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Una crisis con forma de comisión

DESPEJADOS los primeros ecos del debate parlamentario, queda a la vista la inanidad de la principal propuesta de Rodríguez Zapatero ante el Congreso: crear una comisión interministerial. La tal comisión, que tiene dos meses para negociar con los partidos políticos, es una ampliación de la red de gestos que el Gobierno está tejiendo desde que comenzó la crisis para aplicar el principio de la peonza, es decir, movimiento sin desplazamiento. Aún no había terminado la ronda de reuniones convocadas por el PSOE con los grupos parlamentarios cuando el presidente del Gobierno anunció la puesta en marcha de otro proceso negociador. Esta política de ofrecimientos huecos es lo que explica la falta de acciones efectivas contra la crisis, habiéndose limitado el Gobierno a aprobar medidas meramente paliativas y de corto plazo, causantes de un temible déficit público y que, cuando cesen -ayudas al automóvil, plan de obras locales-, difícilmente van a ser sustituidas por actividades productivas desvinculadas de los fondos públicos.

Aun en el mejor de los casos, que sería que la mesa integrada por Elena Salgado, José Blanco y Miguel Sebastián lograra algunos acuerdos con otras fuerzas políticas, las nuevas medidas no se harán sentir hasta dentro de varios meses. Zapatero ha burocratizado innecesariamente la supuesta gestión de un pacto contra la crisis, garantizándose un tiempo muerto de entretenimiento a los grupos parlamentarios y una coartada para seguir acusando al PP de deslealtad. No hay motivo para extrañarse de que España sea el único país del G-20 aún en recesión y con la tasa de paro más alta de las grandes economías si la gran apuesta del Gobierno es una comisión instrumentada como un señuelo para ganar tiempo.

Sin embargo, esta comisión puede que sea relevante a otros efectos, porque es verosímil que haya sido una reestructuración encubierta del Gobierno, una crisis sin ceses. La ausencia de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, responsable de la coordinación ministerial, es todo un síntoma de fin de ciclo en el Ejecutivo, lo mismo que el progresivo protagonismo de José Blanco y el descarte de Celestino Corbacho, ministro de Trabajo, a quien se le supone que algo tendría que decir en una comisión pensada para, entre otras cosas, combatir el paro. En todo caso, anticipe o no una crisis en sentido estricto -inevitable cuando acabe la presidencia europea-, esta comisión, por la forma en que se ha creado, refleja la urgente necesidad de Zapatero de aparentar iniciativas, aunque sean virtuales.

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