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Espartaco se decide a hablar

En un comunicado, el diestro da su versión sobre su ruptura matrimonial con Patricia Rato

Espartaco se decide a hablar abc

beatriz cortázar

Después de muchos meses de silencio, el torero Juan Antonio Ruiz «Espartaco» ha decidido aclarar algunas de las informaciones o situaciones que se han producido a raíz de su ruptura matrimonial con Patricia Rato:

En el comunicado recalca a los medios de comunicación que ya han pasado cinco años desde que confirmó su separación y destaca cómo en 2010 ha firmado un documento sobre donaciones para intentar salvar su matrimonio y para tranquilizar a los padres de Patricia.

Además, Espartaco incide en que jamás abandonó a su familia y que trabaja para darles lo mejor , y que este asunto daña su imagen y prestigio como torero, lo único por lo que ha trabajado desde que tiene 15 años y por lo que quiere ser noticia en los medios. A continuación reproducimos el comunicado completo:

«Aunque siempre he procurado guardar la mayor discreción posible sobre mi vida privada, porque he entendido que es la mejor manera de vivir y sacar adelante una familia dentro de la normalidad, hoy, ante la utilización interesada y manipulada que se está haciendo de mi privacidad, voy a romper mi norma de silencio por una vez -y espero que única-, para aclarar determinadas cuestiones sobre las que nunca creí que tuviera que dar explicaciones.

Una. Estoy casado con Patricia Rato en Régimen de Separación de Bienes desde el ocho de julio de mil novecientos noventa y uno. Espero que nunca tenga que entrar en mayores detalles sobre aquel acontecimiento. No hay Gananciales que liquidar.

Dos. Las dificultades con mi todavía mujer, Patricia Rato, no son nuevas. El cuatro de mayo de dos mil cinco, ante un ilustre Notario de Madrid, firmamos una Escritura de Acuerdo de Separación Conyugal de Hecho. No creo necesario llamar la atención sobre la particularidad de que sólo se firma un documento de esta clase cuando el matrimonio ha fracasado, como había ocurrido con el nuestro. Insisto: este documento tiene una antigüedad de cinco años. Y, por cierto, ya en aquella ocasión sobrevoló sobre nosotros un personaje que aún no ha desaparecido del escenario. No entiendo, por tanto, cómo a estas alturas una de la partes se puede presentar como victima de la otra, salvo que se pretenda manipular la realidad u organizar un juicio popular paralelo mediático con intenciones poco claras. Seguramente el tiempo lo aclarará todo.

Tres. Es también cierto que el quince de febrero de dos mil diez firmamos otro documento, en este caso privado, que poco difería del de cinco años atrás. Como novedad se hacía referencia a «unas posibles donaciones» que yo le haría a mi mujer.

¿Qué razón podía tener este nuevo documento privado, si ya existía uno anterior, de carácter público, nunca invalidado, con la única novedad de las supuestas e inexistentes donaciones?

Por más que personalmente lo lamente, todas las apariencias señalan en la misma dirección: El interés por las «supuestas» donaciones. El dinero.

Este documento -que tantas cosas me han ayudado a acabar de entender-, surgió a raíz de mi última propuesta sobre el intento de buscar una solución, si es que todavía era posible, para nuestro matrimonio. Se me dijo entonces que la inclusión de «las alegadas donaciones» –que, insisto, no existían en el documento oficial sobre nuestra separación de cinco años atrás-, tenían como finalidad única la de tranquilizar a los padres de mi mujer sobre mis buenas intenciones. Nunca entendí que los padres de Patricia tuvieran dudas sobre mi comportamiento ya que mis relaciones con ellos fueron siempre más que buenas. De todas formas firmé el documento privado porque creí que la finalidad era la que se me habían dicho. De ninguna manera –también se me dijo–para hacerlo publico.

Naturalmente cuando a los pocos días me avisaron que había sido presentado unilateralmente en el Juzgado y alegando un consentimiento que nunca presté, me sentí engañado y traicionado y me negué a ratificarlo.

A partir de aquel instante llegué a la conclusión, dolorosa entonces, de que nuestro fracaso matrimonial no tenía solución. Actitudes posteriores, en las que no quiero entrar ahora y espero no tener que hacerlo nunca, me lo han confirmado con creces.

Cuatro. Actualmente existe una demanda de divorcio que me ha presentado mi todavía mujer Patricia Rato, que yo he respondido debidamente y cuya resolución judicial, que con toda seguridad se producirá antes de que finalice el año, espero con ansiedad.

Cinco. Jamás he abandonado a mi familia y mucho menos a mis hijos. Quienes han filtrado intencionadamente ese tipo de rumores y quienes se han dejado manipular por ellos –no se si de buena fe o a cambio de lo que quiera que sea, no lo sé- han desfigurado la realidad y han mentido. Lo que sí he hecho en determinadas ocasiones, sobre todo en los últimos tiempos, ha sido procurar por todos los medios que no me manejen con políticas de hechos consumados e intenciones poco claras.

