos una demanda tan bestia de aquí al 2016 que por el momento seguiremos centrados en la lírica».

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