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Paul Celan, el poeta sin patria

Cuando se cumplen noventa años de su nacimiento un libro rescata su «Poemas y prosas de juventud»

MANUEL DE LA FUENTE

Durante cincuenta años fue un superviviente. Superviviente del nazismo, superviviente de sus propias tormentas interiores, superviviente al naufragio de ver cómo su tierra cambiaba una y otra vez de manos, de fronteras, de un lugar asentado y con raíces profundas al que llamar patria.

Había nacido el 23 de noviembre de 1920, en la ciudad rumana de Czernowitz, en la Bucovina. Judío y de lengua alemana, Paul Celan, uno de los más altos poetas del siglo XX, sufrió en carne propia, hasta lo más profundo de su ser, lo que muchos de los mejores hombres de su tiempo: el terror estalinista y el terror nazi, que llevó a sus padres y a él mismo a los campos de exterminio. Sus padres se dejarían la vida en ellos, Celan, de nombre de pila Paul Antschel (Celan es el anagrama de Ancel, su apellido en rumano), se salvaría aun a costa de un terrible sentimiento de culpa, y fuertes trastornos depresivos que le acompañaron toda su vida.

Tras ser liberado, en 1944, trabajó como traductor y lector en Bucarest y Viena. No en vano, dominaba el ruso, el inglés, el francés, el italiano, el rumano, el portugués y el hebreo, lo que le posibilitó traducir a poetas como Rimbaud, Valery, Mandelstam, Michaux, Char y Pessoa. A partir de 1948 se instaló en París.

La obra de Celan, una de las más profundas, reveladoras y trascendentes del pasado siglo, la de un auténtico hechicero del lenguaje que en sus versos era arcilla con la que modelar los torturados destinos del alma humana, empezó a temprana edad. Esas primeras páginas son las que recoge «Paul Celan. Poemas y prosas de juventud» (Editorial Trotta, que ya publicara sus «Obras completas» y «Los poemas póstumos») con traducción de José Luis Reina Palazón.

Palabras clave

Siempre se ha tenido a Celan por un poeta difícil, oscuro incluso. Reina Palazón da las claves para acercarse a él. «Consideraba cada poema como algo tremendamente singular en sí. O sea, que cada poema presenta sus problemas. Pero para entendernos, habría que decir que en esta poesía de juventud lo más singular son las atrevidas imágenes, distintas e inesperadas en cada poema y lo inesperado de las mismas y la resonancia de sus palabras específicas. La reproducción de esa imaginería en su singularidad y sonoridad es lo más difícil».

Durante bastantes años, mantuvo relación con Heidegger, al que reprochaba más o menos veladamente que no se arrepintiera de su apoyo al nazismo. También tuvo algún trato con Theodor W. Adorno, aquel que dijera que era imposible escribir poesía después de Auschwitz. Celan la escribió, incluso tuvo que escribir en alemán, la lengua del opresor que había exterminado a su pueblo.

Su obra no es excesivamente conocida en España, a pesar de que como concluye José Luis Reina Palazón «Celan es el Hölderlin, el poeta esencial y trascendente, del siglo XXI, digo bien, no del XX, sino del XXI. Porque se adelantó a su porvenir».

Su vida terminó en el Sena, a cuyas aguas se arrojó desde el puente Mirabeau la noche del 19 al 20 de abril de 1970. Quedan sus doloridos versos. No hay rosas sin espinas.

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