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España necesita un Estado

ESPAÑA necesita un gobernante con cerebro (o con «celebro», yendo a rebufo de Cervantes) en lugar de un experto en concelebrar gansadas que desconoce, incluso, que los gansos son ánsares. (¿Un «ánsar»? ¿Igual que Aznar? ¡Lagarto, lagarto!). Necesita un Gobierno que quiera gobernar y no ... le siga, le siga la corriente a los que han cortocircuitado el porvenir en aras de un hoy falaz y de un ayer falsario. Vamos, que lo que necesita España, además de un Gobierno, es un Estado. De otro modo, no hay caso. El que tome el relevo tendrá que seguir a régimen aunque pretenda ser más listo que el fantasma del hambre. Con suerte, quizá logre salvar los muebles, pero la carcoma se zampará la casa. Diecisiete estadillos comen mucho, sobre todo si el diminutivo ofende, tal cual ocurre en ciertos casos. Añádanse a la suma dos ministerios sindicales que tragan de lo lindo -y de lo repugnante- y el sinfín de voraces tragaldabas de libérrima disposición para lo que haga falta. Y que no farte de na, por descontado. Tarjetas dignas de crédito cuando las del común son verosímiles, y gracias. Coches «con conductor», que es un término medio entre el «chofer» vulgar y el aristócrata «mecánico». Puestos de asesoría a mayor gloria de la casta por el módico coste de ciento cincuenta mil del ala. Y sin que haya que haber pasado por el BOE -un paso pesado- para pasar por caja. ¿El BOE? Menuda patochada. Después de dar boleta a la Administración central -o sea, centralista; o sea, reaccionaria- el Boletín, austeridad obliga, podría amortizarse.

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