Estampas de otros tiempos
Hemos vivido esta tarde en Las Ventas estampas que parecían sacadas de otros tiempos, de los grabados de «La Lidia». Los jóvenes no habían visto cosa semejante: dos novillos al corral, arreones, desarmes, desconcierto... La cara más dura de la Fiesta.
Nos quejamos habitualmente de ... que falta casta en las reses. Hoy, nada de eso; si acaso, todo lo contrario. Pero en dos líneas opuestas: los tres primeros, ovacionados, casta buena, con las complicaciones que eso supone y que desborda a novilleros poco experimentados; cuarto y quinto, muy peligrosos, siembran el pánico en el ruedo. El sexto, un término medio...
Acudimos con la ilusión de contemplar los toros de Saltillo, una de las castas fundamentales, originaria de Utrera, en el siglo XVIII. Es pura sangre Vistahermosa, una reliquia que se debe conservar.
Pero los novilleros de hoy no están preparados para estas dificultades. El cuarto y el quinto hubieran puesto en serias dificultades a todo el escalafón, siembran el pánico. No cabe pedir lucimiento pero sí más recursos técnicos para estos casos, aunque sean poco frecuentes.
Lo malo es que tampoco están bien en los tres primeros. Su casta -no mala- también les desborda. Si después de cuarenta muletazos sigues sin dominar al toro -decía Domingo Ortega- es que lo has toreado mal. Lo hemos visto esta tarde. Y también han matado mal. No vale la pena personalizar, entrar en detalles ni cebarse con los jóvenes. Pero en Madrid salen a veces toros así y hay que estar preparados para esa eventualidad.
Decía don Antonio Chacón, el gran cantaor: «Yo soy como los toros de Saltillo, que, cuando me llega la sangre a la pezuña, embisto con más fuerza». Eso me hubiera gustado haber visto esta tarde.
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