Tawakul Karman «Me llaman la Che Guevara de Yemen, pero soy muy normal»
Hija de un ex ministro de Justicia, activista social, se ha convertido en una joven líder de la revuelta yemení
Soy una persona conocida porque llevo mucho tiempo en la oposición, pero no me considero líder de nada, ni aspiro a ningún cargo político en el nuevo Yemen. El día después de la caída definitiva de Saleh volveré a mi casa y seguiré trabajando en ... mi ONG para defender los ideales de quienes están haciendo posible este levantamiento. Estoy casada y soy madre de tres hijos que, cuando la situación de seguridad lo permite, vienen a visitarme a la tienda de campaña que es mi casa desde finales de enero.
Animados por la revuelta tunecina y la caída de Ben Alí nos echamos a las calles y decidimos acampar frente a la universidad y bautizar el campamento como «plaza del cambio». Al comienzo las fuerzas de seguridad me detuvieron y permanecí 36 horas en prisión, pero la presión popular les obligó a soltarme. La idea original era ocupar la plaza Tahrir de Saná, como en El Cairo, pero el presidente se adelantó y nada más ver que la chispa de Túnez prendía en Egipto y estaba a punto de hacerlo en Yemen mandó allí a sus hombres, que como se ha visto en los últimos meses no eran más que seguidores a sueldo venidos del campo a los que les pagaban comida y «qat» (estimulante vegetal que se masca cotidianamente en Yemen), para que se mantuvieran en la calle.
Desde entonces trabajo treinta horas al día y aún me falta tiempo para hacer cosas porque a diferencia del resto de revoluciones árabes, aquí el movimiento de protesta no ha sido fruto de las redes sociales, sino del trabajo que hemos llevado a cabo muchos opositores desde 2007. En algún medio occidental me han presentado como la «Che Guevara» yemení, pero repito que me considero solo una activista más de este gran movimiento de cambio.
Soy hija de un antiguo ministro de Justicia, licenciada en Administración de Empresas y pertenezco al partido islámico Al Islah (el más importante dentro de la oposición), pero mi verdadera pasión es el periodismo y por ello dirijo la ONG «Mujeres periodistas libres de cadenas». Los islamistas radicales hablan mal de mí en las mezquitas y me acusan de dejar de usar el «niqab», pero no era compatible con mi trabajo de activista social y por eso lo cambié por el velo con el que siempre me cubro. En algunos de mis artículos publicados en 2006 y 2007 anunciaba el estallido revolucionario, y me costaron la cárcel. Estos días son reeditados por los diarios partidarios de la revolución y leídos por unos ciudadanos que claman: «Saleh go home!».
TRANSCRITO POR MIKEL AYESTARÁN
SANÁ (YEMEN)
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