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POSTIGO ISLEÑO

LA CATEDRAL Y SANTA ANA

SI la Catedral de Canarias se encontraba abarrotada la tarde del pasado lunes 26 de junio para celebrar solemnemente la Festividad de Santa Ana (y tampoco se olvidó a San Joaquín), a la que este templo, el mas grandioso de los monumentos histórico arquitectónicos de Canarias, está consagrado desde su fundación hace mas de cinco siglos, no ocurrió lo mismo en Las Palmas de Gran Canaria en su conjunto donde la festividad de su Patrona pasó bastante desapercibida, sin impulso alguno desde instancias oficiales, institucionales o socio-culturales.

La devoción a Santa Ana es la primera que arraiga con fuerza en esta capital desde sus primeros días siendo aún el viejo «Real de la Tres Palmas», luego, junto con la Catedral, se daría su nombre a la plaza mayor de la ciudad, que mantiene en la actualidad, y durante los tres primeros siglos de su historia la capital grancanaria tuvo importantes celebraciones cívico-religiosas cada 26 de julio en honor de la Madre de la Virgen que ostentaba su patronazgo, resaltado ya a finales del XVI cuando se colocó, en el primer puente de piedra que unió los barrio de Vegueta y Triana, una imagen de Santa Ana, exclamando el propio poeta Cairasco de Figueroa como la ciudad «…puede / llamarse siempre bien afortunada / pues a Santa Ana el cielo le concede / por titular patrona y abogada…».

La Catedral de Canarias, generalmente denominada por ese arraigado patronazgo «Catedral de Santa Ana», ha sido punto neurálgico ineludible en multitud de ocasiones a lo largo de toda la historia de Las Palmas de Gran Canaria. Si para los Reyes Católicos el disponer su construcción fue tema capital, que reivindicaron ante el mismo Papa en enero de 1484, o fue pasto de las iras invasoras de Van der Does en julio de 1599, ya en el siglo XX ABC recoge numerosas y, en ocasiones, hasta curiosas noticias relacionadas con ella.

Llama mucho la atención el artículo de Néstor Álamo que este rotativo publica el 12 de febrero de 1964 en el que se opone rotundamente a que se desmonte el coro catedralicio, «que se trazara y se construyera por uno de los más altos artistas que hayan tenido las islas a través de toda su historia: el magnífico imaginero y escultor —a más de excelentísimo arquitecto— que fue don José Luján Pérez», o cuando tres años después, el 23 de septiembre de 1967, en una crónica de Óscar Falcón, ABC destaca como la fecha de la consagración del nuevo Obispo de la Diócesis de Canarias, Monseñor Infantes Florido, había coincidido con el cuarenta aniversario de la División Provincial, firmada en San Sebastián en septiembre de 1927 por el mismo Rey, Alfonso XIII, que en 1906 había visitado esta Catedral y asistido en ella a un Te Deúm con motivo de su visita a las islas, la primera que un Rey de España efectuaba al Archipiélago Canario.

En fin, una festividad que en el alma de los ciudadanos se mantiene viva y muy presente como se apreció en la Catedral, edificio señero que representa a la isla en su historia y en su imagen, simbolismo que se extiende a la Plaza de Santa Ana donde se refleja armónica y dulcemente el sonido de sus campanas, esos hermosos y característicos toques que tanto deben al compositor Saint Saëns, y en la que se encuentran unos perros de bronce entre palmeras, un «grupo escultórico delante de la Catedral de Las Palmas» que como ya señaló Blanco y Negro, en el pie de una foto aparecida en su edición del 16 de noviembre de 1928, son «figuras simbólicas del escudo de Gran Canaria»; como verdadera representación del alma y la historia de la isla y su capital han sido y son su Catedral y su Patrona Santa Ana.

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