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Golpe de Sarkozy a la libre circulación de inmigrantes en Europa

El presidente francés se reúne con Berlusconi en Italia para reformar el Tratado de Schengen y pedir solidaridad a sus socios comunitarios

ÁNGEL GÓMEZ FUENTES

Italia y Francia acordaron ayer reformar el acuerdo de Schengen, que permite la libre circulación de ciudadanos en la Unión Europea. En la práctica, París y Roma desean adecuar Schengen —acuerdo firmado en 1985— a las nuevas exigencias que plantea la inmigración, incorporando cláusulas de tutela para restablecer los controles en los momentos de emergencia. Detrás de este varapalo a Schengen hay claras motivaciones electorales por parte del primer ministro italiano Silvio Berlusconi y del presidente francés Nicolas Sarkozy.

Ambos mandatarios decidieron, en la cumbre bilateral celebrada en Roma, enviar una carta firmada por ambos a Bruselas en la que se pide una revisión del acuerdo de Schengen «en casos extraordinarios». En la rueda de prensa conjunta, Berlusconi precisó que «ninguno de nosotros quiere abolir Schengen, pero en circunstancias excepcionales creemos que se deben introducir modificaciones». El primer ministro italiano ha reconocido que el esfuerzo de París para afrontar esta emergencia migratoria «es cinco veces superior al de Italia. Francia acoge cada año 50.000 inmigrantes. Italia una media de 10.000. Somos conscientes y por nuestra parte no hay ninguna voluntad de acusar a Francia de incumplimientos».

Carta a Barroso

Por su parte, Nicolas Sarkozy confirmó que «deseamos que el acuerdo de Schengen continúe, pero para ello es necesario que sea reformado», mostrándose también partidario de reforzar la agencia de fronteras de la UE, Frontex. Ambos países han acordado pedir una «mayor solidaridad» a sus socios comunitarios para afrontar la crisis migratoria, una petición que se expresa claramente en la carta enviada al presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, y al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. «El flujo masivo de inmigrantes, que golpea de manera particular a algunos estados miembros —escriben Berlusconi y Sarkozy— constituye un desafío para todos los socios comunitarios. Este desafío debe ser afrontado con una doble preocupación: no enviar señales equivocadas que podrían estimular el fenómeno migratorio y, al mismo tiempo, ofrecer la máxima solidaridad concreta a favor de los estados miembros afectados».

«Es igualmente fundamental —prosigue la carta— que la UE realice un régimen de asilo europeo común … La política de asilo, que es un deber y valor de la UE, no debe permitir que se convierta en el vehículo de una inmigración irregular. Los Estados que se confronten con las mayores dificultades en el campo del asilo deben beneficiarse de un apoyo prioritario». Francia e Italia presionan a Bruselas para no afrontar solos el problema de la inmigración, y extenderán también esa presión a Túnez para obtener su colaboración en el control de sus costas.

El acuerdo entre Roma y París para limitar la circulación de inmigrantes pone fin a semanas de tensión entre los dos países, tras la llegada de más de 25.000 tunecinos a las costas de Lampedusa (Sicilia). El Gobierno italiano decidió concederles permisos de residencia temporales, con la esperanza de que se marcharan a Alemania y, sobre todo, a Francia. La medida italiana irritó a ambos países. París llegó incluso a bloquear los trenes procedentes de Italia en la frontera de Ventimiglia, suscitando la ira de los italianos.

Como telón de fondo de estos problemas de inmigración, hay urgencias electorales. En Francia, Nicolas Sarkozy , en mínimos de popularidad en las encuestas y con un ojo puesto en los comicios presidenciales del año próximo, pretende mostrar su autoridad y firmeza bloqueando a los nuevos inmigrantes tunecinos, para evitar que saque provecho de la situación la ultraderecha de Marine Le Pen. Lo mismo sucede en Italia con la Liga Norte, partido aliado de Berlusconi que ante las elecciones locales del próximo 15 de mayo busca sacar rédito con su tradicional línea euroescéptica con acentos xenófobos.

Aparentemente, la imagen que queda tras la cumbre de Berlusconi y Sarkozy es la de una «convergencia sobre todos los temas» y la reanudación de unas relaciones amistosas. Pero la verdad es que ambos, con relaciones personales a menudo tirantes (frente al «ego» desbordante de Berlusconi se contrapone la arrogancia del presidente francés) se han sometido a las exigencias que hoy plantean la extrema derecha de sus respectivos países y han dado un mensaje de temor y preocupación ante el futuro.

Más euroescepticismo

Hoy la Europa solidaria y acogedora durante décadas vive sus propias contradicciones, preocupada por crisis económica y replegada en su fortaleza con las puertas cada vez más cerradas para los extracomunitarios. En países como Italia —antes campeón del europeísmo— se extiende el fantasma del euroescepticismo y cada vez más en Europa se imponen los egoísmos nacionales.

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