FESTIVAL DE BERLÍN
El cine iraní apunta de nuevo al Oso
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
En cualquier festival serio siempre llega el momento en el que surge la película iraní que se lleva el premio, y ese momento fue ayer aquí en Berlín, con la irrupción magnífica de «Nader y Simin, una separación», de Asghar Farhadi, que ya ganó aquí ... hace un par de años un Oso de Plata con «A propósito de Elly». De un modo sencillo, con un absoluto control sobre lo que quiere decir, Farhadi cuenta su país entero, su cultura, su moral, mediante un complicado proceso de separación de una pareja ante la que se van presentando tales problemas, tales encrucijadas éticas que uno sale de ellas entre sudores. El conflicto surge porque ella quiere irse del país y él no puede seguirla porque ha de atender a su padre con alzheimer; la elección de la hija y un turbio proceso con la mujer que atiende al abuelo, contribuyen a darle aún más profundidad moral a la historia y de la película, que sin duda se colocaba ayer como máxima favorita y que recibió un aplauso de ida y vuelta.
Aunque la película del día, la esperada, era la del húngaro Bela Tarr, un cineasta de esos a los que se les huele el estilo desde kilómetros y que con él consigue atmósferas y sensaciones difíciles de explicar. «El caballo turinés» surge de un suceso extraño, cuando Nietzsche vio cómo un cochero manco golpeaba brutalmente a su caballo, ante lo cual él sintió tanta congoja que se abrazó al caballo tenazmente y le pidió perdón en nombre de la humanidad. Bela Tarr busca al cochero y al caballo y nos cuenta con su estilo prácticamente inmóvil, con su cámara que se mueve a la velocidad de la cutícula de una uña, varios días de la vida de ese cochero, todos iguales, en una cabaña entre una tormenta de viento, con una hija sin palabras, una patata hervida para comer, un pozo casi seco… La música obsesiva, la fotografía en blanco y negro deprimente, las figuras arrugadas, deprimidas, el viento que toca la misma música que Bela Tarr… Es una película tan subyugante como poco recomendable, es el mismo tejido del tedio, la oscuridad al caer.
Y la tercera película en concurso se titulaba «The future», de la artista americana Miranda July, con la que también quiso explicar el asunto de una separación. Ella misma es la protagonista de su película y consigue un personaje equidistante entre la frescura, la poesía y la memez… tiene ciertas ideas interesantes sobre el tiempo y la relación en común, pero lo que más tiene, con mucho, es lo que se podría denominar empanada.
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