Jamás he regateado ni regatearé nada a mis hijos. Nada les ha faltado ni les faltará mientras yo pueda. Ni a ellos, ni a mi gente si llegara el caso. En mi casa no ha entrado más dinero que el que yo he aportado. Y quien diga lo contrario tendrá que demostrarlo y correr el riesgo de ver la realidad de los números.

Para conseguir esta situación me estuve jugando la vida delante de los toros desde los quince años. Nada me han regalado ni nada he heredado. Todo lo he conseguido a costa de un gran esfuerzo. Y lo digo con orgullo, porque a pesar de todo lo que quedó atrás y con la ayuda de Dios, a pesar de las veintiuna cornadas que me han dado los toros y las cinco operaciones de rodilla a que he tenido que someterme, he logrado llegar a la primera meta que me tracé: Forjarme un patrimonio con el que ahora, cuando ya he tenido que dejar de torear, crear con mi trabajo una empresa agrícola de la que podamos vivir mi familia y yo. Y hacerlo con desahogo, pero sin alharacas; una vida normal, lejos de las bambalinas, los focos y el papel cuché. Y, sobre todo, lejos de las estridencias que tanta aceptación parecen tener entre determinadas personas.

Nunca he vendido a ningún medio de comunicación ninguna exclusiva periodística ni he cobrado jamás un solo céntimo por asistir a cualquier programa de televisión. Nunca. Mi popularidad se la debo a mi profesión de torero y siempre he procurado respetarla y ceñirme a ella. No pretendo, ni quiero, alcanzar fama por otros motivos. Ni mucho menos dejarme arrastrar a un mundo donde manden las apariencias, la adulación y la doble moral. Por eso he evitado siempre los escándalos, los saraos y quiero llevar una vida serena y sin complicaciones.

Seis. Lamento que en los últimos meses se haya pretendido quemar mi imagen y mi prestigio en la plaza pública, en un juicio paralelo fundamentado en mentiras y, repito, filtraciones falsas, interesadas y actitudes hipócritas, sin otro fin que el de crear una victima y un verdugo. No hay ni lo uno ni lo otro, sólo un matrimonio roto, como hay tantos. No consigo entender qué razón puede haber en todo el montaje que se ha organizado que no tenga algo que ver con la vana creencia de que por el camino del juicio mediático se pueda presionar o torcer la voluntad de los jueces. Tarde o temprano todo quedará al descubierto.

Pero mucho más lamento el daño añadido que se le ha hecho a personas inocentes y todavía fácilmente manipulables desfigurándoles una realidad ya de por sí bastante complicada. Lo lamento, lo siento en el alma y espero que algún día las aguas puedan volver a sus cauces. La ruptura matrimonial -aunque los daños colaterales son inevitables- directamente sólo debe afectar a la pareja. A nadie más.

También lamento que se haya utilizado a mi madre en una foto con la sola pretensión de insinuar y darle a su contenido una malicia que no tenía, y que el agudo periodista que hizo las fotos pudo comprobar si hubiera seguido las normas más elementales del periodismo. O quizás las cumplió pero no quiso que la verdad le estropeara un buen titular y… el dinero que le pagarían.

Y siete. Por mi parte espero y deseo que esta sea la última aclaración sobre mi vida privada y que mis relaciones con los medios de comunicación vuelvan a la normalidad de siempre: Sobre mi vida profesional o cualquier otro tema de interés relacionado con mi oficio estoy a la disposición de todos. Sobre mi vida particular, en absoluto.

Espero también que dejen de seguirme detectives con sofisticados aparatos y artilugios colocados en mi coche para conocer dónde me encuentro en cada momento, fotógrafos a la caza de no se qué… ¿Qué es lo que en realidad se pretende con esto? Todo se sabrá.

De momento sólo pido que me dejen vivir en paz y libertad la vida por la que tanto he luchado.

Nunca he dado escándalos y pretendo no darlos jamás. Es algo en lo que creo como fundamento de mi propia vida, y que le debo a mi familia, a mis amigos, a mi profesión y todos los aficionados que me apoyaron para ser torero. Salvo en cuestiones relacionadas con el mundo del toro, espero no ser nunca noticia.

Oficialmente mi mujer y yo llevamos cinco años separados y, por si fuera poco, estoy sometido a una demanda de divorcio en un juzgado de Sevilla. Si salgo o dejo de salir con quien yo quiera creo que es mi derecho y a nadie tengo que rendirle cuentas. Salvo a mis hijas, que lo haré cuando pueda y crea conveniente. Sólo pido el respeto que merece toda persona que procurar tenerlo por los demás, y, sobre todo, que no se manipule la realidad con intenciones inconfesables. Mi vida es mía, como la de Patricia es suya.»

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