Jóvenes sirios: el sueño de la libertad
Miran alrededor para evitar testigos, no quieren desvelar su rostro, tienen miedo... pero, ante todo, quieren cambios
TEXTO Y FOTOS: ROBERTO GONZÁLEZ
Cuatro jóvenes con cuatro visiones diferentes sobre lo que está ocurriendo en Siria y qué necesita el país. Algunos optan por cambios radicales en la política interior, otros en la exterior, otros por reformas reales. Pero todos esperan que de esta crisis surja una Siria ... mejor. En su mayoría actúan de manera independiente, siguiendo por las redes sociales las convocatorias de manifestaciones. Siempre pacíficos. Las entrevistas se han llevado a cabo con todo tipo de precauciones. En Siria, aún sale caro ser crítico con la voz bien alta.
Hisham tiene doble nacionalidad, siria e inglesa. Su carácter europeo dificulta que se acostumbre a determinados hábitos esenciales en este país. El principal, no hablar de política abiertamente. «La gente tiene mucho miedo a hablar, incluso con sus mujeres, no vayan a informar ellas mismas a los “mujabarat” —servicios de Inteligencia sirios—», dice mientras ordena su habitación. «El régimen se basa en el miedo. Ese es el secreto. Por eso a todo el mundo le gusta el presidente. Si ese miedo se supera, se creará una auténtica revolución», añade.
Según este joven, de 25 años, una nueva Siria debe crecer desde otros cimientos: «El cambio tiene que ser total. Tienen que irse. La corrupción desciende de arriba hacia abajo, no al revés. La familia Al-Assad es la culpable de esta lacra, quien la ha instaurado y de la que se desprende».
Hani tiene 24 años. Quiere viajar y buscar en el exterior un futuro mejor del que ofrece Siria a los jóvenes. Universitario, se considera laico y patriota. Los Altos del Golán y los Territorios Palestinos Ocupados, afirma, son asignaturas pendientes. «Precisamente un nuevo Gobierno nacionalista recuperaría esos territorios», opina.
Según explica, haciéndose eco de una rumorología existente en el país, tras la Guerra de Octubre de 1973 se firmó un pacto tácito entre Israel y Siria. El acuerdo plantearía una aparente dinámica de confrontación bilateral pero, en el fondo, de entendimiento. Ese status quo permitiría a Tel Aviv mantener su política agresiva al argumentar que está rodeado, entre ellos Siria, de países enemigos. Del otro lado, daría la posibilidad al régimen Al Assad de eternizar el Estado de Emergencia y perpetuarse en el poder arguyendo que la prioridad es la recuperación de los Altos del Golán.
Se identifica con orgullo como «siria kurda, no árabe». Harvine es coordinadora de la corriente kurda El Futuro. Ha estado varias veces en la cárcel. Lleva años de militancia, lo que le ha acarreado además que las autoridades sirias le prohíban viajar al extranjero. Harvine organiza manifestaciones casi todas las semanas en Al-Qameshli, en la zona norte del país, y no se conforma con medidas como la concesión de nacionalidad a 300.000 kurdos sirios. «No somos extranjeros, sino hijos de esta tierra. Un decreto de ley no basta. Nuestra situación legal tiene que estar recogida en la Constitución. Nuestra lengua y nuestras fiestas también tienen que estar reconocidas», enfatiza.
Mohamed, un arquitecto de 35 años, se considera opositor pero partidario a la vez del presidente sirio, Bashar Al Assad. Aunque pueda parecer contradictorio, sostiene que existe un amplísimo sector de la población con el mismo perfil. «Yo no quiero que caiga el presidente, sino el Gobierno. Al-Assad es un auténtico reformista», opina. Esta postura, sin embargo, no ha sido óbice para que haya acudido a varias manifestaciones.
Mohamed exige que se celebren «elecciones democráticas verdaderas» y, alcanzado este objetivo, sabe perfectamente cuál sería su voto: «Elegiría a mi presidente, y estoy seguro de que ganaría al resto de candidatos en igualdad de condiciones porque así piensa la mayoría de la gente».
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